Absolución. Canciones de Rafael Berrio. (La Veleta)
Rafael Berrio (1963-2020, San Sebastián) fue un genio ignorado. Esta afirmación puede parecer del todo subjetiva, no lo negaré, pero permitidme tal atrevimiento en base a algunas consideraciones objetivas.
La supuesta dicotomía que se establece entre escribir canciones o escribir poesía, en tantas ocasiones confirmada por diversos cantautores como por los propios poetas, es rebatida brutalmente por Rafael Berrio en este libro. La razón es tan simple como rotunda: los textos de sus canciones que aquí se transcriben funcionan perfectamente como poemas al ser leídos.
No menosprecio, por supuesto, el trabajo lírico de un buen tema musical (al contrario), ni mucho menos se me ocurriría escribir que un buen poema puede no funcionar al ser cantado, pues creo entender que todos se escriben sin esa finalidad. Simplemente me veo en la obligación de destacar esta certeza porque son contados los autores que han conseguido este resultado de manera tan clara. Berrio era tan buen poeta como cantautor y en su mente artística el engranaje de las dos disciplinas se complementaba de manera natural al 100%, propiciando un resultado impecable.
Sólo hay que abrir el libro, pongamos por ejemplo la página 132, y leer la letra de «Simulacro», perteneciente al disco 1971 y quizá su tema más «conocido». El texto, doliente y hermoso, resume la filosofía de Berrio y deviene la quintaesencia de toda su preocupación poética, que a su vez es la misma para cualquier persona (si no eres un bloque de hielo o un ignorante); la amenaza del tiempo implacable empujándonos a cuestionar el sentido de nuestra vida: “ Temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro / Como si yo tuviera el don de vivir dos veces. / De haber dejado a un lado la que importa en prenda de una vez futura / y haber malgastado en borradores la presente.”
Y esta cuestión hilvana en sus páginas el gran hilo conductor que recorre toda su obra, desde sus inicios con Amor a Traición hasta el final de su actividad. Se filtra por sus páginas, y por tanto en las canciones, el viejo aroma del derrotado. Puede ser. Sin embargo, la sensación que se palpa es la de una derrota heroica, pues el hombre que escribe sacudido en busca de respuestas levanta barbilla y saca a relucir su orgullo de clase bohemia. Berrio lucha con sus armas, con suave cadencia en el ritmo, usando la rima sin caer nunca en la fácil y utilizando como escudo un lenguaje exquisito y amplio, combatiendo esa “imagen que nos reserva / sobre el tablero la suerte” (Puzzle) sirviéndose de ironía, honestidad y de la misma belleza de la palabra.
Y es que el lenguaje, el amor por la literatura y los libros articulan otra de sus grandes temáticas y se erigen como poderoso elixir de vida. Abundante tinta negra esparcida a borbotones por sus páginas como combustible incendiario y necesario; como razón de ser primera y casi única. Una auténtica tabla para el naufrago… en no pocas canciones existen referencias a autores admirados y a la belleza de la palabra misma, del acto de escribir, del placer de leer, de la fuga encubierta, de la evasión perfecta. En la mayoría de lectores más o menos constantes esta característica provoca la inmediata sensación de hermandad con el autor. Y ese nexo de unión, el que proporciona el amor común y compartido por la literatura, y quizá en mayor medida, la poesía, es irrompible y eterno: “Insomne, insomne, insomne, insomne…/ leyendo en la horas sin nombre…/ leyendo en el alma de otro hombre, / de otro hombre, de otro hombre…/ Insomne.” (Insomne, del disco Diarios, pag. 29)
No lo negaré. A veces, sumidos como estamos en esta espiral de locura , ante tanta certeza de insensata realidad, es difícil mantenerse erguido, y los textos se tiñen de un color oscuro, tremendamente agrio, llegando a doler demasiado. Es entonces cuando se nos presenta el Berrio más crudo y expuesto, que toma de la mano al pesimismo y se deja llevar arrastrándonos en su caída; El mundo real / sigue en sus trece: / Incontestablemente amanece. / No sé para qué amanece. / Amanece. / Amanece, / para qué. Canta en Diarios, por ejemplo. O ya desnudo completamente, entrega sus armas en «Niente Mi Piace», del disco Paradoja; Visto lo visto, / qué hacer cuando ya es suficiente: / fumar y observar cómo el humo se pierde. / Escuchar cómo el tiempo en el reloj transcurre. / Fuera de eso, / niente mi piace, / todo me aburre. Duros versos, necesarios también.
Por supuesto en sus líneas podemos encontrar temática amorosa, pero en el más amplio sentido de la palabra; amor por sus amigos bohemios, por algunos libros, por los yonkis, las prostitutas y la amada. Como siempre, los textos no se pueden leer a la ligera, y en «Santos Mártires Yonkis», por ejemplo, se palpa un amor no sólo por los personajes más desfavorecidos si no por el aroma que emana toda una época, ya pasada, que acaso fue mejor. En ese sentido, y a su manera (pues musicalmente podríamos emparentarlo más con Leonard Cohen), temáticamente puede recordar al Tom Waits de Rain Dogs, aquel que ponía como ejemplo a los perros mojados por la lluvia y privados por tanto del olfato necesario para encontrar el camino de vuelta al hogar. Berrio, como hiciera el genio de Pomona en su disco, los acoge en sus canciones y les rinde homenaje; “Por sus círculos viciosos, por sus rutinas de hierro, por la lucha desigual de sí con sus adentros. Santos… Santos mártires yonquis. Y por el ansia de sus manos y por el frío de sus huesos, y por las pruebas de dolor que en silencio padecieron. Santos… Santos mártires yonquis.”
Rafael Berrio no buscaba la fama ni el beneplácito del gran público de ningún modo. No sé si es muy osado suponer que con poder ir tirando de lo que le daba su obra artística se sentía satisfecho. Realmente deseo que le fuera suficiente con sentirse arropado por los pocos que acudimos a verle defender todas estas canciones en directo, pero en mi fuero interno algo me impulsa a pensar que el pequeño reconocimiento que haya podido tener en vida no es suficiente. Y si leéis estas páginas o escucháis algunos de sus discos, creo que coincidiréis en gran medida conmigo.
Aprovechamos la ocasión para presentaros unas nuevas canciones inéditas de Rafael Berrio, publicadas ayer mismo.
Precioso artículo Berto. Rafael Berrio no es un genio ignorado. Simplemente es poco conocido, como tantos otros. Para nosotros, existencialistas, como toda la gente decente?, su poètica, pensamiento i expresión toca profundamente nuestra alma. Simplemente queremos a Rafael Berrio y nos reconforta.
Tal vez es el autor con más canciones sublimes, si entendemos como sublimes el conectarnos inceíblemente con todo un estado de cosas que nos reconoce. Como tu comentas, la canción «Santos martíres yonquis» es realmente una canción emblemática de una preciosa i precisa descripción. Una maravilla que nos emociona! Tal vez para los que amamos a Rafael Berrio solo sea un don gratuito que nos ha sido concedido y que agradecemos.
Disculpa, tu alusiones a Leonard Cohen y Tom Waits me han resultado frívolas, como suele suceder a
nuestro sentimientos después de una pérdida.
Recomendaria, como tantas otras, la canción «Absolución», genial! Sus referencias literarias a Li Bai y
Omar Khayyam serian imprescindibles.
Grácias.