Libro: ‘Oídos Que No Ven’ de Mariano Peyrou (Taurus)
Sobre unas premisas ambiciosas se alza el corpus narrativo que ha elegido Mariano Peyrou para reflexionar en Oídos Que No Ven (Taurus). La premisa más importante es que el acto de escuchar música puede verse modificado si antes de ha hecho una labor intelectual previa: si al escuchar un género musical determinado antes se ha elaborado un trabajo de entender lo que se escucha, de contextualización de los sonidos que entran por nuestros pabellones auditivos, de si se ha estudiado la historia del género musical en cuestión, etc. Huelga decir que cuanta más información procesamos sobre cualquier tema, esto nos permite una mayor capacidad crítica y de análisis. Pero la música no solo pone en funcionamiento los intrincados mecanismos del intelecto, sino también activa los resortes emocionales.
¿Qué es la música intelectual? Esta es la pregunta que abre este ensayo y que tiene una complejidad enorme. Peyrou no pretende dar con la piedra filosofal, sino más bien su intención es que el lector le acompañe a través de sus fogonazos teóricos, transitando por autores diversos siempre desde la sospecha continua. Sospechar de todo nos permite avanzar en el pensamiento crítico, activa los resortes de la curiosidad. De esta manera en estas páginas conviven Platón y Aristóteles, John Coltrane y Miles Davis, Diderot y Sun Ra, y así hasta ir tejiendo un ambicioso corpus analítico que tiene mucho de cuaderno de notas de un diletante.
Mariano Peyrou cree acertadamente que somos animales de costumbres, y es por ello por lo que la música es un espacio para hallar algo conocido, unas notas que nos devuelva el reflejo de nuestro habitus (aquí es pertinente hacer referencia al término de Pierre Bourdieu) que compartimos con nuestros iguales, nuestro entorno homogéneo y unos gustos normativizados. El autor respalda la teoría de una apertura de oídos que implique una escucha activa, un cuestionamiento de la razón y los sentidos. Como bien demuestra en numerosos ejemplos, el oyente pasivo muchas veces tiende a calificar un tipo de música como intelectual, y por consiguiente sin alma, cuando no ha hecho un esfuerzo por desequilibrar nuestros marcos de referencia; curiosamente mucha cantidad de música intelectualizada no lo es, porque parte de la base de una pulsión dionisiaca, como por ejemplo el free jazz. Este género que hace avanzar en el tiempo los sonidos del bebop son partituras que parten de la rabia, de la desobediencia, de sentimientos a la deriva. Albert Ayler o Sonny Sharrock, por poner dos ejemplos paradigmáticos del free jazz, reivindicaban el estar fuera de las restricciones del jazz, o como Ayler dijo “escapar de las restricciones que supone tocar notas y entrar en un nuevo terreno en el que el saxofón creara sonido”. Un buen ensayo, en definitiva, para replantearse la categorización entre lo que se entiende por música popular e intelectual.
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