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Azkena Rock Festival (Mendizabala) Vitoria 16-18/06/22

Había muchísimas ganas de retomar la tradición de acudir al Azkena Rock Festival. Un festival emblemático en cuanto a su oferta nutrida y variada dentro de las diferentes sensibilidades de eso que llamamos rock y que, por supuesto aún hoy, sabemos perfectamente a lo que se refiere.

Se celebraban los 20 años del estelar evento vitoriano y una calle céntrica de la ciudad, florida de estrellas a lo Hollywood para la ocasión, se encargaba de recordarnos la cantidad de artistas increíbles que han pasado por allí: Iggy & The Stooges, Bob Dylan, Pearl Jam, Queens of the Stone Age, Television, Tool, Steve Earle, Wilco, Chris Isaak, L7, Cheap Trick o The Jayhawks, por citar sólo algunos de los nombres estelares que han pasado por allí.

Por tanto, con un cartel descomunal y con el hambre de quitarnos la sequía de conciertos y festivales que hemos padecidos estos dos pasados años, era muchísima la expectación que teníamos los que de nuevo nos desplazamos hasta el recinto de Mendizabala en unas jornadas que estarían marcadas por un calor fuera de todos los límites del raciocinio humano en estas latitudes.

Azkena Rock Festival – Jueves 16 de junio

Un calor de justicia, que iría a más en los siguientes días hasta desembocar en la tormenta que refrescó el último día de festival, fue la pista de juego para recibir los primeros envites musicales. Unos aspersores de agua, y la conveniente bebida para estar hidratados, nos permitieron soportar un sol achicharrante que se encargaba de enmarcar el primer show al que me acerqué de esta edición de Azkena: Dirty Honey. Los angelinos desplegaron su hard rock con ramalazos bluesys con relativa eficacia, si bien el público estaba aún desperezándose a esas primeras horas de la tarde, con lo que la entrega de Marc Labelle y los suyos no se vio todo lo recompensada que su intención merecía.

Tiempo para sacar el monóculo y observar de cerca las evoluciones de Morgan Wade, una de las voces femeninas del nuevo country más a tener en cuenta tal y como atesoran las virtudes de su reciente Reckless (21). Sin embargo, quizás fruto de la hora tan tempranera, o del rodaje de la artista y de su banda, el concierto se desarrolló en un tono ciertamente anodino y plano, en momentos cercano al convencionalismo tan peligroso del género; pasajes prescindibles como la versión del “Suspicious Minds” popularizada por Elvis Presley se mezclaron con algún fogonazo que recordaba las virtudes de su versión en estudio, como el momento en que asomó su tema más emblemático, “Wilder Days”.

Foto: Jordi Vidal

La siguiente parada a tener en cuenta la protagonizaba una de nuestras bandas nacionales más elegantes y con mejor gusto, Morgan. Por supuesto que no están inventando nada, pero la ejecución limpia y exquisitamente templada de la que hacen gala nos dibujó una muy buena actuación, con la voz de Nina al piano como punto de referencia constante.

A continuación, primera gran sorpresa del festival. Debo reconocer que las dos veces anteriores que vi en directo a The Offspring rozaron el ridículo espantoso. No tuve la suerte de gozarlos en la edad de oro y mi primera experiencia en la gira de Americana (98), el principio del fin discográfico de la banda, así como la segunda en un concierto verbenero de Sonisphere justo antes de presenciar en un escenario la reunión de Soundgarden (ejem), no me hacían presagiar nada bueno. A esto añadamos que dudo que a alguien le interese lo más mínimo la reciente discografía de la banda, con títulos tan anecdóticos y fofos como su reciente Let the bad times roll (21).

Foto: Óscar L. Tejeda

Pues bien, gratísima sorpresa la suya contra todo pronóstico. Madurados para bien y con el apoyo descomunal a la batería de una incorporación para la gira de una bestia como Josh Freese, The Offspring ofrecieron un concierto divertido sin resultar petardo, infantil o inofensivo, justo en lo que se convirtieron tras abandonar esa etapa tan fértil de trallazos sin fin que abarcó desde Ignition (92) hasta Ixnay on the Hombre (97), pasando por su emblemático Smash (94). Nervio y constancia para defender himnos que no han perdido su eficacia con el tiempo, destacando “Bad habit”, “Gotta get away” y “Self steem” entre todos.

Un Dexter Holland enchufado y empático, con una voz algo alejada de la que lucía en su juventud y que parece luciera alguna que otra dosis de helio a veces, junto a un comunicativo y flipado Noodles, tanto por el público, como por el festival y por compartir escenario con sus héroes Toy Dolls, fueron los artífices de devolver un prestigio perdido a una banda emblemática del revival 90’s que experimentó el punk norteamericano.

Llegaba la hora de disfrutar de uno de esos conciertos desérticos que tanto me ambientan en el Azkena Rock. Si en otras ocasiones lo hice con Kyuss, Masters of Reality, Yawning Man o Queens of the Stone age, me tocaba hacerlo en esta ocasión con los incombustibles Fu-Manchu. Y de qué manera. Bien es cierto que en este caso sabía que volvería a gozar de una exhibición maestra de riffs y actitud por parte de Scott Hill y los suyos, ya que su solvencia sobre las tablas me ha explotado en la cara en diversas ocasiones.

Foto: Jordi Vidal

Un sonido compacto, denso a la par que fluido, construyó un show inapelable, oro puro para fans y curiosos, desde el salvajismo de “Hells on Wheels” o “Evil Eye”, hasta la locura catártica de temas como “King of the road”, “California Crossing” o, sobre todo, un “Mongoose” que me hizo sudar varios litros, permitiendo que mi camisa se sostuviera de pie como un muñeco de nieve los siguientes días. Mención aparte también para una versión del “Godzilla” de Blue Öyster Cult deliciosamente grasienta y pringosa. Chicles de arena para todos.

Después de esto era realmente difícil entrar en la fiesta Barrio Sésamo que Toy Dolls tenían montada en el escenario principal, debieron hacer el concierto que sus fans demandaban, pero que después de lo que había vivido hubiera sido un insulto a mis entrañas entrar en algo que no me habla precisamente a mí.

Azkena Rock Festival – Viernes 17 de junio

Me cuesta bastante pensar en una jornada de un festival vivida que reuniera tantas ganas por mi parte de ver a grupos con una importancia trascendental en mi imaginario melómano como la que iba a ser el viernes en Azkena 2022.

Comenzaría el listado el legendario guitarrista de Alice in Chains, Jerry Cantrell, portentoso artista y referente máximo del sonido 90’s que ha reflotado su carrera en solitario con el recomendable Brighten (21). Vino acompañado de la banda con la que ha trabajado recientemente y con un Greg Puciato (Ex The Dillinger Escape Plan) a los juegos de voces que lo mismo se embarca en una gira con Cantrell, que te saca un disco deliciosamente deslavazado como Child Soldier: Creator of God (20), que te saca un tema synthwave con Carpenter Brut. Un gran apoyo y un gran planteamiento a priori.

¿Cuáles fueron los problemas? Dos muy grandes. El primero, completamente objetivo, el malísimo sonido que padeció el concierto, sin duda el peor del festival (SPOILER: con el permiso de Black Mountain) y el segundo, del todo subjetivo: no puedes basar el concierto de tu gira en apoyarte tantísimo en el repertorio de Alice In Chains, más aún si vas a defender temas en los que la presencia de Layne Staley era tan apabullante como “Them Bones”, “Down in a Hole” o “Man in a box”.

Foto: Óscar L. Tejeda

Sí, de acuerdo, que los has compuesto tú. Pero aquí vienes a defender las virtudes de tus discos propios, vienes a que los fans aplaudan y vibren con discos tuyos tan buenos como Boggy Depot (98) (muy disfrutables los momentos en que rescató “Cut you in”, “My Song” o “In between”); para lo otro ya tienes a Alice in Chains y a otros fenomenales músicos contigo. Me resultó del todo imposible por mi parte empatizar con el concierto de uno de mis mayores ídolos musicales y empecé el día algo tocado.

Tiempo de disfrutar de una de las bandas más en forma y más infravaloradas a la vez del panorama internacional: Drive-by Truckers. Justo antes de ir a Vitoria había escuchado su recientísimo Welcome 2 Club XIII (22), conectando sin problema con su introvertido mood angst, tan exquisitamente adornado con detalles musicales y canciones largas dotadas de orgullosa languidez.

Foto: Jordi Vidal

Y su talante fue, exacto, esquivo en cuanto a repertorio. Nada de complacer con temas evidentes, prefirieron bucear en sus primeras obras y también defender temas recientes como la ciclópea “The Driver”, con un grave problema de sonido, perdiéndose la voz y la guitarra de Patterson Hood, que se resolvió al poco sin mayor complicación, la descacharrante “Every single storied flamout” (trompeta incluida) o preciosidades de gran intuición emocional como “We will never wake you up in the morning”.

Algunos rescates fueron muy bien recibidos por la audiencia más taliban, como esa llegada rebosante de desparpajo y confianza con Mike Cooley dirigiendo la nave mientras defendía con sumo gusto “Self destructive Zones”; o un Patterson Hood poseído con las rodillas clavadas en el suelo desgañitándose con la zozobra eléctrica de “Hell no, i ain’t happy”. Un show excelente que muy poca gente quiso entender, quizás por esa cierta dejadez escénica que caracteriza a los norteamericanos.

Foto: Óscar L. Tejeda

Ya llevaba un cruce de cables cerveza en mano para ver a Greg Dulli y los suyos, The Afghan Whigs, una de las bandas de mi vida. Y el motivo no era otro que por traer en el recuerdo uno de los mejores conciertos que he visto nunca, el que ofrecieron en el Primavera Sound de Oporto al reunirse de nuevo, inigualable. Pero claro, allí había “un pequeño detalle” a tener en cuenta: el guitarrista fundador Rick McCollum estaba con ellos.

Ya sabemos que sus problemas de adicciones provocaron que Dulli terminara harto y lo expulsara del seno de la banda. Desde entonces, pues Afghan Whigs mola, claro, pero ya no es el sonido genuino de Afghan Whigs. Podrían ser perfectamente discos de Twilight singers y no pasaría nada (sí, ya sé que esta John Curley como bajista y miembro de honor). Dicho lo cual, Afghan Whigs, de una manera o de otra son un grupazo extraordinario y tienen en su haber dos discos seguidos, Gentlemen (93) y Black Love (96), que son el mayor tratado acerca del (des)amor que ha realizado nunca el ser humano.

Foto: Óscar L. Tejeda

Su show comenzó con esa tendencia suya ahora de sacar la Black & Decker , tocando “I’ll make you see god” y “Matamoros” del tirón. A partir de ahí, grandes momentos recientes como la emocionante “Toy Automatic”, su última canción obra maestra, y también mucha intención de querer defender el reciente cancionero como algo tan importante en su carrera como las viejas glorias de antaño.

Para mí, cosas de die fan, me parece un error tremendo obviar el Congregation (92) entero (menudo discazo) o despachar Gentlemen con dos de sus temas más, entiéndanme, “fáciles” como “Gentlemen” y “What jail is like”. Disfruté, sin embargo, el rescate de “Teenage wristband”, una de las mejores canciones de Twilight Singers, el guiño sentido a Mark Lanegan dedicándole “Metanphetamine Blues” (no es que sea precisamente un temarral tampoco) y hacia el final una preciosa y trepidante “Summer’s Kiss”, aflorando por fin unas lágrimas que se estaban resistiendo con ellos como nunca. Buen sonido, actitud algo funcionarial y repertorio mejorable para una banda de su inteligencia, personalidad y sentimiento.

Horario de lujo para los locales Sociedad Alkoholika a continuación, que desde el escenario segundo dieron una caña monumental. Alguien me comentó al día siguiente que no sonó demasiado bien desde las primeras filas, pero desde donde yo lo escuchaba (más atento para guardar sitio en Social Distortion) se escuchaba bastante contundente e inapelable para cafeteros de su discografía.

Tiempo de ver cómo se las gastaba Mike Ness con sus Social Distortion. En su anterior visita en 2005 rezumaba actitud y también una soberbia bastante grande mientras no cesaba de preguntar dónde se encontraban muchas bandas por aquel entonces mientras ellos seguían subidos a un escenario.

Foto: Óscar L. Tejeda

El caso es que Mike Ness no parece tan desafiante ahora, pero su parroquia y su fandome punk rock de herencia estética 50’s sigue reportando fidelidad allá por donde va. De nuevo mi problema aquí fue de repertorio porque hay que darle más cancha a obras maestras del tamaño de Sex, love and rock and roll (04) y dejarse un poco más de temas punk algo ratonerillo porque, a ver, ¿Es mejor “Sick boys” o “Let it be me” que “Reach for the sky” o “Don’t take me for granted”? De verdad que si es así, yo me bajo de esta nave, apago el PC y pongo a clippo a escribir esta crónica.

Menos mal que por lo menos rescató un temarral como “Dear Lover” u otros buenísimos como “Bad Luck” o la más reciente “Machine Gun Blues”. Sobre lo de versionar el “Wicked Game” de Chirs Isaak mejor no voy a decir nada, creo que hay que trabajarse un poco más la imaginación a la hora de versionar canciones de clásicos, por mucho que pegue dentro de su imaginario. Dicho lo cual, es indiscutible que fue uno de los triunfadores del día para la mayoría con un sonido rotundo y convincente.

Yo estaba a punto de encontrar los míos justo después. Y lo mismo no son los que creen que están pensando. Un día antes mi compañero Manuel Pinazo me recordaba que Ilegales tocaban el sábado, yo como buen conocedor de su fanatismo y de su indudable calidad y nombre en la escena, me jugué el puesto en la revista mientras le decía que era un hijo de los 90’s y que a esa hora iba a estar como un poseído observando las evoluciones de Life of agony junto a otros cuantos desalmados que se acercaron por allí.

Foto: Jordi Vidal

Resultaba toda una incógnita saber el estado de forma de los de New York, pero no faltó ni un segundo para descubrir el torrente escénico de Mina Caputo, obviamente otra de las mujeres clave de la edición de 2022 –no todas iban a estar en el sábado-. Un sonido afilado, rasposo y nítido, gloria bendita para canciones nacidas para poguear con el corazón en la mano y sentirlas por dentro como pocas. Una auténtica revelación de concierto, pura cauterización emocional a través de un sonido embrutecido, salvaje y real. El pulso de “River runs red” “Weeds”, “This time”, “Underground” y, sobre todo, “Through & through” me lo llevaré como una de las experiencias más honestas, disfrutables y deliciosamente outsiders de un festival musical. Inmensos.

Azkena Rock Festival – Sábado 18 de junio

Llegábamos al último día del festival radiantes de ganas de seguir disfrutando, pero absolutamente vapuleados por el calor que estábamos pasando. Menos mal que una fugaz tormenta de media tarde ayudó a refrescar un poco el ambiente antes de asistir a algunos conciertos realmente espectaculares entre los cuales destacó uno que pasará a la historia como uno de los mejores celebrados nunca en Azkena Rock, a estas alturas muchos sabrán ya que se trata de la exhibición de sensibilidad, fuerza y belleza que dio Patti Smith sobre el escenario principal.

Antes de todo eso, comenzamos la tarde disfrutando las evoluciones de Joseba Irazoki, fenomenal guitarrista que además ahora forma parte de la banda de acompañamiento de Nacho Vegas. De ahí nos movimos a las primeras filas de Israel Nash, que el año pasado publicaba un extraordinario disco de americana, con ciertas sonoridades deudoras de los recientes The War on Drugs con algunas trazas de soul blanco.

Foto: Óscar L. Tejeda

Poco de Topaz (21) me encontré en esos primeros lances y mucho de cierto aroma hippie que hizo que no dudara en dirigirme al escenario Love para observar desde rigurosa primera fila las evoluciones de los seminales Vulk, tremenda banda bilbaína a caballo entre el post-punk y el post-hardcore a la que conocí en el pasado AMFest de Barcelona en directo y me quedé prendado de sus shows en vivo. Bien es cierto que en disco no logran del todo trasladar esa intensidad y nervio de una manera tan palmaria, y eso que su reciente Vulk Ez Da (22) me parece el mayor acercamiento a su sonido en vivo.

El show empezó algo timorato, pero poco a poco se fue imponiendo su violencia intensa, visceral y fluida, contagiando a la audiencia de ese calambre ritual del que siempre son capaces. Lástima del cambio de hora porque haber visto este concierto de madrugada hubiera sido el éxtasis.

Tras Vulk atravesé una pradera verde llena de personas sentadas plácidamente, embutidas en sus sombreros de cowboys sus pensamientos mientras la voz privilegiada de Emmy Lou Harris lo inundaba todo. Dulzura, sentimiento con ese sonido de raíces y el recuerdo de Gram Parsons en muchas personas, pero algo se estaba cociendo en el ambiente, todo apuntaba a que algo mítico estaba a punto de gestarse en el escenario principal.

Foto: Jordi Vidal

Y es que resultará del todo imposible para cualquiera que estuviera en Vitoria el pasado Azkena no quedarse prendado por el magnetismo, talento y actitud de Patti Smith. Nadie como ella sabe mezclar sensibilidad y fiereza, esperanza y frustración, belleza y desgarro. Se puede escupir al suelo como ella y leer un poema de Ginsberg a la vez. Se puede hacer creer en un mensaje de verdadera esperanza animal, sucia e incómoda mientras pones en jaque el convencionalismo y el buen rollo cutre. Se puede hacer, sí, pero sólo con esa clarividencia y convicción si eres Patti Smith.

Resulta complicado explicar con palabras cuando alguien es un mito vivo y no conservado en formol; cuando alguien aún late con la chispa de quien tiene la esperanza de su lado hasta que le mate. El pasado sólo existe si tiene evidencias de futuro apoyado en un presente real, tangible, cierto. Y eso es Patti Smith, acompañada de una banda que suena de lujo y que se compenetra con ella a las mil maravillas, dándole sus merecidos y necesarios descansos para tocarse versiones de Beatles o Stooges mientras ella a sus 75 años parece un ave que flotara por encima de todos nosotros con su mensaje y su voz eternamente joven y desafiante, convincente, sensible y dulcemente ruda.

Foto: Jordi Vidal

Es la invasión de los espacios, es la trascendencia de que sabes que estás en un lugar donde algo está pasando de verdad. Ella se emociona y nos conmueve, sus canciones son catarsis capaces de salvarnos, ya sean en su faceta más encendida como en el caso de “Free Money” o “Gloria” o en su faceta más espiritual como con “Beneath the southern cross”. Pocas veces he tenido una sensación parecida de estar contemplando una auténtica leyenda viva ante mí sobre un escenario. Histórico.

Era momento de moverse deprisa al escenario segundo para volver a disfrutar de Black Mountain en vivo, como ya hicimos hace años en ese mismo emplazamiento justo con un resultado asombroso. Por desgracia, en esta ocasión el sonido no acompañó y la guitarra estaba sonorizada de una manera bastante desagradable comiéndose matices y sonando agudísima hasta hacer doler los oídos dependiendo del umbral sonoro de cada cual.

Foto: Óscar L. Tejeda

Menos mal que el despliegue vocal de una recuperada para la banda Amber Webber junto a ese moog galáctico nos hizo por momentos flotar en su psicodelia spacey tan agradecida a esas horas, con momentos intensos como la apertura con “Mothers of the sun” de su buenísimo IV (16) o el consabido viaje lisérgico de “Wucan”.

Suzi Quatro a continuación desplegaron un elenco escénico bastante numeroso, si bien su rock de intensidad liviana no es demasiado santo de mi devoción, pese a reivindicar incluso su vigencia a través de las canciones destacadas de su reciente The devil in me (21).

Foto: Jordi Vidal

Para terminar como broche de oro un incombustible Michael Monroe realizó una auténtica exhibición de glam punk que no tuvo dificultad alguna para empatizar con una audiencia entregada y ansiosa de terminar la fiesta por todo lo alto. A destacar una banda de acompañamiento compacta y contundente, destacando un Sami Yaffa que ejercía de perfecto lugarteniente a la exhibición de vigorexia escénica tan apabullante.

En resumen, Azkena Rock en su vigésimo aniversario consigue afianzarse como uno de los festivales más sólidos y confiables en cuanto a plantel de artistas de los que tenemos en España. Y eso, cayendo la que cae, es algo fabuloso. Por otros veinte años más por lo menos.

Foto portada: Óscar L. Tejeda / Todas las fotos del Azkena: Azkena Rock Festival

Un comentario en «Azkena Rock Festival (Mendizabala) Vitoria 16-18/06/22»

  • Sensacional, muy bien escrita y descrita, completísima y emocionante crónica, a cargo un redactor excepcional como es Raúl del Olmo, sobre el Azkena Rock; en mi opinión, el mejor festival de música de toda la península.
    Las fotos también estupendas.
    Saludos

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