Ciudadano – Libros de viajes (Astro)
Mi primer contacto con Ciudadano no fue buscado. No sabía nada de ellos antes de su directo como teloneros en uno de los shows más emotivos e inmortales que he presenciado: el concierto despedida de Mercromina en Madrid, una de las bandas más dignas de este país, ejemplo sumo de lo que es retirarse en pleno estado de forma y no arrastrándose en un lodazal de agotamiento como tantos otros artistas.
La verdad es que no salieron mal parados ante tamaño acontecimiento; su sutil, etérea y frágil atmósfera brilló aquella noche y desde entonces los tuve en cuenta. Libro de Viajes es su tercer trabajo, tras los casi inencontrables Starsky and Hash -primerizo esbozo de aptitudes publicado en 1.998- y 38 minutos en el Aire –apreciable ejercicio producido por Joaquín Pascual-.
La música de Ciudadano tiene como parientes cercanos los universos de Mazzy Star, The Zephyrs o Red House Painters y como familia lejana el sadcore de Low o Codeine, sin alcanzar la crudeza desoladora de ambos. A pesar de no perder sus señas de identidad, los valencianos suenan menos atmosféricos y ensoñadores en estudio, perdiendo la tensión y la espiritualidad que traslucen desde el escenario debido en parte a una producción plana y aséptica, en absoluto empática con su sonido.
Una propuesta de emocionalismo individualista tolerado, que no trasciende más allá de las cuatro paredes del cuarto y que en ningún momento resulta ni incómoda, ni especialmente arriesgada, ni capaz de clavar muy adentro la aguja hipodérmica de la soledad, la ausencia o la desesperanza. “La Guerra con los Esquimales” o “A Las Afueras” (bellísima coda instrumental la suya) son una buena carta de presentación para abrirse camino entre la audiencia indie post-moderna ajena a todo viaje o mundo que no sea el de sus minúsculas frustraciones.