Nacho Vegas – La Zona Sucia (Marxhophone)
La Zona Sucia llegaba con la idea preconcebida de ser la continuación natural de su anterior disco El Manifiesto Desastre (2008). Inevitablemente asumimos esta suposición más por lo que nos hemos enterado de las interioridades personales del autor que por alguna notoria coincidencia artística o de producción entre ambos. Sus referencias a la prensa rosa en la canción “La Gran Broma Final” aparentan confirmar que el mismo Vegas es bien consciente de este hecho. Aún cuando con toda probabilidad su opinión al respecto oscila entre la indiferencia, el hastío e incluso, quizás, la guasa. La casi pornográfica transparencia que imprime a sus letras nos convertía en involuntarios voyeurs de sus avatares vitales y por el hábito nos entró el vicio de encontrar las respuestas a las dudas y preguntas que el autor nos había contado en su disco anterior.
Bien, en este sentido confirmamos que la La Zona Sucia no puede desprenderse en ningún momento del recuerdo de su antecesor. Ni mucho menos en el sentido de ser una losa pero sí como referente directo. Es más, tras la primera escucha casi necesitamos recuperar El Manifiesto Desastre antes de volver a ponernos con él. No tanto porque se establezca ninguna clase de diálogo obvio entre uno y otro si no por la curiosidad de recuperar las sensaciones que ese nos dejó y contrastarlas con las del nuevo. De hecho estilísticamente son dos discos con muchos puntos en común. Incluso cuando éste sea el primero que edita bajo su propio sello ya lejos de las alas de Limbo Starr. La auto-edición se nota sobre todo no tanto en la producción como en comprobar que en el fondo Nacho Vegas siempre ha odiado salir retratado en la portada de sus discos. Pero sí confirmamos el prolongadísimo giro hacia el pop que Vegas practica desde el Desaparezca Aquí y que tantos disgustos causa entre la parroquia más acérrima de “sus primeros discos”.
La Zona Sucia, digámoslo claramente, quizás sea su disco menos inspirado. La parte lírica, que siempre ha formado parte importante del encanto del asturiano, se la nota constreñida en una aparente dificultad a soltarlo todo tal y como nos había malacostumbrado. Muchas canciones suenan demasiado genéricas y poco arriesgadas, sin esa pegada y permanente sensación de redescubrimiento de discos anteriores. Incluso le falta algo que al menos El Manifiesto Desastre tenía en buenas dosis: espontaneidad. Dicho esto en ningún momento se tiene la sensación de un mal disco, solo que nos habíamos ilusionado que sería algo diferente. Supongo que cada uno a su manera. Pero cualquiera que haya sido fan de alguna canción suya encontrará este trabajo disfrutable de principio a fin y con muy pocas fisuras. La fórmula Vegas es capaz de ganar batallas hasta como el Cid, en un aparente bastante mal estado. En fin, como dicen, maravillas de la condición humana.