Viento Smith – Viento Smith (Subterfuge Records)
Resulta complicado abstraerse de todo lo que se ha exprimido Ricardo Lezón con McEnroe y analizar desde cero el repertorio de canciones que presenta ahora con Viento Smith. Su bagaje es el bagaje de todos. La tarea es más difícil aún cuando, en este proyecto alternativo, es él quien compone e interpreta unas canciones que, al final, parecen y deben de tener el mismo origen profundo y honrado.
El debut de Viento Smith, la vida paralela de Lezón en Sevilla junto a David Cordero (Úrsula), Nacho García (músico de Marina Gallardo) y Raúl Pérez (The Baltic Sea), es más vida perpendicular que paralela, de hecho. Viento Smith y McEnroe se acaban cruzando, aunque por caminos distintos, para confluir en los mismos estados de paz y desahogo vital. Grabado en La Mina hispalense (donde ya se materializó Las Orillas de McEnroe), la principal fuerza del disco de Viento Smith estriba en la riqueza instrumental con la que se cuecen todas las canciones; teclados, sintetizadores, instrumentos de viento como la trompa y el clarinete, xilófonos, cajas de ritmo,… todo con la mano del propio David Cordero, que ya produjo «La veleta» de McEnroe.
La ópera prima de Viento Smith tiene poco más de media hora de vida; sin embargo, su recorrido se extiende mucho más si la predisposición es la adecuada. Las seis canciones del disco, ensoñaciones valientes entre el folk desabrigado y la intimidad electrificada, exigen pararse un momento y decir: «seguid vosotros, luego os alcanzo«. Los paisajes electrónicos y la fragilidad ambiental instrumentada de «Donde los aviones», «Tú, Stendhal y yo» o «Sólo nos queda el viento» requieren en el oyente el desmarque de la vorágine moderna y un esfuerzo de dedicación integral. Sin excusas. Cualquier despiste puede suponer el fracaso absoluto: no del disco, si no de la experiencia. Sólo así se puede apreciar y afrontar la humanidad de Lezón que, en «Soplar la herida» o «En aquel tren», vuelve a ejercer de cantante desprovisto de artificios.
El debut de Viento Smith es un trabajo corajudo y exigente, como lo es la forma en la que su cantante se acerca al micrófono. La primera palada para un género poco explotado en este país tan entregado últimamente al hedonismo instantáneo de las bandas de festival veraniego. Buena cosa será si cuaja. De momento presenta una notable avanzadilla.