Conciertos

Mark Lanegan – Sala Barts (Barcelona)

«Es mejor quemarse que apagarse lentamente». Esta frase extraída de «My My Hey Hey (Out of the blue)» de Neil Young fue la que escogió Kurt Cobain para justificarse en su nota de suicidio. Proveniente del mismo lugar (Seattle) y del mismo opiáceo ambiente (la escena grunge de los 90), Mark Lanegan decidió dejar atrás ese fatal destino y reconvertir su pasado de bala perdida a las puertas de la muerte, en una carrera de crooner capaz de colaborar con artistas de todo pelaje y tendencia y salir indemne de todo cometido.
Una de esas colaboraciones es la que nos trajo al norteamericano a la Sala BARTS de Barcelona. «Black Pudding» (2013) es el trabajo que Mark Lanegan y el multiinstrumentista Duke Garwood vinieron a presentarnos. El tipo que lo toca todo y La Voz, acompañados por una sección de cuerdas y viento que ayudaron a dotar de un ambiente cavernoso y a la vez delicado una suerte de repertorio que permitió al ex Screaming Trees lucir sus cuerdas vocales.

Porque de ello vive, él no necesita decorado, aspavientos, ni teatro, ni demás zarandajas…en cuánto esa presencia, sempiternamente agarrada al micro, exhaló las primeras notas de «When your number isn´t up», supimos que volveríamos a asistir a una velada de altura. Uno, que lo ha visto en múltiples ocasiones, sabe que nunca le fallará. Y el público tampoco.

El setlist era el esperado, un mix de su nuevo trabajo en solitario «Imitations», álbum en el que revisita clásicos de Frank Sinatra, Neil Sedaka o O.V Wright, el citado «Black Pudding», y salpimentado con otros temas de su discografía.
El concierto se dividió en tres secciones diferenciadas. Empezó con piezas de su puño y letra, con atronadora ovación para «One Way Street» de Field Songs (2001). Siguió desgranando temas de «Black Pudding» ya con Garwood a la guitarra, que deparó buenos momentos, como en «Mescalito», pero que fue recibido con menos calidez por parte del público. Lanegan seguía impertérrito, balanceándose adelante y atrás, aullando con esa voz más ajada que nunca y contestando con sorna al comentario de alguno que le pedía más garra al asunto (te equivocaste de sitio, amigo, le vino a decir…). No sé si garra, pero pasión sí le puso el bueno de Mark cuando atacó con la precisión de un cirujano las revisitaciones de «Imitations». Sonaron a la perfección «Pretty Colors» de Frank Sinatra y «Solitaire» de Neil Sedaka – preciosa- y encaró la recta final honrando la memoria del malogrado Lou Reed y su «Satellite of Love».
Para el bis nos tenía reservado el momento cumbre de la fría noche, «Halo of Ashes» de sus Screaming Trees, interpretada sólo con guitarra eléctrica y voz. Excelente forma de cerrar un acto.
 

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