Nick Cave & The Bad Seeds – Wild God ([PIAS])
“Después de nosotros, el dios salvaje”. Eso dijo W. B. Yeats, el poeta y dramaturgo dublinés, durante una estancia en París en 1911, cuando descubrió, con tristeza, que, tras todos los Mallarmé, Moreau o Verlaine, aquella vanguardia literaria a la que él también pertenecía, tan sólo quedaba el vacío del caos. Es la primera referencia a ese dios salvaje que titula la décimo octava referencia de Nick Cave al frente de su banda, The Bad Seeds. Y no se sabe si dicho título viene o no de ahí, pero ciertamente crea una imagen que le pega mucho a Cave, siempre tan metido en la mística y la imaginería religiosa de un modo especialmente visceral.
Como dato curioso, hace nada un fan, un tal Tom, le hacía saber que un poema de su autoría, titulado “A veces un dios salvaje”, jugaba con ese concepto (supongo que era desconocedor de la referencia de Yeats) y le preguntaba a Nick, a través de su conocido consultorio virtual The Red Hand Files, si por casualidad lo había leído. El músico, sorprendentemente, le contestó que sí. Resulta que cuando su mano derecha, Warren Ellis, y él se encontraban en casa de Dave Fridmann (The Flaming Lips, Mercury Rev, Weezer…) mezclando este álbum, barajaban tres títulos, que partían de tres de sus canciones: “Conversion”, “Joy” y “Wild god”. Desechados los dos primeros y pensando en ello junto a Ellis, a Cave se le ocurrió buscar en Google referencias a ese dios salvaje y se encontró el poema de Tom, que le pareció tremendamente hermoso. Pero pensó, “a la mierda, siempre hay algo”. Y así, en definitiva, se ha acabado llamando el álbum.
Lo que he contado quizá sea un poco anecdótico, pero no sé, a mí me parece de lo más asombroso. Sobre todo, porque el disco, pese a lo que prometía, no me ha parecido tan asobroso, aunque no hay duda de que es bueno. Según Cave, este es su disco más “alegre” -si es que ese calificativo se puede aplicar por alguien sensato a la música de este señor- desde hace muchos años. Un álbum que, además, por lo escuchado en sus tres adelantos (la canción titular, “Frogs” y “Long dark night”), parecía traer de vuelta al Cave más intenso y centrado en las canciones. Al Cave de los Bad Seeds. Al Cave que todo su fandom tiene en mente, vamos.
Y efectivamente, el disco es, sobre todo, un disco más de banda que los dos anteriores. Todo el mundo sabe de la gran tragedia familiar que quebró en pedazos la vida del músico allá por 2015. Su hijo Arthur murió en un accidente y eso provocó un período de duelo y de reflexión que se saldó con dos discos, The Skeleton Tree (2016) y el muy celebrado Ghosteen (2019), para los que, al igual que pasó con su ya clásico The Boatman’s Call (1997), contó con su banda sólo para lo imprescindible, dado que quería un sonido lo más crudo y carente de artilugios que fuera posible. Eso, sin contar Carnage (2021), disco directamente hecho a pachas con Ellis.
En ese sentido, todo es diferente aquí respecto de los dos anteriores. Wild God es un disco donde los arreglos a lo grande cobran todo el protagonismo. Están los coros gospel, incluso operísticos en algún momento, que retrotraen a los de Abattoir Blues/The Lyre of Orpheus (2004), las baterías del recuperado, tras una larga enfermedad, para la causa, Thomas Wydler; las cuerdas y sintetizadores, todo causa un gran impacto. Todo es a lo bestia. Lo malo, en mi opinión, es que las canciones, en diversas ocasiones, no son tan bestiales.
Cave tiene su método para componer. En enero de 2023 se sentó en su despacho, como siempre, dispuesto a rellenar su cuaderno hecho a medida de letras e ideas para un nuevo disco, que sería el que traería de vuelta a los Bad Seeds de siempre. Así lo hizo, pero, tal como es su costumbre desde que sus escuderos de antaño, Blixa Bargeld y Mick Harvey, abandonaron la banda y empezó a colaborar estrechamente con Warren Ellis, acudió al estudio con retazos de canción, pequeñas piezas que iría ensamblando junto a su banda, que además para la ocasión se ha visto reforzada con algún colaborador de excepción que trajo nueva sangre, como el bajista Colin Greenwood, de Radiohead.
Así las cosas, lo que se aprecia en el disco es una mayor preocupación por texturizar, por sonar de una determinada manera, a lo grande, que por las canciones en sí. Es un disco que parece más fácil de escuchar que los anteriores, pero en realidad es bastante complejo de asimilar como es debido, resulta algo farragoso llegar al desenlace. Y eso que hay bastantes ocasiones en que la cosa da en el clavo. De hecho, la tanda inicial es incontestable: la apertura con “Song of the lake” es sencillamente majestuosa, la ya conocida “Wild god”, con su tremendo estallido final, apabullante. Algo más relajada, “Frogs”, es también mayúscula, jugando con los sintetizadores y añadiendo elementos que hacen ganar en intensidad otra composición que hace pensar en el Nick Cave de siempre, el monumental.
El problema es que, a partir de aquí, la cosa brilla, pero no tanto. Todo da la impresión de un formato ya visto, pero con envoltorio de oro. “Joy” -una de las piezas centrales del conjunto- en términos de composición es una letanía muy al estilo de las que encontrábamos en Ghosteen, pero repleta de coros y orquestación que la convierten en algo épico. Casi todos los cortes del disco, de hecho, juegan a lo mismo: al in crescendo, a la explosión en el momento adecuado.
Más acertada es “Final rescue attempt”, con unos arreglos de piano que retrotraen a los de Your Funeral, My Trial (1986) o Tender Prey (1988) y aquí sí, la canción se abre a un estribillo bellísimo, algo que, unido a su breve duración, para los estándares de Cave, la convierten en una de las más redondas del conjunto. Algo parecido pasa con “Conversion”, que redunda en la idea de la conversión, aunque más allá de lo meramente religioso, que parece ser el leit motiv temático del conjunto. De nuevo ofrece una apertura de dimensiones bíblicas hacia un sonido gigante, repleto de coros y, definitivamente, celestial.
Así, comenzamos a contemplar al dios salvaje. Y llega “Cinnamon horses”, que redunda, de nuevo, en lo mismo. Un comienzo contemplativo que va derivando, poco a poco, hacia algo más tremendo. El problema es que, todo eso, quizá hace que llegados a este punto del disco, todo resulte demasiado lineal, sin que el aspecto artístico sea cuestionable. Pero sí que, a nivel de disfrute, o de escucha, la verdad es que contribuye un poco a la pérdida de atención. Y es que, al menos a mi juicio, este Nick Cave es el de siempre, sí, pero no el más brillante.
Llega “Long dark night”, otro de los adelantos que ya mencionamos antes. Una canción que vuelve a subir el listón y que recuerda al Cave más clásico. Una mezcla del de Boatman’s Call y Let Love In. Un revestimiento algo más sencillo instrumentalmente hablando para una gran, gran canción. La mejor, si me apuran. Y a continuación, un recuerdo a la fallecida Anita Lane, pareja sentimental y artística de Nick en sus años más punk, que incluso aparece en formato telefónico en la musicalmente algo más discreta “O Wow O Wow (How wonderful she is)”, que pese al juego, algo inexplicable, del vocoder, es una pieza a medio tiempo marca de la casa, sin más interés que el que ofrece, en este caso, la historia que hay detrás.
Y llegamos al final con un “As the waters cover the sea” muy pastoral, de nuevo con coros de iglesia, que redunda un poco más en lo mismo y rubrica un disco que, no me apedreen (últimamente es OBLIGATORIO bendecir todos los discos de Cave como piezas maestras), es muy bueno, pero no impresionante, como sinceramente yo esperaba tras escuchar los adelantos. Hay una gran parte del disco que me parece absolutamente brillante, pero después hay ciertas partes que mantienen una trama quizás demasiado lineal. Y llegan momentos de cansancio, cuando antes, con el Cave más soberano, no llegaban. No obstante, como digo, es un muy buen disco y, sobre todo, contiene la gran noticia de encontrarse de nuevo con el trabajo conjunto de la que es, sin duda, una de las mejores bandas sobre el planeta tierra, The Bad Seeds. Así pues, un nada desdeñable notable, pero no un sobresaliente, como me hubiera encantado poder poner. Aunque eso sí, queda Nick Cave & The Bad Seeds para rato. Deseando ver esto explotar en directo.