Eels (Auditorio de Galicia) Santiago de Compostela 8/09/2019
Luces fuera. Únicamente cinco grandes focos apuntan al público mientras suena a todo trapo la sintonía de Rocky. Y sale la banda, haciendo sonar unas bocinas que amenazan con una puesta en escena singular. Por entre el público llega él: Mr. E, Mark Oliver Everett, agitando una maraca de la que no se apea durante el tema de apertura.
En Santiago, este domingo, Eels repitió casi al dedillo el setlist (y también el show) que viene tocando en su última gira, y que en la Península interpretó en Barcelona el viernes y en Madrid el sábado, en el marco del DCODE. Un repertorio que viene trufado de covers (The Who, Bobbie Gentry, Prince, los Rolling y hasta los Beatles), pero que, sobre todo, se caracteriza por un marcado perfil rockero.
Empezando por el look (todo el grupo con gafas de sol) y acabando por la actitud, Eels no engañaron a nadie y desde el minuto uno (en realidad a partir de la cuarta canción, “Bone Dry”, de su último álbum, The Deconstruction) apostaron por el rock & roll.
“¡Esto es un concierto de rock, no una ópera!”, increpó el líder de Eels a un repleto Auditorio de Galicia que, si bien estuvo más que a la altura en cuanto a aforo y sonido, se excedió en solemnidad (y sillones) a la vista del espíritu de la ya figura de culto.
Pero, a los 56 años, Mr. E parece sobrado de autoestima como para jugar con todo un teatro ahora a ponerlo de pie, ahora a sentarlo para un rato de “some siesta”. Desgañitándose, preguntó con su particular humor si estábamos preparados para una canción suave. Fue el lapso de “relax” ocupado por “I Need Some Sleep” (primera canción en la que cogió la guitarra), “Dirty Girl” y “That Look You Give That Guy”.
Hace 12 años ya de la publicación de su libro Cosas que los nietos deberían saber y poco rastro queda, al menos sobre el escenario, del Everett solo y triste en el mundo.
El de Virginia manejó con salero la pandereta en “Flyswatter”, aporreó el cencerro en “Dog Faced Boy” y estrenó castañuelas en “My Beloved Monster”. Mención especial para la versión tremendista de su hit “Novocaine For The Soul”, que llegó hacia el final del recital.
Siendo reconocibles su carisma y sus dotes como showman, también como bailarín simpático, a veces hasta histriónico, uno no puede evitar pensar en la sobreactuación y en cuánto hay de verdad en el alter ego creado por Mark Oliver a partir de la autobiografía en la que supuestamente se abrió en canal para su público. Sin embargo, todo eso se despeja después de (o más bien durante) casi dos horas de muy buena música, con una banda más que solvente y una innegable calidad vocal por su parte.
Al fin y al cabo, como personaje, tiene todo lo que se le puede pedir a una estrella freak de rock y la catársis de Mark Oliver Everett, hoy en día, aflora en forma de doble bis. Porque las normas, verdad Mr. E, para que van a estar sino para romperse.