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Alan Sparhawk – White Roses, My God (Sub Pop / Popstock!)

Hay una entrevista muy interesante con el crítico cultural Kit Mackintosh incluída en la edición de su espléndido libro Gritos de Neon (Caja Negra, 2021) en donde comenta que el Auto-Tune permite que la voz sea manipulada para convertirla en “hiperhumana”. Gracias a este manipulador de voz la tecnología “refleja una estratosfera de emociones”. Esta forma de adulterar la voz “real” (nunca es real desde el momento que la amplificamos) se podría emparentar con los feedback de una guitarra que simulan gritos de furia, o el pitch acelerado de alguna diva del house.

Lo de la experimentación con la voz no es nuevo, aunque géneros como el drill o el trap están expandiendo las posibilidades de las cuerdas vocales para canalizar emociones posthumanas. Ya en los setenta Pete Bellote y Giorgio Moroder tuvieron que capear el aluvión de críticas de los escribientes de la época porque decían que Donna Summer en “I Feel Love” se asemejaba a un robot cantando, pero lo que no supieron ver o reconocer es que con esto se daba un paso de gigante en las convenciones de la música electrónica, y por otro lado, se dejaba aparcado el eterno tópico de que las divas debían ser feminizadas según la mirada patriarcal.

Todo esto viene a colación a que Alan Sparhawk ha decidido que la vida es un juego, y regresa con un disco en los que se permite la licencia de aprovechar los avances tecnológicos para entregar unas canciones en donde, de alguna forma, él decide desaparecer, y crearse una especie de avatar digital con el que poner en aprietos a su público fiel que puede que pierda los nervios.

Dice en la hoja de promoción de este sorprendente White Roses, My God (Sub Pop, 2024) que en su estudio de grabación solían aparecer sus hijos con amigos, y se ponían de forma divertida a jugar con una caja de ritmos y un micrófono. De ahí salían experimentos alocados que hicieron que saltasen sus alarmas. Después compró un sintetizador y un Auto-tune para que ellos siguieran a lo suyo, pero al final su curiosidad hizo que empezara a tantear con las posibilidades de hibridar la virtualidad y la carnalidad de los sentimientos de la vida real.

Ahí nace un disco que es un desafío, no sólo para el fan del ex Low, sino también para romper ciertos tópicos que siguen presentes en el ideario del rock como es el “aura” de autenticidad que no es puede alterar. Pues sí, White Roses, My God viene a quebrantar esos pensamientos inmovilistas, y nos introduce en un espacio mutante, sobrecargado de sentimientos de una carnalidad desbocada que rinde tributo a la transgresión formal.

Un cancionero de extraña belleza que arranca con “Get Still” y unas bases electrónicas que crepitan al paso de los melismas robóticos del bardo de Minnesota. Es un sonido que no dista tanto del que destilaba Double Negative o Hey What de Low. “I Made This Beat” es una letanía sintética, una performance deshumanizada pero que se agita al trote de unos ritmos repetitivos, para después guiñar un ojo a su admirado Neil Young con “Not The 1”, cuyos mimbres podríamos encontrarlos en aquel Trans que sigue siendo el disco “patito feo” de los fans de Young.

Las texturas abruptas, desquiciadas e inquietantes de “Can U Hear” o “Black Water” podrían salir de alguna producción de hyperpop de los 100 Gecs, o del mismo Young Thug en la abstracción vocal. Las deudas son Krafkwerk asoman en “Feel Something” en donde parece que esté dialogando con su amada Mimi Parker (“Can you help me feel something here”).

Tenemos polémica asegurada con este fantástico disco. Un disco que es una fenomenología del Zeitgeist de unas vidas cada vez más desmaterializadas por las pantallas de los dispositivos móviles. Así es como Alan Sparhawk ha querido reivindicar el futuro, acercárnoslo desde lo más profundo de sus entrañas. Aquí late la vida y vemos cómo se evapora.

Escucha Alan Sparhawk – White Roses, My God

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