Los Radiadores – Sorbos De Electricidad (Bonavena Música)
Nadie les tiene que explicar a los Radiadores lo que es esto del rock and roll. El rock and roll hecho a pulso de chupito, de canción de los Clash por aquí, de los Enemigos por allá, los Sonics por acullá. La música estridente hecha con tripas, con sensación de vértigo, “sin maletas, sin destino, sin reloj”, como dicen en una de sus últimas canciones. En ese plan, y como quien no quiere la cosa, en 2023 cumplían 10 años desde la aparición de su Manual de Supervivencia, un inmejorable primer EP que dejó claros unos planteamientos férreos sobre los que han evolucionado, pero de los que jamás se han apeado. Bien por ellos.
Y es que a su fórmula ni le sobra ni le falta nada. Lo que hay es lo que hay. Una cultura musical amplia, que abarca desde el indie rock español, más rock que indie, en plan Surfin’ Bichos, Enemigos, Romeos…, algo de punk y post-punk, con Clash, Undertones o Parálisis Permanente a modo de tótems y mucho, mucho, rock and roll clásico: Creedence, Buddy Holly, Bo Diddley, Stray Cats… Todo metido en una coctelera, que depende lo que la agiten, saca un líquido más o menos fuerte, pero siempre bebible. Quizá por eso sus últimos temas viajen juntos bajo el título de Sorbos De Electricidad.
Si lo pensamos, es este un título más que adecuado para un conjunto de canciones que son más conversaciones de bar, charlas con un amigo y dos vaqueritos de Black Label entre medias, que canciones al uso con intención epatante. De hecho, la humildad, el decir las cosas de tú a tú, ha sido siempre el gol de esta banda, que no pretende otra cosa que seguir tocando lo suyo, pasándoselo bien y haciéndoselo pasar bien al personal. O como ellos dicen, ser una banda de verdad: de las que pican piedra en el local de ensayo para de ahí extraer oro.
Por eso continúan, con esta ya su sexta referencia discográfica, describiendo una trayectoria ascendente. Al fin y al cabo, son ya varios años sin un disco completo de material original y nuevo de la banda. Bailes de Verano (Bonavena, 2020), era una recopilación de rarezas, duetos y tomas en directo de temas de diversa índole y procedencia. Este es su primer material en formato largo y totalmente nuevo desde Los Perros Ladraron (2017), un disco que dejó el listón muy alto.
Y al escuchar estos sorbos de electricidad no es que haya una epifanía, no reinventan su propia rueda, pero ni falta que les hace. Lo que sí que se nota es que el sonido se ha hecho más grande. Tal vez a eso contribuye la colaboración en la producción con el más que fiable productor valenciano Carlos Ortigosa, que les ha sabido dar justo lo que necesitaban: un músculo, una potencia, que aunque ya era localizable en pasadas entregas, aquí resulta sencillamente perfecta. Se respira la atmósfera del local, de dónde vienen todas estas canciones que picando piedra, han convertido en oro punkarra.
Esa contundencia de la que hablo se deja notar desde el primer segundo. “Moriré más por ti”, canción que sirvió de primer adelanto, es un buque insignia más que certero. Punk rock de libro con toques western que sienta como un directo a la boca del estómago. Y lo que sigue demuestra que ese puñetazo no es más que un aperitivo. Algo más pop, pero igualmente potente, “La misma canción” sigue en las mismas, así como en ese claro homenaje a Bo Diddley y Buddy Holly que propone “He visto cosas que no podrás creer” -todo un himno de barra- o “Querido dolor”, que recuerda un poco a Surfin’ Bichos. La sinergia en la banda es clara, por eso suenan así de bien canciones como la que quizá podríamos escoger como vertebral del conjunto, “Han vuelto a llamar”, llena de referencias, o las furiosas “Ya no somos jóvenes” , “Ayúdame”, o el trallazo que reservan para el final: “Rápido”, que firma el finiquito y resume el espíritu de un disco que merece disfrutarse como un buen whisky: de trago, pero saboreando.