La Pulquería – Sala Oasis (Zaragoza)
Qué pronto pasa una década…
Al menos eso es lo que pensamos todos los pulqueros de pro que nos congregamos ayer noche, 14 de marzo, en la mítica sala Oasis de Zaragoza para volver a dejarnos la piel, (literalmente), bailando al son del hard-mariachi-tropi-punk-playero-latino-balcánico-vasilón estilo inigualable de La Pulquería.
Pero todo aniversario tiene un porqué. Toda gran historia tiene un pequeño gran comienzo:
Un buen día, allá por el año 2000, así, de repente, aparece en tu televisor un videoclip en el que un grupo de valencianos o no, espera…, ¿son mexicanos?… No te queda del todo claro, pero sigues enganchado a ese vídeo en el que cantan a la muerte, («El día de los muertos»), de una forma de lo más peculiar y festiva; te levantas del sofá, empiezas a bailar y cantar cual mariachi español poseído por el tequila del chino de la esquina.
Tu vena ska-rock-romanticona… bueno, tu vena sea la que sea, se enciende y sabes que tienes que indagar más sobre ese grupo y el título de ese álbum que aparece en la parte inferior de tu pantalla: Corridos de Amor. Y así es como comienzas a escuchar una tras otra sus canciones y a seguir la trayectoria de una banda que, si por algo destaca es por su personalidad, con los años reconocida y elogiada poco a poco, como los buenos guisos, como los mejores vinos y licores.
Así empiezas a empaparte, (cuando digo literal es literal), en la primera fila de sus conciertos: el primero en Zaragoza recuerdo que fue tranquilo, el público analizaba a esa nueva banda, surgida de la nada, y apenas cuatro bailábamos como poseídos.
Vas perdiendo la cuenta de las visitas, (creo que unas ¿seis?, corríjanme los pulque-maños que me lean), y distintas salas por las que pasan Huracán Romántica (así se hace llamar Gerardo, el enérgico vocalista) y sus secuaces, la mítica botella de tequila, las máscaras de luchador mexicano, los torsos desnudos, la barca surcando los mares del público, y así un sinfín de motivos por los que seguir yendo a sus directos y comprando sus álbumes, uno tras otro: a Corridos de Amor le siguieron C´Mon Fandango, Hey, Ho, Chingón y Fast Cuisine.
Así es como, hace dos años, llegábamos al punto en el cual la banda comunica su retirada definitiva de los escenarios para tomarse un respiro que, parecía ser definitivo y que hasta la fecha lo es, ya que esta pequeña gira de 5 fechas, (más el ya confirmado Viña Rock), se realiza para conmemorar la salida del Corridos de Amor.
Es aquí, en Zaragoza, donde termina una gira que supone un soplo de aire, de lágrimas, de sudor, de escalofríos… de alegría y tristeza a la vez para quienes fuimos, somos y seremos seguidores de una de las mejores bandas del panorama nacional.
Los encargados de telonear a La Pulquería en esta ocasión fueron los también valencianos Rubick, una banda de rock británico que nada tienen que ver con el estilo pulquero, lo cual se agradece y se disfruta a la hora de descubrir nuevos artistas. Sin duda, Rubick son un gran descubrimiento y les auguro un buen futuro.
Tras un respiro, y con la sala ya abarrotada y el guardarropa a reventar, comenzaba la Intro con un vídeo cargado de fotos nostálgicas de los inicios de La Pulquería mientras sonaba la conocida canción griega «Zorba». Gran comienzo que nos hizo asomar la lagrimita y que dio paso a un conciertazo en mayúsculas cargado de dinamismo y energía, en el que se fueron sucediendo uno tras otro todos los himnos pulqueros. «Dónde están», «Machetazos en el corazón», «Morirse de pena» fueron los primeros temas que comenzaron a hacer retumbar el suelo de la sala. El público totalmente entregado con «Always», «Cabeza Hueca» y «Por fín» comenzaba a quedarse sin aire, momento adecuado para hacer un pequeño «parón» y disfrutar de una versión pop de «Mala cara» seguida del subidón ska con «En paz» y un Gerardo con capa y corona para «El gran chingón».
El momento emotivo de este reencuentro pulquero fue sin duda la versión acústica de «Plata o plomo» y la versión más que mejorada de una «Mil esqueletos al sol» con estilo salsero.
Y llegó el esperado y ya famosísimo momento del concierto en el que apareció la barca hinchable y el vocalista surcaba los mares del público botella de tequila en mano al son de «Tan sierto que pasó». Así fue cómo se acabó la botella y así fue como nos acercábamos al final de este emocionante reencuentro mientras se coreaban la archi-conocida «El día de los muertos», «No hay amor», «Pancho Tequila», «En cada rincón», «La Huesuda» y un final de traca y tralla con «Gitano».
Un público extasiado y más que satisfecho ante el que, sin duda ninguna, ha sido el mejor concierto de la banda en Zaragoza hasta la fecha.
No sabemos si La Pulquería volverá o no.
Seré cauta y diré: hasta luego y gracias por todos estos años y este chute que tanto necesitábamos.