Beladrone – Andévalo (El Genio Equivocado)
¿Es posible en pleno siglo XXI, en el año pandémico por excelencia, hacer canciones ubicadas geográfica y emocionalmente en una comarca andaluza, concretamente onubense, en las que desmenuzar costumbres, arraigos e idiosincrasia de sus habitantes? El rotundo sí que sospechábamos como respuesta se torna aún más evidente al escuchar las canciones contenidas en Andévalo, que así se llama dicha región, el enorme disco que han grabado los sevillanos Beladrone. Dispersados en varias formaciones tras la quebrada conclusión del proyecto Blacanova –otra magnífica formación, todo sea dicho-, el bajista Manuel Begines y el guitarrista Paco Arenas concentraron fuerzas en esta encrucijada de sonidos que, aunque en la misma onda básica que su antecesor, aumenta y refuerza las prestaciones con la voz y la guitarra del ex Tännhauser Iñaki García y una colección de temas casi conceptuales sobre la condición de la especie humana tomando como punto de partida su origen y educación.
Llevar a cabo dicha labor sirviéndose de sonidos tan aparentemente remotos como los aquí abordados es un mérito adicional de una banda seria y convencidísima de sus poderes. Sonic Youth o Slowdive, por poner un ejemplo, nunca sonaron tan hispanizados como en «Astro muerto», una especie de shoegaze “redneck” y autóctono, ni tan estigmatizados como en «El valle», con todas las consecuencias que ello comporta. Hay un clima de perturbación y oscuridad, sin apenas claroscuros, en la concepción de unas canciones brumosas como «Alcornoque» y los atavismos que encierra, así como en el post punk consciente de «Andévalo» y el fantasma, nada atemorizante, de los The Cure de Wish que asoman en «Quema». Habrá también quienes cuadriculen su sonido y lo enmarquen en un noise alternativo y personal, algo que resultaría previsible pero cuestionable en una banda que ya tiene un hit en toda regla llamado «La flecha», un tema de esos que debería sonar en cualquier emisora, podcast o playlist que se precie de estar a la última, entendido esto en el buen sentido. Lo mejor de estas composiciones es que no buscan la trascendencia y parecen escritas y grabadas con un impulso natural, como lo pudieron hacer en su momento My Bloody Valentine, con quienes parece haber también conexiones evidentes, salvando las distancias, aunque no está claro quiénes pueden sonar más auténticos, tal y como ha evolucionado el supuesto género. La producción de Nacho García y Raúl Pérez, habituales responsables de las grabaciones en los estudios La Mina, induce perfectamente a tales vínculos al superponer guitarras y capas de sonido y darle a «Palacio oscuro», uno de los mejores momentos del disco, el matiz perfecto para impresionar. Por no hablar de una de las canciones más devastadoras de un año ya devastador de por sí, la distorsionada «Cemento», o de los teclados subrepticios de «Las monjas», otro capítulo ejemplar de un álbum absolutamente certero.
Beladrone han conseguido hacer de lo local algo totalmente universal, y partiendo de unos presupuestos mínimos logran que su concepción sonora resulte en un ente musical personalísimo y lleno de tensión positiva. Si los tiempos traicioneros y el gris porvenir se lo permiten, puede que este solo sea el principio de una buena amistad con quienes los escuchamos con las tripas, como hay que escuchar la música que te conmueve. Al menos, ya tenemos un disco más para combatir las amenazas que vienen.
A continuación puedes escuchar Andévalo, de Beladrone, en Spotify.