Conciertos

Kitty, Daisy & Lewis – Sala El Loco (Valencia)

La última vez que pasaron por Valencia estos tres hermanos me los acabé perdiendo por esperar hasta el último momento. Agotaron entradas, si no recuerdo mal, un domingo por la tarde en la misma sala en la que sí los vi el sábado. Otra vez se llenó El Loco. Si no se agotó el papel sería por muy poco. Algo tienen los Durham que consiguen movilizar a Valencia cada vez que vienen. Y no me refiero sólo a la asistencia.

Anoche, quién sabe si por el genio de estos tres jovencitos o por la propia música en sí, el público de valenciano no languidecía plácidamente al otro lado del escenario (conste que servidor es el primero). El concierto de Kitty, Daisy & Lewis fue, de principio a fin, una fiesta de rock y ska de quilates; con sus picos, claro, pero una fiesta. Los picos siempre son muy predecibles: los clásicos de su anterior disco (“Going up the country”, “Polly put the kettle on”) y los del nuevo (“Messing with my life”, “I’m so sorry”).

Lo que no es nada predecible es el movimiento del trío sobre el escenario. Unas veces de pie, otras sentados, compartiendo micro y bailando entre los diferentes instrumentos del set, como buenos hermanos, los Durham lo comparten todo. Bueno, casi todo. La armónica a Kitty no se la toca nadie. Y con razón. Durante el concierto provocó varias explosiones repentinas de felicidad y puede que alguna retroeyaculación entre el respetable; y eso a pesar de que el ensamblaje de todos los instrumentos de la banda (excelente contrabajo y segundo guitarra incluidos) no fue el mejor en lo que al sonido respecta.

A pesar de todo, Kitty, Daisy & Lewis lucieron. Es asombroso el carisma que derrochan los hermanos sobre el escenario: Lewis con la guitarra y la batería, pero sobre todo con la guitarra (muy bien cantando también en “Don’t make a fool out of me”); Daisy cantando y con esa excitante forma de tocar la batería; y Kitty, qué decir de Kitty tocando armónica, guitarra, batería y, para acabar de rematar, banjo. Sensacional.

Quizá ya estaba sobre el papel, o quizá fue por la entrega total de un público que celebraba como un Mundial hasta exotismos como la presentación del trompetista para “I’m so sorry”, el caso es que los ingleses parecían muy cómodos. Tras acabar, los hermanos volvieron para el bis reglamentario; vimos a Kitty soltarse con el banjo (“Hillbilly music”) y a tres jovencitos de Londres meterse en la piel de Muddy Waters por puro vudú (“Got my mojo working”). Se despidieron y, de nuevo, reaparecieron para esta vez cerrar definitivamente con “Mean son of a gun”. Una buena despedida, con dos bises, para una banda que, visto lo visto, volverá a llenar en su próxima visita.

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