Cuéntame una canción: «Estrellitas y duendes» de Juan Luis Guerra y 4.40
Tuve la suerte de ver a Juan Luis Guerra en Barcelona hace ya seis años. Venía a presentar su excelente disco Todo Tiene Su Hora, y recuerdo que leí un artículo del gran Jordi Bianciotto en donde escribía que el dominicano “nos enseñó a situar la bachata en el mapa de carreteras de la música latina, al igual que hizo Carlos Vives con el vallenato…”. Un estilo musical -esa vigorosa bachata que aunó en ceremonia pagana aquella noche en el Sant Jordi– que uno siempre asociará a bodas y comuniones bailando al ritmo acompasado de esa preciosa soflama al amor sin ataduras que es «La Bilirrubina». Ya saben: ritmo pegadizo y versos osados, libidinosos, imposibles a la par que revitalizantes tales como “..y es que la ciencia no funciona, sólo tus besos vida mía”. Juan Luis Guerra es un kamikaze, no me lo pueden negar: aunar versos de barroquismo emocional, reivindicar el rosa como el color eterno del amor, y plantar a dos peces a punto de besarse en la portada del Bachata Rosa (Karen, 1990) es para amarlo u odiarlo. El verdadero artista es aquel que no tiene miedo al abismo. Un servidor lo admira profundamente, y sin rubor afirmo que es uno de los artistas latinos más importantes de las últimas tres décadas. El dominicano, y claro está, a su virtuoso combo 4.40 que es una agrupación de músicos portentosos. En toda su extensa carrera -debutaron con el disco Soplando en 1984- tengo especial apego a dos álbumes que lo encumbraron como crooner de amoríos agitados y de lengua viperina: Ojalá Que Llueva Café (Karen, 1989) y, sobre todo, esa obra maestra que es Bachata Rosa cuyos singles repletos de metáforas eróticas -“…pasarme la noche en vela mojado en ti” cantaba un risueño Guerra en la célebre «Burbujas de amor», un highlight en toda regla-, diatribas en contra del sistema y mucho amor, lograron que las FMs se lo sortearan. El triunfo de una fórmula, de un sello personal. De eso no andamos muy sobrados.
Es complicado quedarse con un tema de este trabajo que inauguraba la temible década de los 90 porque los diez van sobrados de ingenio y modernidad, pero después del hartazgo de escuchar eso de “..y me inyectaron suero de colores eeeey y me sacaron la radiografía, y me diagnosticaron mal de amores ummm al ver mi corazón cómo sufría” a cada momento del día -recuerdo el eco de la voz de mi madre desde la cocina canturreándola en todo momento, porque la música popular está hecha para ser cantada- rebobinaba para atrás el casete hasta llegar a «Estrellitas y duendes». Les diré algo: ¿hay canción pop más romántica y bonita que esta? Empieza a lo grande: Juan Luis Guerra canta alto y claro “viviré en tus recuerdos como un simple aguacero de estrellitas y duendes, vagaré por tu vientre mordiendo cada ilusión”, unos versos que me dejan noqueado, y más tarde sentencia aquello de “no se olvida el idioma cuando dos hacen el amor”. Con 16 años uno es más impresionable, y da pábulo a mil interpretaciones a cual más difusa. Sigo prendido en su encanto. La vida desvela los sintagmas. Versos en consonante, y una banda de ensueño creando la canción de amor más triste y bonita posible.