Conciertos

Yann Tiersen – Sala La Paloma (Barcelona)

Debo admitir que antes de jugar el partido, ya lo había perdido. Sabía que con Yann Tiersen en el terreno de juego, mis defensas emocionales quedaban por los suelos y que, hiciera lo que hiciera, contaría con mi aprobación.


Y es que los conciertos de este joven multiinstrumentista bretón tienen tal encanto, que en la entrada deberían avisar al público que lo que va a presenciar no forma parte del mundo real. La música de Tiersen te traslada a un paraíso fantástico, tan bien recreado por Jean-Pierre Jeunet en Amelie, en el que la música invita a dejar volar la imaginación: violines, guitarras, flautas y acordeones imposibles, voces de cuento (que grande es Claire Pichet) y músicos felices. Todo ello mezclado en una hora y media de viaje dónde la única sensación de amargura que te queda es saber que, de repente, todo acabará.


El concierto de Yann Tiersen en Barcelona, ante una audiencia respetuosa, agradecida y tan entregada como yo desde un inicio, fue un recorrido a través de su carrera, dónde no faltaron canciones como «La valse d´Amelie», que abrió el concierto, «Rue des Cascades», dónde Claire Pichet enamoró a más de uno (y de cien) con su voz sobrenatural, «La Rupture», «Le Jour d´Avant», «Le Banquet», «Les Jours Tristes», «Monochrome», «Les Bras de Mer», «Bagatelle», «La Crise»… pequeños oasis que muchos visitamos cuando queremos recrear la agradable sensación de escapar de nuestro mundo y que, en directo, acrecentan ese estado que mezcla tan bien la felicidad con la melancolía. Igual que la música balcánica, esa de la que Tiersen reniega, pero que tan bien define sus canciones: alegría y tristeza unidas de la mano.


Y a pesar de que en el bis una canción improvisada no acabara de dejar un gran sabor de boca, y que se nos hicieran algo largos sus sólos de violín y acordeón, el concierto llegó a su fin con otra de esas imágenes dificiles de olvidar: el músico francés arrodillado delante del escenario, tocando y disfrutando de su piano de juguete, y la sala al completo reunida en torno a él en silencio absoluto.

Un silencio que se rompió en aplausos al acabar uno de los conciertos más brillantes que servidor haya podido disfrutar en su vida. Que no es poco.




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