Lori Meyers – La Riviera (Madrid)
La impronta, entre sus múltiples acepciones, puede definirse como una marca o huella que condiciona el comportamiento o incluso la biología de un organismo en determinados contextos.
Los granadinos Lori Meyers pasaron por Madrid el pasado viernes 20 de diciembre, como primer día de sus tres fechas consecutivas, para presentarnos en la capital su nuevo disco llamado Impronta que parece marcado por sus trabajos anteriores. A pocos meses de cumplirse 10 años desde que publicaran su debut, el grupo de Loja continúa llenando salas y pabellones gracias a un directo desbordante.
La cita arrancó puntual y con la sala hasta los topes con el tema «Intromisión», perteneciente a uno de sus álbumes mejor valorados tanto por la crítica como por su público, Cronolánea. Un comienzo instrumental y relajado que, como entrante ligero, preparaba los cuerpos de los allí presentes para lo que iba a venir después.
En la primera parte del concierto apostaron por temas marcados por un sonido de guitarra más básico y puro, adornado con la personal voz de Noni.
Correctos en ejecución, conectaron con el público desde el primer momento. Aunque la calidad de las letras de algunas de sus canciones ha sido discutida por muchos, los granadinos podrían considerarse unas autoridades en la construcción de estribillos pegadizos. Con una versión más acústica de «Impronta» y «Castillos de naipes» con su vocalista al teclado, consiguieron tocaron la fibra de sus seguidores para posteriormente, desatar la locura en la sala con «Una señal», la canción más psicodélica y bailable de su último trabajo.
En el ecuador del directo, se apreciaban los primeros acordes de «Luces de Neón» que fueron reconocidos al instante y tarareados hasta la extenuación. Sonreían, bailaban, bebían cerveza, basicamente disfrutaban y ese efecto se transmitía a los que estábamos presentes. Continuaron con la mítica «Tokio ya nos nos quiere», con un final cargado de guitarras atronadoras, mostrándo al público que también son capaces de hacer ruido, un ruido que de vez en cuando apetece.
Con «Huracán» volvieron a mostrar la fuerza de sus estribillos contagiosos. Era casi imposible no repetir las palabras «busca un lugar donde estés mejor». El sonido de las guitarras muy correcto, a pesar de que se vió entorpecido al final por un sintetizador demasiado chirriante. No obstante, la emoción era palpable y el propio Noni era incapaz de reposar sobre el asiento del teclado.
Después de dar las gracias al público entonaron «De superhéroes», canción con una letra algo simplona pero reforzada de nuevo con unas potentes guitarras. Y después de dedicar al público unas palabras de ánimo (reconozco que tuve que pedir ayuda para descifrar el mensaje, marcado por un potente acento del sur) le echaron «la culpa a la gente» con «Alta fidelidad», bailecito estilo Thom Yorke incluido.
Terminaron brindando con copas de vino mientras tocaban «Emborracharme», con la sala completamente enfervorecida y remantando el espectáculo con lanzamiento de confeti.
Volvieron al escenario tras unos minutos de descanso para mostrar su lado más tranquilo, con la colaboración de Anni B Sweet, entorpecida por varios problemas de sonido: el micrófono de ella y el alboroto del público. Continuaron con un par de canciones bailables «A-sinte-odio» y «Religión» reivindicando literalmente que les faltaba pista de baile (sobretodo a Noni) con «¿Aha han vielto?»
El concierto parecía terminar con la locura desatada de «Mi realidad» con un final dance alternativo, pero regalaron al público una versión navideña de «La caza» de su disco Hostal Pimodan acompañada de nieve de papel.
Derrocharon energía durante dos horas de concierto. Cargaron las pilas de los asistentes para comenzar un nuevo año y contentaron. Cumplieron el objetivo dejando su huella (o impronta) sobre el público de la capital.