Howe Gelb – La Pedrera (Barcelona)
Una año más llega a Barcelona «De Prop» (de cerca), el ciclo de conciertos gratuitos y de pequeño formato celebrado en la Pedrera, el emblemático edificio modernista proyectado por Antoni Gaudí.
Era el turno de Howe Gelb y cuando el gigante de arena salió al escenario se hizo el silencio. La lánguida figura del músico de Arizona infunde respeto y esa sensación parece multiplicarse en las distancias cortas. Un extraño halo de solemnidad rodea al de Tucson; no en vano, Howe Gelb atesora una de las carreras más respetadas y solidas de la música norteamericana de los últimos quince años. Pese a su estatus de «grande», Gelb reduce distancias con el público y se lo sabe meter en el bolsillo a base de simpatía, sencillez y miradas de complicidad.
Con la ayuda de una vieja guitarra, un pedal de efectos y un piano de cola, Howe Gelb ofreció un recital para el recuerdo. Interpretó algunos temas de su último álbum ‘Sno Angel Like You como «Get to Leave», «Paradise Here Abouts» o «Howlin’ a Gale» aunque esta vez lo hizo sin el coro de gospel. Aunque recuperó alguna canción de Giant Sand como la estupenda «Shiver», Gelb parecía más interesado en homenajear a los músicos que admira que en repasar su propio cancionero. Así las cosas, le dedicó un tema a Daniel Johnston, regaló al público una desgarradora versión al piano del «Desperate Kingdom of Love» de su amiga P.J Harvey, tocó el tema «Over Jordan» de Papa M (el proyecto del ex-Slint David Pajo) e incluso se transformó en crooner para interpretar el clásico del jazz «Fly me to the Moon». También tuvo tiempo de autoparodiarse y ponerse unas grotescas gafas mientras confesaba al público que alguna de sus canciones se parecen sospechosamente al «Highway to Hell» de AC/DC o al «Hey Jude» de los Beatles.
Los conciertos de Howe Gelb son de todo menos convencionales y pueden llegar a enervar al oyente más ortodoxo. Gelb cambia la métrica de las canciones, las deja a medias para tocar otra cosa o se detiene a media interpretación para afinar su guitarra. Parece que actúa de igual forma sobre el escenario que ensayando en su casa y esa despreocupación controlada forma parte de su inmarchitable magia. Conciertos como el suyo ponen de manifiesto que, cuando los maestros toman la batuta, la música puede ser lo más serio y lo más divertido del mundo. Asombroso.