Ólöf Arnalds – Innundir Skinni (Houston Party)
Hace tres años, la islandesa Ólöf Arnalds publicaba un primer disco, Vid Og Vid, que hacía las delicias de los buscadores de joyas islandesas y que presagiaba un bonito futuro para esta ex-colaboradora de Múm. En este 2010 Arnalds nos entrega su segundo largo, Innundir Skinni (que se traduce como “bajo la piel”), en el que vuelve a dejar la producción en manos de Kjartan Sveinsson (teclista de Sigur Rós) y en el que certifica su innegable calidad.
La islandesa ha apostado en este disco por arreglos más complejos y profundos, aunque sutiles, que siguen acompañando unos temas cándidos a los que la dulce voz de Ólöf da un aire inocente y muy emocionante. Escuchar este disco es como abrir una caja de música muy antigua en la que los ecos de la tradición se mezclan con la sencillez del pop para conseguir unos temas delicados y sensibles.
Desde que empieza el disco, uno parece sentir la frialdad de Islandia en esos inicios sosegados de las canciones, esa calma en la música, pero cuando la voz de Arnalds irrumpe, clara y sinuosa, pasional y embriagadora, la calidez se apodera de los temas, como en el bellísimo “Innundir skinni”. O en “Surrender”, en el que participa la mismísima Björk con un emocionante coro. A ratos, como en “Vinkonur”, incluso recuerda a esas cantantes de música tradicional japonesa que uno imagina como preciosas muñecas de porcelana.
Y aunque su manera de cantar evoque a Kate Bush o su estilo musical se de un aire a Joanna Newsom, hay algo que la diferencia de ambas y es que las canciones de Arnalds parece que se estén creando mientras las vas escuchando, que se estén interpretando aquí mismo, delante de tus propios ojos. “Crazy car”, por ejemplo, da la sensación de ser un tema que esté siendo improvisado al calor de una lumbre, modesto y mágico.
La modestia es una de las virtudes de este disco. Pero no nos confundamos, no se trata de modestia entendida como mediocridad. Más bien de la modestia del que no necesita grandes recursos para crear paisajes sonoros imaginativos e imponentes y emocionar al oyente. Lo que se viene llamando clase, vamos.