Discos

Gasca – Suerte (Discos de Paseo)

En aquella explosión de finales del siglo pasado y principios de este, cuando desde el sello Elefant y alrededores se construía todo un mundo basado en la actualización de los sonidos más melancólicos y lánguidos de los 80, hubo un grupo que lanzó un disco de debut bastante interesante pero del que, posteriormente, poco más se supo. Hasta ahora. Aquel grupo se llamaba Gasca, llegaban desde Sant Feliu pero podrían haber sido donostiarras, y doce años después de Telescopio (Elefant, 2001) regresan con Suerte (Discos de Paseo, 2013).

El sonido de la banda de Carlos Andreu, Oscar Broc y Santiago Canales no ha cambiado demasiado en estos años. Sus pilares siguen siendo los mismos: el tecno pop de los 80, New Order, The Cure, Sarah Records, el Donosti Sound, Carlos Berlanga… Sin embargo, con la ayuda de la producción de David Rodríguez han conseguido enfocar más la mirada y ofrecer un producto muy centrado, equilibrado y consistente, con una solidez melódica y argumental inquebrantable. La voz de Carlos Andreu suena todavía más grave, buscando su contrapunto en las aportaciones vocales femeninas (La Bien Querida, Suzette), pintando las canciones de colores vivos pero melancólicos. Las programaciones tienen tal vez un protagonismo menos destacado que en su debut, pero contribuyen discretamente a la dulzura y elegancia de temas como «Hemos pensado en irnos», «Desaparecer» o «Sahara».

Pero la belleza, la elegancia, la dulzura o la melancolía no son suficientes por sí mismas para elevar un disco a la altura de clásico. Las letras (recuerdo unos mensajes míos en Facebook bastante vehementes al respecto, no hace mucho) son tan importantes o más. Y en este disco, amigos, cada vocal y cada consonante está colocada en el sitio justo. Todas las canciones, casi sin excepción, contienen poéticas y exquisitas referencias al paso del tiempo, a viajes (otra vez Elefant, Donosti, Family), distancias, separaciones, desvanecimientos, olvidos, reencuentros, añoranzas… Prácticamente cada estrofa nos presenta dos cuerpos (o dos almas) separadas (física o temporalmente) que se buscan y no se encuentran y se mandan mensajes desesperadamente románticos («ven«, «llévame«, «atráeme«, «voy a esperarte«…). Un romanticismo que llega a su cúspide en «No me vas a reconocer», un tema que seguramente apreciaremos más los que echamos nuestras primeras lagrimitas de amor escuchando aquellas trágicos recitados de las baladas italianas de los 70 (hablo de grupos como Drupi o Il Guardiano del Faro, reivindicaciones insólitas hoy en día).

Y ya que estamos de confesiones (en agosto hay pocos lectores y al último párrafo llega poca gente, siempre puedo negarlo todo…aunque la hemeroteca no perdona), me voy a arriesgar: en 10 años este disco será tan de culto como hoy es Un soplo en el corazón de Family. Entonces, con media sonrisa y mirada de Sheldon Cooper, soltaré un «te lo dije». Así que aprovecha ahora antes de que se convierta en objeto de coleccionista.

 

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