Ashley Paul – Lost In Shadows (Slip)
El nuevo trabajo de Ashley Paul viene precedido por el proceso de maternidad que, irremediablemente, ha ido perfilando y dando sentido a su cancionero, quizás, más accesible, pero también el más inspirado para quien esto suscribe. Según la artista de Iowa los temas de “Lost In Shadows” (Slip, 2018), de contornos etéreos y trazos oblicuos, tuvieron como germen inspiracional «many hours spent awake at night in a dream like state of half consciousness, darkness and solitude; an overwhelming feeling of loneliness and exhaustion made light by a profound new love”. Estos sonidos, como suspendidos en el espacio y en el tiempo, son la especial orografía emocional de una autora que lleva un largo recorrido el la escena de la música experimental.
Alumna en el conservatorio del pianista de free jazz Anthony Coleman (colaborador habitual de John Zorn), Paul es una multiinstrumentista que a lo largo sus múltiples colaboraciones con otros músicos (Eli Keszler, Mary Jean Leach, Thurston More entre muchos otros) ha experimentado con las tonalidades y la tímbrica de los instrumentos creando pasajes sonoros de enigmático cromatismo y sensorialidad. Una paleta de colores que perfila retazos de música concreta, jazz, electrónica, o pop.
Este disco ha sido grabado en Zaragoza durante su estancia como invitada en la residencia FUGA para artistas multidisciplinares. Acompañada de músicos españoles entre los que se encuentra el gran Justo Bagüeste al saxo, la americana recrea una irresistible colección de ¿nanas?, o algo así deben escuchar los niños en un planeta imaginario, que se repliegan a su enorme fisicidad, a pesar de su aparente voluptuosidad etérea e inasible. Todos los temas aquí recogidos son excelentes: la inocencia que desprende “Blanquita” o “Reflection” recuerda a Maher Shalal Hash Baz, el ascetismo de “Night Howl” y Breathless Air” es escuela Low, “Two Ships” rastrea los sinuosos meandros hasta llegar a Julia Holter, y de entre las costuras de “Delirium” o “Broken Limbs” se dejan entrever el hieratismo de Derek Bailey y el aliento familiar de Robert Wyatt.
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