Damien Rice (Teatro Circo Price) Madrid 20/09/18
La noche del pasado jueves en Madrid había que elegir entre dos conciertos de acento irlandés. Estaban quienes optaban por ver la vigésima vez a U2 -luchando hasta última hora por una reventa a precios astronómicos- y los que elegimos disfrutar por vez primera en la capital con la visita de Damien Rice.
Se puede caer en el cinismo y cuestionar el legado de Damien Rice como si se tratara de poco más que de una almibarada compilación de tonadas de (des)amor, pero para ello sólo caben dos opciones: ser un auténtico hijo de puta o ser una persona lo suficientemente muerta en vida como para negarse a sentir y a emocionarse con aquello que da sentido a nuestra existencia. No caben más posibilidades.
Suelo ir a bastantes conciertos solo. En algunos de ellos, sin embargo, me siento profundamente acompañado, invadido más bien, habitado por dentro de personas inolvidables e insustituibles. Ésta era una de esas ocasiones. El coqueto Teatro Price y su oscuridad acogedora se presentaban perfectos para soltar alguna lágrima cómplice con el encendido trovador. Ninguna vergüenza al hacerlo; más bien son ellas quienes se avergüenzan de nosotros por haber tenido que llegar a llorar por nuestras acciones u omisiones; o quizás se sientan orgullosas por seguir haciéndolo. Pasado reconocido, presente incierto y, quién sabe si también, futuro inexistente se agolpaban a medio camino entre mi corazón y mi cabeza desde que el artista subió al escenario.
Y fue el bardo en solitario quien se presentó sobre las tablas, sin nadie más que le acompañara: sus dos guitarras, un piano y la pedalera de efectos formaban su equipaje, y a buen seguro que fue más que suficiente para conquistarnos. Es cierto que capacidad no le falta para defender su cancionero al desnudo, si bien es inevitable echar de menos los exquisitos arreglos de sus temas y a la añorada Lisa Hannigan –ex pareja artística y sentimental del irlandés- haciéndole esos maravillosos juegos de voces. Con todo y con eso las canciones asomaron valientes, cálidas y con esa tendencia al crescendo tan característica y arrebatadora (Especialmente brillantes en ese sentido florecieron “Amie” y “Elephant”).
Locuaz, divertido y entrañable, a Damien Rice no le faltó dotar a la velada de un sentimiento comunitario con un público que abarrotaba el recinto. Cantamos con él de manera muy bonita los últimos compases de “Volcano” -en tres partes diferenciadas según la posición que ocupáramos en el patio de butacas o en las gradas- y el cantautor folk subió al escenario a una madre con su hijo para que le ayudaran a interpretar con voces una estremecedora “Cold water”.
A veces es difícil diferenciar lo que es música de lo que no porque, efectivamente, con determinadas canciones, artistas y discos, todo es mucho más que sonido, trasciende a las notas, a los ritmos, a los silencios… La música, en definitiva, es la banda sonora de nuestros días, construye lo que imaginamos, perfila lo que vivimos e inmortaliza lo que perdemos. Así, pude deleitarme padeciendo desastres y conquistas perdidas en las espirales del tiempo como «Cannonball», interpretada a capela sin micrófono, con Damien bajando al patio de butacas en total oscuridad, lo que supuso un broche inmejorable; otras más recientes y descorazonadoramente imborrables como «The greatest bastard», tan dolorosa y solemne como siempre, o recién asumidas como «Rootless tree», uno de sus mejores temas interpretados al piano, con permiso de lo bien que suena su nueva canción, “Your astronaut”.
Obviamente, hablo de mi cronología ventricular, que no de la carrera del irlandés. Al final, la vida se reduce a que te pasen cosas. El miedo es a la nada, ésa con la que desayunan tantos y tantas anestesiados por una costumbre rutinaria.
Magnífica interpretación del cantautor, gracias a los comentarios sobre el concierto he podido conocer a este cantante y consultar en youtube su obra, y magnifica la percepción de la obra por parte de Raúl del Olmo, parecía que estaba allí.
Gracias a ambos