Duncan Dhu – Autobiografía, edición especial (GASA / Warner Music)
Hace poco leía Después del muro, la reconstrucción del mundo tras 1989 (Kristina Spohr, Taurus, 2021), en la que se desgrana como en aquel año, fin de la década, todo cambió y de qué manera; cayó el Muro de Berlín, hubo protestas en la plaza de Tiananmén, la Guerra Fría terminó y llegó un nuevo orden mundial. Todo en doce meses, que se dice pronto. Pues fue justo al final del mismo cuando se editó Autobiografía, concretamente en otoño. Ahora han remozado el mismo en la pátina de la remasterización y por eso vamos a desentrañar que contiene.
Duncan Dhu venían de ser superventas, de copar portadas y revistas para adolescentes gracias a éxitos tan inmensos como “Esos ojos negros” o “Mil gaviotas” y decidieron adentrarse en un disco entre experimental y conceptual. Pegatinas, posters y secciones en revistas donde desgranaban sus gustos y consejos para las chais de cómo ligárselos. Ahora nos llegan 3CD que contiene el disco original remasterizado el año pasado desde las cintas originales, y un CD extra con 28 maquetas, 10 de ellas inéditas. Incluye también un libreto de 48 páginas con entrevistas al grupo y a su equipo técnico, además de letras y una amplia selección de fotografías.
Transita Autobiografía por el rock’n’roll, las baladas pop, los sones tropicales, el vals, smooth jazz y hasta la new wave; esto último debido a que la base rítmica fue introducida por The Attractions. Bueno, pues ya, gracias a esta edición podemos escuchar los temas que nos faltaban y vamos a hablar un poquito de ellos; «Cerca del vino» suena muy rock urbano final de los 80. Luego está «La colina del amor» que tal vez sea la que mejor entronca con el concepto y la temática del álbum. Genial «El hombre del violín», es puro Duncan Dhu. Para «El Señor del ruido» tornan en un tributo de Los Ronaldos primera era, y en «La lluvia cae» tan cañera como «Entre salitre y sudor». Rememoran sus primeros sones rockabillies con «Rayas de seda» para, luego, entroncar nuevamente con el Donosti Sound en «Vapor». Tanto «Voces de barrio», como «Mi amor» y «Nombre de mujer» suponen una muestra de la faceta experimental para con este disco.
Mikel Erentxun dice que se inspiró en el White Album de The Beatles, mientras que para Diego Vasallo las musas llegaron escuchando una y otra vez el London Calling de The Clash. Un paseo musical sobre el Donosti que vivieron sus abuelos, con mucho paisaje, situaciones costumbristas, algún texto picaruelo y el mar de una ciudad tras finalizar la 1ª Guerra Mundial. Musicalmente fueron enormes, aunque en letras se les coló algún que otro pareado modo penco como por ejemplo eso de «Tratando de no pensar/ tragándome la verdad/ seis horas para marchar/ mirándote una vez más».
La portada -blanco y negro, con dos chicos sin una sonrisa, brumosamente turbios, ninguno de los dos mirando a cámara- es obra de Stephan de Batselier. Llegaron a vender más de 200.000 copias y estuvieron varias semanas números uno. Producida por Colin Fairley, alguien que llevaba a sus espaldas obras como el Candleland de Ian McCulloch, el Blood & Chocolate de Elvis Costello o el Too-Rye-Ay de los Dexys Midnight Runners. Grabado entre julio y septiembre de ese año, entró al momento entre los más vendidos, pero la sorpresa llegaría meses después cuando, para la 33 edición de los Premios Grammy, tuvieron el reconocimiento nominándolos en la categoría de Mejor Artista Latino. Se vinieron con los bolsillos vacíos pero con varios contratos. Aparte de en España y Latinoamérica, también se lanzó en Estados Unidos bajo el sello discográfico Sire Records con 24 temas, cuatro de ellos en inglés; “Rozando la eternidad” cuyo título era «Brushing On Eternity», “Entre Salitre y Sudor”, pasado allí como «Sweat and Blood», “Las Reglas del Juego” traducido como «The Rules of the Game» y “En Algún Lugar”, para los british «A Place To Be». Para tierras británicas lo editaron bajo el sello Creation Records teniendo un buen éxito con varias semanas en lo más alto. Lo curioso y el detalle más surrealista fue que llegaron a territorio japonés de la mano del sello JVC y lograron posicionarlo durante semanas entre los más vendidos en el mercado japo.
Otros de los hitos de este disco es que Diego, por fin, se atrevió a cantar algunas de sus propias letras. Cuando Vasallo dijo que sí a cantar, el primer sorprendido fue Mikel. Aunque ya lo hizo en «Pobres diablos», incluida en Grabaciones Olvidadas, no obtuvo mucho éxito. Sin embargo en las de este disco queda pletórico; mi preferida del disco «El chico de los ojos asustados» es suya y su voz le da cierto aire Leonard Cohen. Dejaron Escocia por Donosti, y salieron ganando. Hasta cambiaron de atuendo; en los anteriores aparecían con chupas de cuero y botas altas, peinado rockabilly y pose modo protagonista de serial años 50, para presentarse ahora como una suerte de crooner pop final de la década.
La mayor novedad de este disco es que no sólo contenía una buena canción: todas tenían una personalidad fuerte, todas podrían ser singles y la calidad y originalidad del trabajo no descendía en ningún momento, hasta el punto que podías escucharlos creando una historia en tu cabeza.
En la actualidad, más de treinta años después, ambos –Diego y Mikel– se sienten en el momento más sólido de sus carreras en solitario: Erentxun edita en septiembre su nuevo álbum de dúos reconstruyendo canciones de su trayectoria y Vasallo está a punto de grabar su próximo elepé. El tiempo y la distancia hacen que miren a Autobiografía con otros ojos. Ya reconocen atrevimientos y errores del álbum más ambicioso de sus carreras. Ojalá esta edición ayude a que las nuevas generaciones lo disfruten sin los prejuicios que imprime el éxito superpop y los tanto por ciento de views, algo que tanto se estila en la calma chicha musical del momento.
Escucha Duncan Dhu – Autobiografía, edición especial
Me sorprende que no digas nada de que Mikel solo toca la guitarra en un par de canciones y Diego no sé si toca en una el bajo… Me flipa este disco.