Damien Jurado – Saint Bartlett (Secretly Canadian/Houston Party Records)
Es curiosa la repercusión que con los dos últimos lanzamientos ha tenido por estos lares Damien Jurado. Primero fue con Caught in the trees (08) y ahora ocurre lo mismo con Saint Bartlett (10), justamente con un par de trabajos que, lejos de ser mediocres, están a años luz de la hondura y destrozo visceral que supusieron obras clave que, ojalá, hubiesen gozado de la misma atención; sirvan Ghost of David (00) o And now that i’m in your shadow (06) como ejemplos más evidentes.
Al menos algo bueno ha tenido esta ampliación de coberturas: una mayor proliferación del de Seattle en directo por nuestras tierras, el verdadero elemento natural donde más se disfrutan y padecen las hermosas canciones de este trovador errante. Tanto solo como acompañado, este hombre tiene una facilidad para conmover pocas veces vista. Es su personalidad tan inconfundible y su melancolía trémula los vasos conductores a los que tanto nos asimos desde nuestro refugio. Estamos de suerte además, pues una nueva gira lo traerá pronto entre nosotros.
Saint Bartlett (10) comienza imponente, elevado, superlativo. “Cloudy shoes” es, casi seguro, una de las composiciones más bellas del año y de la carrera de Damien Jurado. La solemnidad y magia que destilan los arreglos de la pieza nos dejan sin respiración desde la primera escucha. No así el resto de cortes, menos impactantes, pero dueños de una extraña naturaleza que nos avoca a acudir a ellos una vez tras otra para desvelar el enigma que se esconde tras su fachada huidiza.
Y la protagonista de la mayoría de ellos es una amiga muy íntima del compositor que pasó por una época muy dura. Ella ha sido la inspiración para grabar un tema que parece de juguete como “Arkansas”; los temas fluyen más arreglados que de costumbre, con una querencia de pop sesentero en no pocas ocasiones; temas que muestran una gran elaboración de coros y percusiones donde cuerdas, teclados y xilófonos conviven de manera sutil, sin caer en el error del adorno o la sofisticación hueca.
A veces el experimentar con voces y electricidad da lugar a curiosos resultados como en “Wallingford”, o el dar vueltas a las armonías de guitarras le hacen estar cerca de nuestra predilecta Ainara Legardon -“Pear” encajaría a la perfección en su último trabajo-.
Esta intuitiva y expansiva grabación junto a Richard Swift, sin embargo, deja los mejores resultados en el poder imbatible de un simple slide (“Harborview”) o en el particular binomio de voz más acústica capaz de remover los cimientos del planeta con “Beacon Hill”.