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Thomas Azier – The Inventory Of Our Desire (Hylas Records)

Me gusta mucho la portada y el título del nuevo disco del holandés Thomas Azier; de esas veces en las que te acercas a un disco por un título o por una caratula que te llama la atención no sabiendo la recompensa que te espera. Digámoslo de entrada: la trayectoria de Azier es bastante irregular, en muchas ocasiones con tendencia al histrionismo. Le gusta de subrayar su tonalidad vocal, y sus juegos épicos jugando al melodrama electrónico con disonancias benignas, no están debidamente implementadas en el tempo de la canción. Es querer meter con calzador o una voz de histrión sobre bases que van a lo suyo.

Pero vuelvo al principio. Esta portada de un beso apasionado y este título me daba buenas vibraciones, y aunque no sirva de precedente, esta vez el instinto no me ha fallado, porque con diferencia The Inventory Of Our Desire (Hylas Records, 2023) es el mejor disco de este crooner nativo de Ámsterdam.

Un trabajo en el que se aleja -por lo menos en su primera parte- de la fanfarria y el oropel grandilocuente, para ir al grano en piezas pop de gran belleza tanto en la interpretación como en la ejecución. El disco se abre a lo grande con “Faces” que entronca con el pop de texturas lánguidas de los The Blue Nile, aunque unos arreglos de cuerda y de saxo toman un protagonismo imprescindible para dotar de más músculo a cierta ingravidez de neones. Más o menos en los mismos parámetros se halla la sinuosa narrativa de “Skin & Blister”, con Azer declamando sobre un manto de disonancias que bien podrían recordar al más aventurado Peter Gabriel, o a un Scott Walker no tan hierático y visceral.

Con “Pelechian” llega uno de los mejores temas del disco. Con nuestro hombre entonando con contención sobre un manto de bajos, sintetizadores, y de nuevo saxo y cuerdas para dar con el tema pop casi perfecto. Clasicismo e impulsividad se dan la mano, para dar entrada a otra canción de fuerte calado emocional: “What Does it Mean To Be Free” se abre con el ritmo impetuoso de un piano que avanza sobre bases de loops repetitivos. Por un momento parece que vaya a sonar la voz de Stuart Staples, pero no, es Thomas Azier que canta desde las entrañas una pieza de pop de cámara que bordea los límites de la autocomplacencia, pero se mantiene firme, majestuosa, torrencial.

El blues se puede sabotear sus esencias de muchas maneras. Por ejemplo, con el sonido repetitivo de unos sonidos de saxo y una voz desgarrada, y eso es lo que se hace en la fantástica “Blue Eyed Baby”, aunque, para desgracia de quien esto suscribe, vuelve al redil de la pomposidad con “Donder” -de nuevo enfatizando los sonidos pseudoindustriales-, y en “Slow Revolution” las deudas contraídas con Nick Cave le hacen perder su identidad. Salvando algún escollo, este es un gran disco.

Thomas Azier – The Inventory Of Our Desire

 

 

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