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‘La época heroica’ de Julio Ruiz: Encuentros con Radiohead

Lo primero es lo primero. Mil gracias por la acogida (me lo dice el jefe Pinazo) al primer manojo de recuerdos que supuso el estreno en este rincón de Muzikalia hace un mes hablando de mis distintos encuentros con Siouxsie a lo largo de las últimas cuatro décadas. La catarata de miradas al pasado de estas líneas de hoy nos llevan un poquito más al presente, pero no tanto. Eso sí, avanzamos como diez años o así. Porque nos vamos a aposentar en un año que para mí es fundamental en el crecimiento y auge de lo llamado (otra definición para el diccionario) territorio indie.

Y es que el año en cuestión es el 92. Y ahí estábamos en nuestro programa de toda la vida dándole cancha a grupos maqueteros o casi. Penelope Trip, Iluminados, Los Hermanos Dalton, Inoxidables, Flow, Strange Fruit y muchos más amén de… Los Planetas. En marzo de ese año nos había llegado su demo histórica, en abril entraba en la lista grande de maquetas grandes de mi programa de toda la vida y en mayo ya era número 1.

Pues, bien, en aquel 92, nos fuimos a Barcelona a ver a un grupo por el que su discográfica (EMI) apostaba y fuerte. El doble cartel no podía ser más atractivo. Las estrellas eran James y los teloneros, Radiohead. Lugar, la mítica sala Zeleste (a ella volvieron ya encumbrados cinco años después Thom Yorke y compañía) el 25 de noviembre. Difícil encontrar un doble programa más atractivo en aquellos albores del crecimiento de la incipiente música independiente.

Llegada al lugar del concierto, pruebas de sonido, entrevistas y no perderse nada de los dos conciertos y hasta tener tiempo de saludar a quienes con el tiempo fueron amigos para siempre (Joan Asens, que creó el festival de Falset, Xavi Font, de Loopside y luego en Dar Ful Ful o Toni DJ Bluetónico).

El magnetófono portátil no desperdició la opción de entrevistar también a Tim Booth (de ahí nace el afecto con el líder de James en todas las veces posteriores que nos vimos) que tuvo esta deferencia (que ya es raro en una banda) cuando habían acabado su actuación y estaban en su camerino en momento de relax, esparcimiento pero también de meditación o así en aroma de incienso y efluvios embriagadores.

Antes quienes se pusieron a tiro de micro fueron los teloneros que aunque tenían bagaje anterior con su nombre primitivo On a Friday con su recién estrenada denominación de Radiohead apenas tenían publicado su EP de debut «Drill» con piezas que luego aparecieron en su álbum de estreno y dos meses antes, en septiembre, se había editado aquel «Creep» en single, que con el paso del tiempo y no sin esfuerzo, se convirtió en principio y fin de todas las cosas. Todavía recuerdo la imagen de Thom a mi lado y sobre el escenario con su melena albina y con un look que parecía un guiño al Bowie Ziggy Stardust.

 

Habían cambiado las cosas (y bastante) para Radiohead en la hora de nuestro segundo encuentro cuando aparecieron como nombre destacado del cartel en una edición del Festimad 1994 distinta a la posterior en Móstoles. Esta modalidad era por salas y la banda actuó (que, por cierto, el sonido no fue muy allá) en una de las plantas del Círculo de Bellas Artes.

Estaba a punto de producirse el gran momentazo. Y lo defino así porque si alguien allende las fronteras españolas se interesó por una grabación de uno de mis programas de toda la vida fue por culpa de… Radiohead.

Mi cómplice volvió a ser Mayte (era AR internacional de EMI Capitol) y aparecerá en otras aventuras que cuente (por ejemplo, Blur) y en el origen de las llamadas g.a.t.o. (grabación a traición original) que estoy pensando que hasta podrían ser el argumento del próximo capítulo de esta serie.

Dejaba una guitarra en un rincón del estudio en donde hacíamos la entrevista y cuando ésta concluía con la mencionada Mayte (gracias de nuevo) como aliada les decía si tocaban algo como si estuviese improvisada (que no, que estaba maquinada) la envolvente. Al otro lado del cristal mi compañera (una señora ya mayor que se jubiló muy poco después) María Oliva que coloca los cacharros de grabación a toda velocidad cuando Thom Yorke coge la guitarra y dice que sí, que toca algo y se arranca con una canción que… no existía todavía, no se había grabado y que estaría en el siguiente disco (The Bends se publicó en marzo del 95 meses después) y que presentó como «Bulletproof». La de tiempo que estuve presumiendo de ese primición (por cierto,como no todo es perfecto, la guitarra quizás suene un pelín alta casi al mismo nivel que la voz del jefe de Radiohead) que me pidieron de emisoras de Francia, Alemania, EEUU y que en algún aniversario desempolvaba para quien no tuviera noticias de semejante fetiche.

 

Luego Radiohead crecieron y crecieron y se hicieron muy grandes, grandísimos pese a… Y es que tengo aún muy presentes sus quejas en aquellos primeros tiempos de la poca bola que les habían dado en UK a diferencia del cariño con lo que les acogieron en EEUU y como volvieron triunfadores a su país en un acto de venganza involuntaria (llegaron a burlarse en la prensa especializada de lo triste que era «Creep») por el aquel de que en casa ajena te tengan que decir lo que tienes en la propia.

Ya se me acabaron los contactos directos periodista/artista. Me queda el saludo a distancia (de los hermanos Greenwood, Colin y Jonny) cuando salían a la grada de Las Ventas en aquel concierto con Low de teloneros (julio de 2003) cuando tocaba presentar Hail to the thief. Todavía paladeo el final con «True love waits». Ah, ¡perdón! y un año antes en 2002 el apresurado choque de palmas de manos a la carrera con Thom en el backstage previo a su actuación en el FIB que para mí está en el top 5 de los mejores vistos en 25 años del festival de Benicàssim.

 

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