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Cora Yako (Sala Copérnico) Madrid 18/10/24

La noche del 18 de octubre en la Sala Copérnico no fue una noche cualquiera, sino una estelar. Con las entradas agotadas desde principios de semana, el cartel de sold out colgaba en la puerta, anticipando lo que sería un concierto inolvidable de Cora Yako. La expectación se palpaba desde antes del inicio, con la sala completamente abarrotada y el público expectante por escuchar el primer acorde. Finalmente, a las 21:45, los focos se encendieron y la banda subió al escenario, dando comienzo a una velada que recorrió dieciocho canciones en algo más de una hora, concluyendo cerca de las 23:00.

El cuarteto mallorquín afincado en Madrid, compuesto por Luis de Oleza (guitarra y voz), Carlos Sennacheribbo (guitarra y voz), Dani Treviño (bajo) y Pablo Gutiérrez (batería), ha consolidado un sonido que se mueve entre el indie pop melancólico y un shoegaze afilado. Cerrando filas con su segundo trabajo, Cora Yako demostró no solo una comunión impecable con su público, sino también una firme reivindicación de un estilo que se nutre de guitarras luminosas y emociones crudas, interpretado con una precisión y sensibilidad que solo el esfuerzo y el talento pueden lograr.

El salto de calidad que ha dado la banda con su último álbum es evidente, tanto en estudio como en directo. La precisión con la que las guitarras se entrelazan y las melodías pop flotan sobre una batería que oscila entre lo explosivo y lo etéreo refleja una madurez que pocos grupos de la nueva escena underground han conseguido alcanzar. Con este trabajo, Cora Yako ha elevado el listón, posicionándose como una de las bandas más prometedoras en un circuito que cada día atrae a más seguidores.

Durante el concierto en la Sala Copérnico, quedó claro que este nuevo álbum ha consolidado a Cora Yako como uno de los nombres más relevantes del panorama independiente actual, en una escena que, en líneas generales, se centra en la reivindicación del sonido de guitarras; un estilo que resurge con fuerza y que ellos representan a la perfección. Entre los asistentes, se encontraban miembros de diversas formaciones, lo que evidenciaba la comunidad de amistad y apoyo que constituye uno de los grandes pilares del movimiento.

La atmósfera del concierto estaba impregnada de complicidad, tanto entre los músicos como entre los espectadores. Uno de los momentos más memorables de la noche llegó cuando hicieron vibrar a los asistentes con algunos de sus himnos más queridos: «Fin de semana», «Beso en un portal» y «A flor de piel». Estas canciones, coreadas con entusiasmo por el público, crearon un ambiente en el que las guitarras melódicas de inspiración noventera se entrelazaban con una batería dinámica, logrando un equilibrio perfecto entre la energía visceral y la nostalgia melancólica. La fusión de las voces de Luis y Carlos se ha convertido en una de sus características más distintivas; su armonía no solo evita la confusión, sino que se complementa de manera fluida,

El espectáculo también ofreció momentos inesperados y emocionantes. Presentaron en exclusiva un nuevo tema que formará parte de su próximo trabajo. Aunque aún no se conoce su título, la canción fue recibida con entusiasmo, dejando claro que la banda sigue explorando nuevos horizontes sonoros. A esta sorpresa se unieron dos versiones que ya han encontrado su lugar en su repertorio en directo: una delicada reinterpretación del bolero «Dos gardenias» y una vibrante versión de «Espíritu Olímpico» de Los Planetas.

Además, hubo tiempo para revivir temas del primer disco, destacando la siempre aclamada «La peor idea de la historia». Uno de los momentos culminantes del concierto fue, sin duda, la interpretación de «Campamento Krusty», un tema que condensó toda la intensidad de la noche en poco más de cuatro minutos. La explosión de energía fue tal que el público no dejó de saltar y corear, mientras las guitarras alcanzaban su punto máximo de saturación y la batería de Pablo Gutiérrez se tornaba frenética. Este tema, junto con el cierre del concierto con «Noche estelar», se convirtió en uno de los picos de la velada.

El final fue apoteósico: pogos, gritos, aplausos y una sensación de comunión colectiva que solo se experimenta en los conciertos más memorables. El directo de Cora Yako es potente, emotivo y envolvente, y la conexión que logran con su público es algo que no se ve todos los días. Con un futuro brillante por delante y un nuevo trabajo en el horizonte, todo indica que esta formación seguirá dando mucho de qué hablar.

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