Mattiel – Satis Factory (Heavenly Recordings)
Si algo pudimos constatar el nutrido público asistente a la presentación de Mattiel la calurosa noche del pasado 2 de agosto en el escenario del Loco Club de Valencia, es algo que suele predicarse de muchos, pero que realmente poseen muy pocos: una inusitada capacidad para convertir lo antiguo en moderno. Y es que esta joven procedente de Georgia, U.S.A, que actualmente se gana la vida, además de con la música, como diseñadora en una ciudad soberanamente trendy como es la Atlanta del siglo XXI, ha tenido una biografía tan al margen de lo convencional, que su gusto por el sonido vintage ha sido procesado de una manera totalmente peregrina.
Durante el concierto al que me refiero, una frase rondaba mi mente y creo, modestia aparte, que describe bastante bien a qué suena Mattiel Brown: «es como si Siouxie cantara con las Shangri-las». Imaginen todo el cruce de culturas, épocas y opciones, tanto estéticas como musicales, que ello supone. Así de variado es el espectro que ya ofrecía su debut, aparecido en 2017 en la prestigiosa indie Burger Records y que viene a confirmar su segundo trabajo, este Satis Factory, con portada casi tan impactante como la del primero y un contenido que sí, viaja y cava hondo en la british invasion de los 60 del siglo pasado, pero no aparta la vista de su presente. No en vano alguien tan avispado como Jack White posó su mirada en ella y la invitó a acompañarle de gira. Tiene, efectivamente, ese «algo» que convierte a los artistas en genuinos. Tal vez, cuando vivía sola con su madre en aquella granja alejada de la ciudad en la que pasaba el tiempo escuchando viejos discos y montando a caballo, tuvo la ausencia de influencias ajenas a sí misma que hace falta para que alguien procese las cosas de manera totalmente personal. O quizá es que, simplemente, ella es así, pero el caso es que tanto su imagen, profundamente cuidada por ella, que controla además todo el aspecto audiovisual de su carrera, como lo que suena en sus discos, rezuma originalidad, así como una personalidad intransferible y altamente magnética.
De acuerdo, hace rock. Rock tradicional, ortodoxo. No inventa la rueda ni mucho menos. Pero nadie puede negarle a este paquete de canciones que entrega aquí la virtud de que ella está sonando a sí misma. La excepcional triada de singles que forman “Je ne me connais pas”, “Food for thought” y “Keep the change”, las tres en secuencia dentro del disco y cada una por separado con su correspondiente videoclip – a cada cual más impactante – demuestran que su halo vintage no riñe para nada con una modernidad que nadie puede discutir a esta artista total, que da la impresión que hace lo que hace por pura necesidad, más que por el deseo de relevancia. Hay una honestidad, un compromiso con los propios objetivos, que proporciona certificado de autenticidad y garantía a todas y cada una de las canciones. Porque aunque destaquemos los tres singles, no hay realmente ningún corte que descienda al peldaño de la mediocridad o el trámite. Todo está dispuesto con la inteligencia, el cuidado y el talento que solo los grandes creadores pueden exhibir. Y ella, sin duda, lo es.
Escucha Satis Factory, de Mattiel, en Spotify.
Un gran disco. Llega donde Courtney Barnett quiere llegar y no consigue. Una artista a seguir