Melvins – Tarantula Heart (Ipecac Recordings)
Sorprende a estas alturas del cuento que Melvins sorprendan. A nadie debería pillarle esto por sorpresa porque, si por algo se caracteriza la tropa liderada por King Buzzo es por no cejar en el empeño de buscar siempre lo novedoso. En ese afán experimental, los de Montesano publican Tarantula Heart, una nueva aventura por la que deambulan en todos esos terrenos inexplorados pero que, no se sabe cómo, no suenan tan alejados de su historia o tanto como podría parecer.
En este álbum se concentran muchas de las facetas melvinianas, más allá de la mencionada incapacidad de estarse quietos, y que reflejan un incontinente y sempiterno estado creativo donde la técnica y la explosión estética conviven con esa continua investigación sonora. Por supuesto, y como viene siendo habitual en los últimos lanzamientos, el núcleo duro de Melvins se ha tenido que reforzar para la ocasión. En este Tarantula Heart encontramos dos apoyos que definen la idea: Roy Mayorga, batería de los más recientes Ministry, y Gary Chester, guitarrista de los friquis tejanos de We Are Asteroid.
Si antaño habíamos visto a Jeff Pinkus (Butthole Surfers) duplicar la importancia del bajo de Steven McDonald, ahora es principalmente Mayorga quien cumple su cometido para con Dale Crover. La mayoría del disco mantiene esa batería doble transformando en profundidad cada aporreo sobre el que se construye este álbum. No obstante, parte de la gracia de este disco radica en la improvisación con la que se han llevado parte de las sesiones y que impacta ya desde los veinte minutos de la inicial “Pain Equals Funny”, que atesora dos quintos del disco y reproduce fielmente ese resultado plural, casi coral, que lleva a diferentes aproximaciones —sonoras, estilísticas y vocales— y que se resuelven bajo un solo nombre, como dando a entender que es el concepto lo instrumental y verdaderamente importante.
Melvins no deja pasar ninguna oportunidad para acrecentar esa pluralidad de enfoques, y eso se ve en el devenir de la media hora que funciona fuera de esa suite de larga duración, acercándose al doom, al stoner y al sludge de manera individual, e incluso a cierto hardcore con “Allergic To Food”. “Working the Ditch” y “Smiler” intensifican el sonido de la doble batería, pero elevan la intensidad guitarrera, mientras que “She’s Got Weird Arms” regresa, en parte, a ese imaginario de los Melvins más circenses. Se completa así un álbum que deja preguntas abiertas en el medio plazo sobre si esta dirección tomada es una más de las múltiples salidas que tiene la rotonda melviniana o si, simplemente, aplaca las ansias experimentales por un tiempo que, sabiendo de su historial, no será muy largo.