Espanto – Cemento (Austrohúngaro)
Desde que en septiembre oí el single «Mapa de la ciudad de Logroño», estaba deseando hincarle el diente a lo nuevo de Espanto. Pero hete aquí que dicho track no viene en esta obra que hoy desmenuzamos.
La variante en este disco es que si en Fruta y verdura (2016) la inmersión era a la naturaleza, aquí se zambullen del tirón en la urbe. La portada muestra edificios emblemáticos de Logroño. El disco es un destello de toda la genialidad de este par, Luis y Teresa, Teresa y Luis, con un ramillete de buenos tracks que van desde la bossa-nova, el jazz, el rock and roll, pero todo ello pasado por el tamiz del synth-pop de vertiente británica.
Las canciones tienen todas unas rimas y frases que te hacen sonreír, como cuando dice que han tapado el agujero en el que tropezaba, pero sigue cayendo, o se lanzan tartas de fresas, o esos zanguangos que suelen siempre salir en las fotos de las autoridades, sin olvidar ese rinki que rueda cuesta abajo. Todas letras dónde sacan a relucir su mala uva pero con su característica elegancia. Sintetizadores machacones, vocoders por un tubo, coros marcianos, garaje-punk, así como pop-bossanova y bongos zumbones, en las que brilla el costumbrismo surrealista del dúo. Incluso Luis se arranca a cantar en «La visita».
Por orden, empieza con “Todos de acuerdo”, donde narra lo que antes conté de ella que tropieza dos, tres y hasta cuatro veces con la misma piedra. Para “La tarta” sacan a relucir su lado gamberro con una letra divertida sobre lanzarse tartas. Ya conocíamos “Fotos con las autoridades”, al son del rock and roll con base tecno. De mis preferidas es “Nuevos sentimientos”, una especie de balada naïve donde escuchamos un muy guay crescendo a base de timbales. Y podríamos decir que “La estatua” es un tributo genialoide a Vainica Doble, con esa escultura que se escapa del centro del ayuntamiento para escaparse. Hasta le dan al italo-dance con «Ragazzi e noi», con un italiano muy inventado, como el que siempre usamos para hablar del país de la bota. Finaliza el disco cerrando el círculo epicéntrico argumental; «Piel contra el cemento» habla nuevamente del agujero en el que tropezaba del principio.