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Rick Treffers – The Opposite of Never (Rick Treffers Music)

Con Rick Treffers, el artista de los Países Bajos afincado desde hace ya tiempo en Valencia, me ocurre que cada vez que saca un disco me parece lo mejor que ha hecho. Eso es bueno, claro, y más teniendo en cuenta que, aunque este es solo su segundo álbum bajo su propio nombre, cuenta ya con  más de una docena de referencias publicadas entre todos sus proyectos. No es que haya aquí grandes novedades respecto a su anterior álbum, ni tampoco sorprendentes giros estilísticos o líricos, pero la sensación al escuchar la primera vez este The Opposite of Never (gran título, por cierto) es la de estar ante un disco espléndido que necesitas escuchar más veces para ratificar esa primera impresión. A veces el disco en cuestión se acaba desinflando a la cuarta o quinta escucha, agotados ya sus triunfos más evidentes, pero no es este el caso sino todo lo contrario.

Lo que sí sorprende es ver que Rick Treffers sigue autoeditando sus discos y encargándose él mismo de prácticamente todo el proceso de promoción. No sé si es por voluntad propia o falta de sellos interesados. Si es lo último, menuda injusticia y menudo pedazo de artista se están perdiendo. En fin, vayamos a lo que interesa. En este nuevo álbum de Rick encontramos sus típicas canciones de amor, desamor y todo el abanico de sentimientos que acompañan a las relaciones personales. Las letras, en inglés de nuevo, describen todo ese terremoto emocional de una forma a veces más directa y cruda, en otras ocasiones echando mano de frases verdaderamente poéticas. Me encanta cuando, en “Perfect (In Our Dreams)”, repite precisamente esa frase: “todo era perfecto en nuestros sueños”. Ay… ¿A quién no le ha pasado? Con el amor, o con cualquier otra cosa.

 

Las canciones de este The Opposite of Never están trufadas de unos excelentes arreglos, tanto cuando se escoran hacia el pop más luminoso y el soft pop de los 70 (“My wishful singing”) como cuando se pisa el acelerador y se apuesta por ritmos contagiosos (“Hummingbird”). Brillan, sobre todo, cuando se ponen al servicio de esas suaves texturas y melancólicas melodías que son, también, marca de la casa. Por poner un ejemplo, “Showdown” está repleta de matices, de instrumentos escondidos que saltan de repente al primer plano, de espacios instrumentales acogedores, sugerentes, expresivos. Lo mismo se puede decir del resto de canciones, con el añadido de que en pocas veces se repiten los trucos, así que casi en cada tema encontramos giros, sonidos o texturas diferentes. Todo ello producido con gran maestría y cantado con esa soberbia voz de crooner taciturno pero seductor que se gasta ahora nuestro holandés favorito.

Mientras termino de redactar este texto estoy volviendo a escuchar el disco, y sigue desvelando poco a poco sus secretos. No solo no se agota con varias escuchas, sino que crece hasta el punto de que ya no podría escoger una canción favorita: todas ellas se van turnando en el podio y cualquiera podría ser mi preferida según el momento. ¿De cuántos discos actuales podrías decir eso? Dale una escucha y ya me contarás.

 

 

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