Entrevistas

Nacho Vegas

El compromiso es uno de los pilares fundamentales de la vida


 
Con Nacho Vegas, no se entrevista a un músico, se habla con una persona. Y es que, en estos tiempos convulsos y deshumanizados, no existe mayor virtud que ser persona.
 
Con motivo de la publicación de Resituación (14), tuve la suerte de compartir cervezas y conversación con el asturiano, una charla que fluyó en torno a la consciencia personal y a la conciencia colectiva, eje que vertebra el difícil equilibrio entre el yo-individuo y el yo-mundo.
 
Tus seguidores estábamos acostumbrados a ver nuevo material tuyo prácticamente cada año; desde la publicación de Cómo hacer crac en 2011, no teníamos nada nuevo. ¿A qué se ha debido este mayor lapso de tiempo hasta llegar a Resituación (14)?.
 
Es verdad, yo también lo pensé mucho y no me lo habían preguntado hasta ahora. Tiene que ver con que, después de la gira de La zona Sucia (11) y de Cómo hacer crac (11), habíamos tocado más que nunca y eso me agotó un poco. Me quise tomar un tiempo, no sé, tuve mi momento de crisis. Empezaba a ponerme nervioso en los conciertos, a no disfrutarlos. Encima, estar de gira te impide hacer canciones nuevas, al menos a mí. Paradójicamente, cuanto mejor te va, es cuanto menos tiempo tienes para hacer material nuevo. Decidí parar. Enseguida empezaron a surgir después, pero sí que tuve un poco de miedo de decir «no voy a hacer más canciones».
 
Tras algunas escuchas de Resituación, la palabra que me viene a la cabeza para definirlo es necesario, sobre todo en estos tiempos de expolio por parte de los distintos poderes en cuyas manos estamos. ¿Piensas que existe una deuda en los artistas independientes de los 90´s de influencia anglosajona, quizá algo más alejados de la realidad en su momento, que provoca denunciar esta situación o es algo que surge desde dentro?
 
Una cosa no quita la otra. La urgencia de la realidad es mucha ahora, pero en los 90´s también existía, no se vivía precisamente de puta madre. Quizá no había esa necesidad tan perentoria. Han pasado los suficientes años para poder verlo con perspectiva y cierta autocrítica. No tanto por haber mirado hacia otro lado, en ese momento ya me sentía muy próximo al colectivo Ladinamo, una especie de oasis en Madrid, ahora hay mucho más movimiento colectivo; pero sí por haber perdido la oportunidad de haber creado una escena que fuera una alternativa de verdad al mainstream con una colaboración entre los distintos sellos, promotores, etc. Esas batallas todavía las vivimos ahora y es una pena. En la música hay que cambiar muchísimo y tomar como ejemplo otros movimientos sociales.
 
El adelanto al disco, «Actores poco memorables», presenta una serie de estereotipos que se dan cita en esta gran farsa social: el conservadurismo rancio, los «progres» que viven bien, el servilismo, etc. Más allá de los grandes responsables de esta precariedad en la que andamos metidos a todos los niveles, ¿existe una parte de culpa en todos nosotros por esta situación alcanzada?
 
Hay una parte, pero no: en realidad hay un discurso hegemónico que lo que quiere hacer que creamos es que la responsabilidad es exclusivamente individual. Igual que el mérito de lograr algo, cuando en realidad para conseguir llegar a hacer cosas, hace falta siempre un colectivo.
El compromiso social hace años era visto por determinados colectivos cercanos a la música independiente como algo rancio, algo que devino en mero hedonismo. ¿Esto es algo que está cambiando?
 
El discurso de la transición nos vendió mucho el buen rollo y la modernidad mientras se reprimían fuertemente los conflictos laborales en los 80´s, existía una destrucción completa de tejido social, privatizaciones, etc. Y así hasta hoy. Mientras, se vendía que todo iba bien con distintos discursos: el buen rollo primero, la meritocracia después y, finalmente, con el «somos clase media». Cuestionar todo esto desde la música era visto como algo tabú. Afortunadamente, esto está cambiando, pero bueno, a mí me siguen acusando de panfletario ahora.
 
Al hilo de todo esto, pareciera como si no existiese la conciencia de clase, como si fuera algo desfasado, mientras muchos trataron de convertirse en los nuevos ricos.
 
Realmente, hubo un triunfo de la ética individualista fruto del capitalismo más salvaje que desmovilizara a la gente y que la hiciera perder esa conciencia de clase, que hablar de la lucha de clases fuera visto como un discurso de la vieja izquierda. Se inculcaba el poder aspirar a ser una clase media que no dejaba de estar instalada en el precariado y en las peores condiciones de clase trabajadora por mucho que presumiera de tener un determinado puesto. Y esto desmoviliza mucho. Ahora, tras haberse caído esto por su propio peso también, con todos los nuevos movimientos sociales, se está deslegitimando y dejando patente que la lucha de clases está más vigente que nunca y que la desigualdad ha crecido enormemente.
 
«Indefensos», el tema instrumental que abre tu nuevo trabajo a las formas de Actos Inexplicables (01), me hace pensar en la violencia, yo diría hasta explícita, que ejercen sobre nosotros políticos, banqueros y demás clase dominante. ¿Cómo se puede luchar contra ella?
 
Pues precisamente siendo conscientes de nuestra vulnerabilidad y de que si creemos que todo lo podemos hacer por nosotros mismos, vamos a estar más indefensos que nunca. Hay que tomar conciencia de lo común y auto-organizarnos luchando de esa manera. Somos seres interdependientes y, sin embargo, nos vendieron mucho eso de la autosuficiencia y que, de adultos, hay que buscar la independencia y ser libre, pero al final, estos conceptos perversos de libertad lo que hacen es encadenarnos mucho más.
 
Resituación es un disco con unas señas de identidad muy claras, muy adscrito a lo que es Gijón. El enclave geográfico en tus obras es evidente. ¿Podrías hacerme un paralelismo entre Madrid y Gijón, bajo mi punto de vista las ciudades más recurrentes en tu obra, diciendo qué cosas te aporta cada una y lo que cada una significa para tu obra?
 
Es una pregunta bastante difícil ésta. La ciudad está muy presente siempre. Y esas dos, más. Cada una con una visión muy diferente. En Gijón ocurrió algo que marcó mucho a mi generación. La gente de mi edad se tuvo que ir de Asturias. Quedamos cuatro porque no había trabajo. Eso provoco un vacío que impidió crear una escena cultural en una ciudad que tenía todo para tenerla. De esto hablo en «Ciudad vampira», de una ciudad triste que se puede reparar, pero en la que se ha creado mucho daño por efectos de la reconversión industrial de los 80´s. Para mí Gijón está expresada en esa ciudad. Y lo que ocurre en ella, sé que pasa en muchas ciudades parecidas. Paralelamente a esto, pude estar mucho en Madrid donde ocurría justo lo contrario, una especie de Torre de Babel donde se juntó gente que venía de provincias, gente desplazada de su sitio, huérfanos en una ciudad extraña donde buscarse una comunidad que le permitiera tener una raíz. Madrid siempre ha significado la oportunidad para mí que no podías tener en ciudades pequeñas como Gijón de hacer cosas en común alzando la voz.
 

 
Siguiendo con esas señas de identidad locales, en Resituación hay dos canciones dedicadas a artistas asturianos, por un lado «Rapaza de San Antolín» dedicada a la cantautora Lorena Álvarez y «Adolfo Suicide» dedicada a Adolfo P. Suárez. Cuéntame un poco cómo surgen ambas.
 
Bueno, son dos canciones de admiración, incluso la de Adolfo una canción de amor en cierto sentido. En ambos casos, tanto lo que hacen como su personalidad, son fascinantes. Son canciones con protagonistas muy claros, éste es un disco de personajes perdidos en su propia soledad, de muchos claroscuros, estas canciones son el contrapunto, la hipérbole de todo eso, los actores más memorables sin lugar a dudas.
 
Recuerdo haber leído de ti en una entrevista hace muchos años que eras una persona bastante mitómana con el mundo del rock, pero de una forma sarcástica, hasta llegar a ser desmitificadora. También me gusta la forma en que desmitificas tu figura, de la imagen que se crea desde fuera, como diciendo, «pero qué os pensáis los demás, si soy uno más».
 
Sí, sí, es un poco eso. Cuando empecé a hacer música se hablaba ya del malditismo y me parecía todo un poco absurdo y ridículo porque todos los malditos han sido siempre estrellas que vendían mucho. Te reías de ello un poco. Y aparte, me gusta mucho el rock y la literatura del rock, pero sus protagonistas siempre se te caen a lo mínimo que lees sobre ellos. Todo es bastante cutre y truculento, y eso precisamente es lo guay, porque si te crees de verdad todo esto, es muy peligroso, la mitificación y el excesivo culto a la personalidad, es uno de los mayores enemigos de la música que hay porque dejas de hacer cosas interesantes en cuanto levantas los pies de la tierra. Y esto es algo que no se critica lo bastante en el rock porque a todos nos gusta leer estas cosas truculentas.
 
La forma en que introduces el humor en la tragedia, frente a la solemnidad que otros profesan, me interesa mucho. Pienso que, detrás de una sonrisa, ocurren las cosas más terribles a veces.
 
Sí, el humor es una herramienta poderosa con la que enfrentarnos a las cosas más dramáticas. Pero también se puede utilizar de una forma más reaccionaria para esconderte de ellas y con una distancia que te permita ser cínico; y eso es un error en lo que otras generaciones cayeron abusando de este tipo de recursos. Pero yo lo utilizo de otra forma, claro.
 
Otra variable en tus canciones es la aparición de la soledad. Es un tema que me llama la atención. ¿De qué forma te marca la soledad al componer? Y, por otro lado, ¿qué faceta de la soledad te obsesiona más, la reconfortante y necesaria o la acechante?
 
La reconfortante es necesaria para todos a veces. En inglés se tiene «solitude» y «loneliness», en asturiano también existe esta distinción, aunque no se utiliza mucho; la primera sería un poco la elegida, y la otra la que implica desamparo. Ésa de no tener donde agarrarse y sentirse indefenso, es la que más me obsesiona y creo tiene una solución: ser consciente de nuestra vulnerabilidad y descubrir que somos seres interdependientes que nos necesitamos unos a otros. Por eso los personajes de mi último disco y de mi obra en general son personajes solitarios de este tipo.
 
Además, creo que los trato con bastante compasión. Por ejemplo, me da un poco de rabia con «Actores poco memorables» como estos personajes reconocibles y de trazo grueso de los que hablo con cariño, algunos me han dicho que hablo del típico facha y demás, y realmente no está siendo la visión del típico facha al que critico, está visto con cariño, la mirada a un tipo solitario que habla con su calcetín.
 
Quizá es más ácida la visión hacia los típicos progres que se arrepienten si no van a votar…
 
Pero es una mirada compasiva porque al final se siente un poco culpable…
 
Sí, pero en las conversaciones sociales es donde suelen sentirse culpables, para decírselo a los demás o buscar el perdón con ello…
 
Sí, sí, pero mi mirada es compasiva, que no te digo que esté exenta de cierta crítica y acidez, precisamente por eso llega a aparecer un personaje inspirado en mí.
 
Otra cosa que quería comentar contigo es el hecho de observar como según vamos envejeciendo, o discurriendo mejor dicho, cada vez estamos más cansados de nosotros mismos y, a la vez, aburridos de todo, una contraposición que me llama la atención. Tú, con respecto a la música, ¿es la forma en que huyes de estas amenazas?
 
Sí, probablemente la música sea una de las cosas que utilizo para ello. El título del disco, Resituación., el concepto es ése. Saber cambiar el foco, reaprender a ver el mundo de otra forma para no acabar cansado de ti mismo y de todo.
 
En la música, por ejemplo, Siempre he tratado de huir de algo que he escuchado mucho en otra gente, esto de «ya no escucho nada de rock», «ya nada me sorprende», basta con hacer el esfuerzo de resituarte para descubrir que cada vez tienes más música que no conoces, cuanto más envejeces, como decías tú, descubres más cosas que puedan emocionarte e ilusionarte de una forma como cuando tenías quince o veinte años y escuchabas música, pero para eso hay que hacer un esfuerzo diario de intentar, no sé, dejar que las cosas te emocionen, estar un poco abierto a que te entren y no encerrarte a ti mismo.
 
Pero, ¿cómo crees que se consigue esto? A mí a veces me dicen, «joder, es que parece que te estás obligando a hacer esto o aquello realmente». Esos empujones ¿se encuentran fuera de uno mismo o son pulsiones internas?
 
Depende de uno mismo, pero no veo malo obligarse a las cosas. Es verdad que esa emoción a la que apelamos está mucho más presente cuando eres más joven, más inocente. Al final, la mirada se endurece, estás más maleado, y es más difícil que las cosas te emocionen como antes. Entonces, hay que buscar obligarse. Es como cuando adquieres un compromiso con cualquier cosa de la vida con una relación, con tu trabajo, con la política. Para mi el compromiso es uno de los pilares fundamentales de la vida. Este compromiso exige hacer cosas que no querrías hacer, por eso es un compromiso, no una elección puramente personal. Esas cosas a las que te ves obligado a hacer sabes que son cosas necesarias para tener una existencia más sana y más abierta y al final que fluya más esa emoción.
 
Yo lo veo mucho en mis amigos que están empezando a tener hijos, es un compromiso muy radical, tomas conciencia de que tienes que desplazar la mirada de tu ombligo hacia otra persona. Nadie quiere cambiar pañales, pero lo haces por algo mucho más importante que tu insignificante existencia. Esta pulsión del compromiso la tenemos dentro, pero necesitamos que se proyecte hacia fuera para que otra mucha gente te agregue en ello. En el trabajo pasa lo mismo, que todo el mundo esté ilusionado para lo mismo, para que las cosas salgan bien.
 
Hablábamos antes de conciencia. Vamos a hablar ahora de consciencia. ¿Somos conscientes del mundo en que vivimos? Por desgracia en el día a día uno se encuentra con gente que tiene una inconsciencia completa de lo que está pasando, los típicos de «mientras sea a mi vecino al que le pase y no a mí»…
 
Absolutamente, sí, sí. Pero esto también se adquiere. A veces no sé cuál es el límite entre la consciencia y la conciencia. El discurso de «los seres humanos somos así», ese determinismo de toda va a ocurrir porque tiene que ocurrir me lo he encontrado mucho. Pero si alguien adquiere consciencia, es muy difícil que emprenda el camino de vuelta a la inconsciencia. Hay gente que parece que mira de recelo cuando alguien de repente adquiere esa consciencia como diciendo «mira, ahora que le tocan lo suyo, se da cuenta», pero bueno, si sucede esto, no está mal porque, de verdad, ya te digo que es difícil el camino de vuelta.
 
En otro orden de cosas, me gustaría saber si vas a participar en el nuevo trabajo de Xel Pereda con Lucas 15 y también cómo quedó en esta ocasión fuera de la Trama Asturiana que te acompaña musicalmente en tu nuevo disco.
 
Sí, la semana pasada presentamos en Gijón los nuevos temas. Cuando dejamos de tocar tras la gira de 2012, creo que Xel también acabó un poco agotado como yo. Él quería centrarse en el disco de Lucas 15 justo cuando yo quería arrancar con el nuevo y amistosamente dijimos «cada uno a lo suyo». Encontré a Joseba por suerte que es tan buen músico como él, con un estilo distinto, pero igual. Xel está grabando todo él para Lucas 15, salvo algunos arreglos de cuerda, y yo creo que cantaré en unos tres temas.
 
Quería comentarte también que aprecio en tu obra cómo paulatinamente el espesor dramático más formal, ha dado paso a otro espesor en el contenido universal y en la gravedad de la situación colectiva, en el problema social resumido en que estamos hechos polvo todos.
 
La verdad es que sí. Me lo dicen mucho. Incluso con críticas algo negativas en cuanto a la simplificación musical. Fui desplazando en las letras el hecho de que partieran todas del yo un poco al nosotros, a utilizar más la tercera persona lo que permitía quitar las capas de gravedad a las canciones, las melodías son menos retorcidas…
 
Es como si hubiera habido una transmutación del yo-individuo al yo-mundo…
 
Sí, ya a partir del segundo disco, desde los sentimientos íntimos y dolorosos ya pretendí que mi yo estuviera más en contacto con el mundo real siendo algo catártico. Las personas que surgen en mis discos viven en un mundo muy real. Nunca me interesó el amor en el sentido puramente romántico o las canciones escapistas, que me gustan mucho, pero yo nunca las cultivé, siempre he necesitado que la primera persona estuviera muy en contacto con la realidad.
 

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