Tigres Leones + La Estrella de David – Siroco (Madrid)
La semana pasada leí dos entrevistas llamativas, porque, ¡novedad!, sus protagonistas reflexionaban de forma natural sobre la relevancia real del indie. En la primera, titulada “Sus 800 discos han vendido lo mismo que uno solo de Pablo Alborán”, Tito Lesende hablaba con Paco Loco en El País. El asturiano, describiendo su forma de trabajar afirmaba, “hasta el momento he grabado unos 800 discos. Y he producido yo mismo el 99 % de ellos. Entre todos no han llegado al medio millón de ejemplares. Si quisiera ganar dinero me dedicaría al flamenco o a otro tipo de cosas; el indie pop es el género menos rentable de toda la historia de las grabaciones musicales. Mi ambición no es tanto comercial como hacer cosas que me gusten a mí; he producido discos desde 1.000 euros. Si lo hago bien, tendré más trabajo con más gente. Eso me importa más que vender”.
La segunda, en I,Me,Mine!, la respondían Zara Sierra y Xiana Fumega, que acaban de fundar una nueva agencia de comunicación y producción, Desvelo. Zara, hablando sobre el factor humano en las empresas, decía, la del “indie es una industria muy pequeña. Ahora parece que el indie es el nuevo mainstream, pero realmente es sólo apariencia. Lo que sí tenemos es mucha atención mediática, pero eso no se traduce en venta de discos o venta de entradas”.
Para que no nos acostumbremos demasiado a no forzar los debates, El País concluía hace unos días que el “El indie ya no es lo que era”, después de que Luis Hidalgo preguntara por enésima vez a varios periodistas sobre la definición del término que tanto atormenta. El único destacado del artículo era para la interpretación más revisionista del concepto: “Nando Cruz en Pequeño circo cuestiona el indie original por adocenado, clasista y autocomplaciente.” Así que el viernes por la noche, de camino a Siroco para ver a Tigres Leones presentar su nuevo disco, iba tan ensimismado con estas cosas que casi me confundo de camino y me presento en la sede del PP de la calle Génova. Maldito el día en el que en el FIB dejaron entrar a una princesa y nos dimos cuenta de que todo era mentira.
Bromas y discusiones estériles aparte, se trata de hablar de un concierto. Así que volvamos a la realidad que dibujaban Paco Loco y Zara Sierra, y que seguro conocen bien Tigres Leones. Donde vender 500 discos o no perder dinero con un concierto es un éxito, y la música un mero hobby. La versión madrileña de esta realidad, donde prima el entusiasmo sobre los medios, ha sido retratada en varias ocasiones por La Fonoteca en forma de recopilatorio. Tigres Leones aparecen en el de 2012, Madrid está Helado.
Desde aquella primera referencia, los vizcaínos afincados en Madrid no solo se han contentado con sobrevivir a la glaciación de Malasaña, si no que pueden presumir de haber eclosionado con su segundo largo, La Catastrofía (Sonido Muchacho, 2015). Llamado a ser uno de los discos de referencia de este año, se presenta como un ejercicio de lo-fi de inspiración sesentera. Sin embargo, en directo, cualquier amabilidad se queda en el backstage. Sobre el escenario se desata una tormenta de ruido que recuerda a unos El Pardo ligeramente aburguesados. Exprimen al máximo “Buenos días” o “Vladimir (no da igual)”, y el concierto explota cuando La Bienquerida sale a cantar. ¿»Marte», la del vídeo del vídeo de Mahou? No, justo después, cuando versionean a Julio Iglesias. Para cerrar, más calor con Javier Molina de Juventud Juché (“Evacuad Madrid”), y un guiño a El Niño Gusano. No nos olvidamos de Miguel de Alborotador Gomasio, que fue el primero en salir al escenario a echar una mano.
Antes de Tigres Leones un telonero de lujo, La Estrella de David en solitario y acústico. Más nervioso de lo acostumbrado y tan brillante como frágil, comenzó defendiendo Maracaibo (Canadá, 2011). Como a David parecía incomodarle la soledad, y la noche iba de sorpresas, una importante. La resurrección casual de Junco y Diamante para recorrer el “Baix Empordà” junto a La Bienquerida y Joe Crepúsculo. Una noche para recordar.
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