The Cure – 4:13 Dream (Geffen/Universal)
La publicación de Wish (1992) marcó un antes y un después en la historia de The Cure. Desde entonces, la banda de Robert Smith no ha hecho otra cosa que retroalimentarse de su propio legado. Por el camino han quedado giras para el recuerdo, canciones más o menos inspiradas y trabajos irregulares con algunos momentos de brillantez, como el fallido Wild Mood Swings (1996), el oscuro Bloodflowers (2000) o el ecléctico The Cure (2004). Un disco de pop, otro introspectivo y un tercero en el que se recogían prácticamente todas las facetas de su carrera. 2008 nos trae su cuarta referencia en dieciséis años, 4:13 Dream, que marca un punto de inflexión en su sonido, ahora orientando al rock de guitarras.
No es casualidad que Ross Robinson fuera productor de su anterior obra, ni tampoco de que algo cambiara desde la grabación posterior gira de aquél álbum. Desde entonces, convertidos en nuevo icono para los jóvenes grupos emo y rock (Blink-182, My Chemical Romance, Deftones, AFI,…), decidieron prescindir de los teclados y dieron entrada al celebrado regreso de Porl Thompson, virtuoso guitarrista y compañero de Smith desde tiempos inmemoriales y miembro importante en la historia de la formación. Es por ello que quizás sus nuevas canciones tiendan a un rock contundente nunca antes explorado. Aquí no encontraremos momentos que se asemejen al pseudopunk de “Give Me It”, ni al muro de guitarras creado en “Open”, “From The Edge Of The Deep Green Sea” o “Cut”, ni tampoco a la rabia que destilaban “The Kiss” o “Shiver And Shake”, sino ante algo diferente que no ha resultado del todo bien.
El giro empleado en su sonido no ha sido el problema en sí, sino las herramientas utilizadas para ello. 4:13 Dream, es un disco lastrado por una extenuante sobreproducción y un desmedido exceso de efectos (los chimes debieron concluir con “High”, ni siquiera debieron llegar a “Dredd Song”,…) por no hablar de la forma de cantar de Smith, tan excesiva y exagerada en cada una de las canciones. Es una lástima que la romántica, brumosa y atmosférica “Underneath the Stars”, entre lo mejor de su reciente discografía, o que la sencilla pero efectiva “Sirensong” construida en torno a un pedal steel, aparezcan junto a despropósitos como “Freakshow” o a temas tan vacuos y carentes de alma como “The Perfect Boy”, “Reasons Why” o “Switch”. Que los ambientes densos y claustrofóbicos de “The Scream”, el pop de la pegadiza “Sleep When I´m Dead” o las buenas maneras de “This. Here and Now. With You”, tengan que convivir junto al autoplagio insulso de “The Only One” o las irritantes “Real Snow White”, “Hungry Ghost” o “It’s Over”. Pare terminar por conformar un conjunto muy por debajo de nuestras expectativas.