Sidonie – Catalan Graffitti (Sonido Muchacho)
Para nuestra suerte, a pesar de los pesares, y los riesgos que amenazan desde ciertas poltronas políticas, las lenguas cooficiales cada día resuenan con más familiaridad en nuestra escena y Sidonie no querían ser menos.
Como saben, la banda catalana nació cantando en inglés, herederos de una tradición anglosajona que se filtraba en sus pegadizos estribillos de pop, rock y psicodelia. Así llegaron Sidonie (2001) y Shell Kids (2003) hasta que con Fascinado (2005) cambiaron al castellano y terminaron de explotar hacia ese pop que les ha traído a nuestros días.
Con Catalan Graffitti, Axel, Marc y Jesús dan ese paso que llevaban insinuando años: abrazar su lengua madre en 12 nuevas canciones. Y lo hacen sin convertirlo en un gesto al que haya que dar la mínima importancia; ha sido un paso natural de como dicen, hace que utilicen el catalán como “un instrumento más”. Desde el inicio, con “Et puc odiar molt més”, ya queda claro que esto no va de postureos identitarios, sino de volver al origen sin perder la esencia 100% Sidonie: Esa mezcla de frescura y melancolía que tan bien dominan.
Catalan Graffitti tiene un toque íntimo que emerge en momentos como “Sé”: ese narrador que dice convertirse en árbol —raíces, memoria, crecimiento— muestra unos Sidonie que ya no necesita envolverse en psicodelia para emocionar. Lo mismo pasa en “Cançons que maten”, donde juegan a ese pop suave que se va colando sin hacer ruido, pero que termina enganchando. También hay momentos más juguetones, como “Ets Itàlia” o “El cap ple d’ocells”, canciones que conservan esa luz tan suya, aunque sin caer en el desenfreno de otras épocas. Ya no lo necesitan.
Todo el disco tiene ese aroma: el de un reencuentro, el de una mirada atrás de las que dejan una sonrisa; la de un grupo que decide bajar un punto las revoluciones para entregar una buena colección de melodías de altura («OVNI 84», «Baby, Baby»), y cantar con amor a lo que les emociona, desde The Beatles, a la Barcelona que los formó, a las amistades y a los pequeños símbolos que uno acumula sin darse cuenta (“Aquesta nit és la nit”). Ni tan mal.

