McCoy Tyner: Una leyenda se va
La semana pasada falleció, a los 81 años de edad, uno de esos jazzmen que figuran ya y desde hace tiempo en los libros de historia del género: Alfred McCoy Tyner (1938-2019). Comenzó su carrera musical a mediados de los años cincuenta, pero cuando de verdad despegó fue en 1960, al unirse a la formación que John Coltrane lideraba por aquel entonces, Classic Quartet. Durante cinco años su piano se compenetró a la perfección con el saxofón del líder de la banda. Tanto fue así que, si Tyner se ausentaba, ningún otro pianista lo sustituía.
Tyner, sin embargo, tenía vida propia y siempre simultaneó su trabajo en la formación de Coltrane con su producción independiente. De esos años datan tres excelentes grabaciones, Reaching Fourth (1963), Today and Tomorrow (1964) y McCoy Tyner Plays Ellington (1965), todos ellas con el sello Impulse! Hacia 1965, sin embargo, el saxofonista y él tomaron caminos musicales diferentes y McCoy Tyner abandonó el grupo. Eran tiempos en los que el jazz estaba experimentando en busca de nuevas formas de expresión y la que Coltrane eligió – un jazz vanguardista y atonal – no se ajustaba demasiado a la forma de entender la música del pianista de Filadelfia. Eso y que con la reciente incorporación de un segundo batería (Rashied Ali), la percusión ahogaba casi por completo el sonido de su piano.
A partir de ese entonces, Tyner entra de lleno en la era post-bop, intentando mantener un estilo propio. Se unió durante una temporada a Art Blakey y sus Mensajeros del Jazz, pero en 1967 graba The Real McCoy, un álbum de referencia y comienzo de una serie de trabajos liderando su propia banda, para el sello Blue Note. A pesar de todo, son tiempos difíciles, los ingresos se reducen e incluso llega a contemplar la posibilidad de abandonar la música. Sin embargo, con el cambio de década, el jazz busca nuevas fuentes de inspiración en África y Oriente, y Tyner, cogiendo aire una vez más, hace otro tanto. Cambia de discográfica y graba Sahara (1972) con Milestone Records, disco que le afianza como compositor. Experimenta con nuevos sonidos e instrumentos – clavecines o armonios – y hace un jazz innovador, pero al mismo tiempo alejado del free y del fusion (nunca quiso pasarse al piano eléctrico) que imperan en esa época. Para cuando acabó la década, el crítico Gary Giddins lo consideraba el pianista más influyente del momento (The Village Voice, diciembre de 1979).
Durante las décadas siguientes su producción se multiplica y si hubiese que destacar alguna grabación, nos quedaríamos con McCoy Tyner with Stanley Clarke and Al Foster (2000, Telarc), disco que incorpora acordes procedentes del blues, funk y la música latina.
A lo largo de su carrera musical llegó a acumular 74 grabaciones como líder de su propia banda, más otros 28 formando parte de Classic Quartet, de Coltrane y dos docenas más con muy diferentes músicos. Como resultado, llegó a ser una figura respetada y emblemática, casi diríamos que imprescindible para comprender el jazz de la segunda mitad del siglo XX. Puede que sea una frase muy utilizada, pero en su caso es completamente cierta: McCoy Tyner se va, pero su legado permanecerá durante mucho, mucho tiempo.