Ballena – Fuerteamor (Subterfuge)
El tercer largo de Ballena llegaba tras superar el jarro de agua fría que rodeó a su anterior lanzamiento, cuya promo estaba a punto de despegar cuando la pandemia lo mandó todo al garete. Una vez más, demostraron que su amor por la música podía vencer cualquier vicisitud, luchando contra viento y marea para seguir compartiendo canciones, de esas que alumbran un tránsito por la oscuridad, de esas que celebran el poder de una buena melodía para colorear historias de amor, de amistad o de cotidianidad. Y aquí, en el redondo y lustroso Fuerteamor (Subterfuge, 22), hay unas cuantas con las que deleitarse. De varias tonalidades y texturas.
Las hay que atacan de frente, con ritmo palpitante y activando la circulación: “Máquina del Tiempo”, “MApH”, “Mano Rota” o “Semana Ballena”, primer single, constituyen un póker de hits “ballenos” que demuestran cómo han ido puliendo su libro de estilo, para redondear estribillos que miran con gafas de sol a Teenage Fanclub o El Niño Gusano. En sus letras, las de un Miguel Rueda en estado de gracia, hilos de esperanza capaz de levantar la cruda realidad marchita. Crudo y afilado, utiliza la música como vehículo para compartir experiencias que alimentan un bagaje ya considerable, consiguiendo tocar la fibra. La base rítmica resuena rotunda y contundente, mimando cada detalle detrás del que se vislumbra un meticuloso trabajo compositivo. Un claro ejemplo lo encontramos en “La Gracia Clásica”, inspirado relato de una relación tóxica asumiendo con entereza el dolor: “Te voy a hacer un regalo que en tu vida podrás olvidar. Podrás llamarme y verme.” enseña el camino para pasar página y acumular aprendizaje. Todo sobre una base rítmica contundente que remite a Band Of Horses, coros incluidos.
Los medios tiempos como “Dolores” o “Estatua de Sal”, demuestran un crecimiento al aportar texturas más delicadas y buscar el impacto sin prisa, sabiendo atravesar la epidermis y pellizcar donde más intenso se siente. Capítulo aparte merece “Juntos”, con Sixto Jiménez como protagonista, que se erige como una de las canciones más emocionantes de su repertorio. Su estribillo se eleva hasta coronar un clímax apoyado en un solo final de altos vuelos. Y es que estamos ante su álbum más redondo, el que conjuga todas sus bondades resaltando de la manera más lograda sus virtudes como aplicados orfebres del pop atemporal. A todo ello contribuye la excelente producción de Raúl Pérez (búsquenlo en los créditos de artistas de la talla de Pony Bravo, Sen Senra, McEnroe, The New Raemon o de leyendas como Kiko Veneno) en los míticos estudios sevillanos de La Mina. Parece que esta vez, los astros sí se han alineado a su favor para reconocer su tesón y trayectoria ascendente, pudiendo dar el vuelo que el brillante material que ya atesoran, merece.