Manos de Topo – Sala El Sol (Madrid)
Al observar el público que abarrotaba la mítica sala El Sol de Madrid el viernes por la noche para recibir con lo más merecidos laureles a los gallego-catalanes Manos de Topo, el autor no podía sacarse de la cabeza aquel infame rap de Joaquín Sabina que decía «Y a patita desemboco en la plaza de Santa Ana, para hacer barra fija en otra discoteca, infestada de guiris, bolingas, taquimecas […]«. Ni la ubicación era la plaza Santa Ana (aunque no andábamos muy lejos) ni la sala el Sol se reconvirtió en un prostíbulo en horas bajas, pero sí que el espíritu de esa conocida estrofa del maestro Sabina contenía la esencia de un concierto en directo, que refleja a su vez lo que entendemos como el alma de Manos de Topo. Fuera del escenario lo más variopinto de la ciudadanía madrileña, pijos, parejitas adelantando San Valentín, heteros, oficinistas, dependientes, gays, maduros, jovenzuelos y todos con la fiereza de un hooligan celebrando con igual vehemencia cada canción como si aquello se tratara del esperado regreso de Mecano. Encima de las tablas, el mejor y sino el segundo mejor grupo de artistas que ha parido la música española en esta generación. Un sonido inmaculado, al que nos tienen acostumbrados, que presentó con fuerza la canción que abrió la noche, «Collar de Macarrones», uno de los temas estrellas de su fantástico último largo Caminitos del Deseo (2014). Primer disparo certero y de ahí como una bala hasta el final del concierto. Hora y media que se nos pasaron como si hubieran sido sólo quince minutos.
Al frente de la formación con rotunda figura está nuestro maravilloso Miguel Ángel Blanca, ese nuevo mártir del pop español, asaeteado y venerado con igual devoción cual San Sebastián. Una envidiable voz, una agilidad mental digna de los mejores monólogos del Club de la Comedia meets La Hora Chanante. Y claro, luego, por, para, encima, y sobre todo música. Muy buena música. Los reyes de los losers, los adelantados de la escuela de música, los que no se toman en serio, y resultan ser el grupo más serio, dedicado y recto que he visto sobre un escenario en los últimos tiempos.
Fantástico el juego de voces y la recreación de su propio personaje que sirvió como preludio a «Bragas Bandera» otra de las más celebradas de su nuevo disco. Hubo tiempo para el recuerdo, claro que sí, craso error hubiera sido desaprovechar el histerismo que se desató con la primera de sus canciones antiguas «Tragedia en el Servicio de Señoras», que abrió la veda para que aparecieran en el repertorio maravillas de la técnica como «El Pollo Frito», «Es feo» o «Maquillarse un Antifaz».
Evidentemente, el público no es tonto, cuando a un proyecto se le imprime calidad la gente responde. Todo el papel prácticamente vendido para ese concierto, nos comentaba medio sorprendido Alejandro Marzoa (teclados y metalófono) al finalizar el concierto, «es que sorprendentemente en general hasta los medios nos habéis tratado siempre muy bien y en Madrid el público siempre nos recibe muy bien«, comentaba mientras nos fundíamos en un abrazo de felicitación (uno también tiene su corazoncito de fan fatal).
Y antes de que nos lluevan acusaciones de partidistas en mi descargo he de decir que siempre me acompañan a ver a Manos de Topo, dos o tres amigos a los que se les llena la boca diciendo que Manos de Topo no son su tipo de grupo, pero reconocen que en concierto son muy divertidos. Irreemplazables y grandes músicos añado yo.