Conciertos

Arctic Monkeys – Sant Jordi Club (Barcelona)

La primera vez que Arctic Monkeys se presentaron en Barcelona (con un lleno en Razzmatazz) lo hicieron como lo que eran: cuatro jovencísimos músicos, apabullados por su fulgurante éxito, con un primer disco efervescente y descarado. Aún así, sobre el escenario se mostraron muy solventes y profesionales… incluso un poco demasiado serios. Lo del sábado pasado, cuatro años más tarde, en Barcelona, fue otra cosa. Los de Sheffield han crecido y su sonido ha crecido con ellos.

Mystery Jets fueron los encargados de abrir, con el recinto ya bastante lleno. Aunque el set fue un tanto monótono, el sonido fue bueno y la gente disfrutó con sus temas más conocidos (‘Young Love’ o ‘Two Doors Down’  por ejemplo). Además tuvieron tiempo de presentar un tema nuevo del que será su próximo trabajo. Tras media horita de set, se marcharon, se cerró literalmente el telón y tocó esperar mientras los rezagados acaban de completar el aforo de sold-out.

Tras 30 minutos de espera se abrió el telón para recibir a Arctic Monkeys mientras se iba escuchando la atronadora batería de “Dance little liar” y sobre el escenario iluminado en rojo los irreconocibles críos de hacía cuatro años regresaban ahora convertidos en oscuros melenudos. Con mucho aplomo, encaraban la cadencia más pausada que protagoniza su último trabajo y dejaban claro que aquello iba a ser otra cosa.

Aquello fue una demostración de fuerza en toda regla. Los temas más inmediatos de sus trabajos anteriores enloquecieron al público. Así, el recinto casi se viene abajo con las encadenadas “This House is a Circus” y “Still take you home”, “A view from the afternoon”, “Do me a favour”, la coreada “When the Sun Goes Down” y, sobretodo su ¿ya clásico?, “I Bet You Look Good On The Dancefloor”.

Pero fue en los nuevos temas, y a pesar de que en directo no provocan la misma reacción, donde encontramos a los mejores Arctic Monkeys de la noche: la solidez de un sonido más maduro y contundente, Matt Helders enorme (enorme!) a la batería y Alex Turner demostrando que ha aprovechado el tiempo adquiriendo magnetismo y soltura a partes iguales. Los temas “Potion aproaching”, “My propeller” e incluso “Crying lighting” sonaron enérgicos y oscuros, con unas guitarras sacadas del lado más denso del rock.

Tuvieron tiempo de regalar una versión del tema de Nick Cave & The Bad Seeds “Red Right Hand”, de quien Turner se declaró un gran fan, de protagonizar una estupenda interpretación, algo menos sexy, de “Cornerstone” y de mostrarse rigurosos, concentrados y serios. Tal vez, de nuevo, demasiado serios. Y dejaron para el final la traca. Y no me refiero al confeti, que también cayó, sino al bis con “Fluorescent Adolescent” y “505”, para regocijo popular (aunque olvidaron “Mardy Bum” a pesar de que el público la pidió insistentemente).

Gran noche de los británicos a los que lo poco que se les puede reprochar es la pobre dinámica entre canciones, con pausas más largas de lo deseable y poca comunicación con el público (apenas un par de bromas a cuento de una camiseta lanzada desde el público y varios muchas gracias). Aunque en lo musical, que al fin y al cabo es lo que cuenta, intachable muestra de trabajo y derroche de contundencia. Noches de esas que les servirán para cerrar unas cuantas bocas.

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