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Low – HEY WHAT (Sub Pop / Popstock!)

A veces pienso que me gustaría habitar en la mente de algunas personas. Qué es lo que piensan, qué es lo que sienten, qué creencias tienen y cómo éstas afectan en la manera de mirar las cosas. Me complacería hurgar en la masa encefálica, en la red nerviosa que la compone, de Alan Sparhawk, para desentrañar la connotación de sus visiones recreadas luego en sus canciones. Dice John Berger, el gran teórico de la mirada, que cuando empezamos a ver nos damos cuenta de que también nos ven, y en este proceso la mirada ajena y la nuestra se combinan para participar en el mundo visible de la (re)presentación. Una reciprocidad en el acto de ver que nutre mi (su) universo con el espacio exterior. Este hombre de mirada escurridiza y voz en duermevela tiene una capacidad innata para recrear, o mejor, conjurar una realidad onírica, casi fantasmal y enfermiza, hiperexpresiva y condicionada por una pasado oscuro y tormentoso. Una mirada aterradora, cuyo halo seductor llega a su máxima inspiración en este disco magistral.

Con Double Negative (Sub Pop, 2018) coronaron su pico más alto, o eso creíamos muchos en ese momento. Un espacio imaginario alejado de los estándares de herencias del rock que hacen que la nostalgia nos aniquile; la música de Low es un canto a los bienes del humanismo, que me recuerda a ese paraje salvaje, indómito, sin reglas, anegado de aguas turbias y vegetación extraña, que enfoca con su ojo turbador Bertrand Mandico en su libérrima Les Garçons Sauvages, o la hiperbólica mirada al musical pergeñada por Leos Carax en la reciente Annette. En esa obra, Sparhawk esculpía unas canciones que se regían por esas normas que con mano firme ha ido esculpiendo su música en estas casi tres décadas de existencia, pero enturbiando los contornos sublimando un inabarcable marco narrativo y sensorial.

Este colosal HEY WHAT (Sub Pop, 2021), producido por BJ Burton de nuevo, que como sabrán, es responsable de empantanar las canciones de Bon Iver, arranca a girar con la artillería pesada a mano: “White Horses”, se parece a una inmersión en las profundidades del abismo infernal de El corazón de las tinieblas de Conrad, y une el latido de la máquina con el aliento humano. Las pistas vocales cobran mayor protagonismo, y una maraña de ruido entrecortado crea un itinerario que no tiene que rendir cuentas al Loveless (1991) para ser único e intransferible. La nostalgia no tiene cabida en el universo Low, se tiene que insistir hasta la saciedad.

Sin respiro para reponerse de tamaña embestida llega “I Cant’t Wait” que es una letanía reptante a la altura de los mejores hallazgos sonoros del último Scott Walker, y las voces de Mimi Parker y Sparhawk latiendo en lo más profundo de las inseguridades humanas. Un canto gospel para liberar la mente y el cuerpo, con versos de belleza espectral («I’m afraid, I’m afraid/I’m afraid, I’m afraid/I’m afraid. A mistake has been made/ There’s a price to be paid”).

Llega “All Night”, y el viaje a los confines de la noche se lleva a cabo a golpe de ritmos marciales, sincopados, a la manera en que los Portishead se despidieron de este mundo insensible. El latido mortecino de “Dissapearing” es como el reverso aletargado de los loops melancólicos de William Basinski, y nos cantan cómo la mirada se pierde en el horizonte, ese punto en el infinito siempre desconocido. Es el sollozo de un animal herido, mientras que “Hey” narra una despedida que quizás es el comienzo de algo mejor, y el ruido va creando ondas circulares, y te gustaría desaparecer en algún resquicio de silencio. Hay ecos fantasmales a Badalamenti/Cruise y versos que descreen de una realidad que es un simulacro aunque una y otra vez tropezamos con las mismas creencias.

Se llega al ecuador del disco con la cadencia nerviosa, inquietante, de “Days Like These” con sinuosas cenefas de sintetizador que retrotraen a Pink Floyd, y un aura de ritual pagano que crepita al paso de los acordes.

“There’s A Comma After Still” es una breve pieza instrumental de aires psicodélicos que da paso a “Don’t Walk Away”, una joya pop cuya marca distintiva es una formula que no se agota nunca: sentimiento y el crepitar de un manto electrónico hacen que sea una letanía incendiada para amores inquebrantables. Arvo Pärt tendría que hacer una version algún día.

Las guitarras afiladas arañan en “More”, y Parker canta sobre una colcha de loops ruidosos, repetitivos, y expresionistas, y esta maravillosa obra de arte acaba con el rugido amortiguado y confesional de “The Price You Pay (It Must Be Wearing Off”. Sobrecogedor.

Escucha Low – HEY WHAT

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