Albert Serra + Molforts (Condeduque) Madrid 12/10/24
La vieja relación de cineastas y música pasa por varias modalidades. De la interpretación como parte de un alter ego a los David Lynch o Almodóvar, uno puede ir pasando por los binomios fetiche, como los que formaban Dario Argento y Goblin, Herzog y Popol Vuh o, también, Lynch y Badalamenti, o a la propia devoción de promoción y producción, como el Warhol más cineasta o dramaturgo con la Velvet Underground. Pues bien, entre la segunda y la tercera opción se situaría la relación de Albert Serra y Molforts, la de un director de vanguardia apadrinando a un conjunto experimental y al que sacude de vez en cuando con proyectos más allá de la amplia relación profesional que mantienen como hacedores de los sonidos de sus películas.
Condeduque acogió y fue testigo de esa extraña velada. Tampoco se esperaba algo distinto viendo a los protagonistas citados en su teatro, un espacio suficientemente diáfano como para dar rienda a un decorado somero con elementos básicos, aunque de gran impacto. Remarquemos que la reseña de este concierto lleva el nombre únicamente de la formación catalana, y lo hace porque, más allá de la introducción necesaria realizada por Serra, su parte se quedó más en ese apadrinamiento y en esa cuestión didáctica que hacía todavía más apetecible la velada.
Molforts podrían ser lo que quisieran. Esa es una de las grandes ventajas que, todavía hoy, tienen los grupos de su tinte. La mera aplicación de técnicas experimentales sobre los instrumentos analógicos como la guitarra, el piano o la percusión se entrelazan con las posibilidades sonoras de la electrónica. No obstante, esas atmósferas que comenzaron a crearse son señas de identidad de los largometrajes de Serra, lo que lleva a plantearse desde ese momento el sentido imaginario de cómo tratar una banda sonora sin película a la que musicar.
No fue tampoco el caso, ya que el repertorio se ciñó exclusivamente al proyecto basado en las composiciones mayoritariamente de Ingrid Caven, agente del entorno de Fassbinder y con peso creativo, que es quien ha desarrollado el marco conceptual y las letras de un disco que verá la luz pronto. Y de ahí sale este Heidschi Bumbeidschi, formato musical que se presentaba y que se enraizaba en ciertos devaneos audiovisuales previos.
A pesar de la ausencia de la alemana en la sala y de la pérdida de su presencia en las labores vocales, algo que se podrá experimentar en breve en París, el resultado de la propuesta fue una celebración de reminiscencias y estéticas de corte de entreguerras, la de ese cabaret llevado al extremo con un lenguaje cinematográfico que quizá penetrase en demasía en ciertos mundos lyncheanos, aunque sin desmerecer en absoluto su carácter teatral y propio.
La ejecución instrumental de la propuesta fue excelente, para maravillarse con la capacidad técnica de la percusión y la creación constante de entornos de carácter sintético, pero de vocación orgánica. La compenetración absoluta dentro de la pretendida improvisación de Marc Verdaguer, Ferrán Font, Joe Robinson y Enric Juncà fabricó el lecho necesario para que Xavier Gratacós desplegase un intento de acción performativa, donde su vocalización y actitud, navegando entre lo forzado del suponerse pieza teatral o cierta sobreactuación, resultó efectiva en su posición entre el discurso, la narrativa, la Sprechstimme o la entonación dramática.
Fue hora y media de constancia onírica, de una muestra sin reverso más allá de la interpretación sonora que cada uno acierte a realizar, pero siempre mediatizada por una puesta en escena que fue fundamental para recrear las sensaciones dentro de esos paisajes sonoros o entornos que agudizan unos sentidos que estuvieron siempre en guardia, a pesar de situarse en ese eterno letargo de quien ha entrado en una espiral de la que es complicado salir.
Foto Dani Canto (Condeduque)