Cranes – Cranes (Dadaphonic)
Quedan ya lejos los años en que el grupo de los hermanos Shaw eran una de las principales referencias dentro de la ola que una vez invadió la escena británica aupada por el éxito del Loveless de My Bloody Valentine y por la fama de los The Cure, Cocteau Twins o Slowdive. Fue precisamente teloneando al grupo liderado por Robert Smith donde los Cranes empezaron a ser una banda bastante conocida entre el público de su país. Su propuesta, oscilando entre el shoegaze y el dream pop, cosechó cierto reconocimiento entre los seguidores de estos movimientos especialmente a raíz de la publicación de sus mejores trabajos Forever (1993) y Loved (1994). Desafortunadamente para ellos, su estrella fue declinando a partir de la revolución que supuso la irrupción del brit pop que marginó su escena, apartándola de las primeras páginas de la prensa musical, y quedando injustamente relegados a uno de los secretos mejor guardados y más queridos de aquel tiempo.
De todos modos, Cranes siguieron con su carrera al margen de modas y nuevas tendencias. Aún con evidentes y lógicas oscilaciones de calidad entre sus grabaciones posteriores y algunas lagunas temporales de hasta cinco años sin publicar ningún disco nuevo, nadie les pueda negar su persistencia y capacidad de supervivencia al haber superado ya los veinte años desde la formación del grupo. Parece que desde el corazón de la banda, Alison Shaw como cantante y Jim Shaw como guitarra, han sabido crear una banda con un recorrido muy profesional, a pesar de algún cambio respecto a su formación inicial, y que sigue intentando elaborar propuestas nuevas sin renunciar a su identidad.
Con este nuevo trabajo, de nombre homónimo con el de la banda, ya suman nueve los discos de estudio del grupo. A decir verdad, no puede considerarse un trabajo ni arriesgado ni novedoso, Cranes siguen recorriendo sendas ya conocidas por ellos desde su formación. El ejemplo perfecto para esta circunstancia se encuentra en la voz de Alison Shaw, la cual sorprendentemente sigue sonando con un etéreo tono adolescente, casi de niña, una de las características más propias del grupo de Portsmouth. Al mismo tiempo, y en concordancia con las grabaciones hechas por ellos en este nuevo siglo, poco queda ya del todavía menos shoegaze que una vez adornó sus discos. Su nuevo trabajo es un ejercicio de dream pop, con algunos ecos de slow core melódico quizás herencia de Codeine o Low, donde todo el protagonismo, a pesar de que cuenta con algún paraje enteramente instrumental, vuelve a recaer sobre la misteriosa voz de la cantante. Por supuesto, su mejor baza se sigue encontrando en la aparente facilidad con la que son capaces de construir frágiles pero hermosas construcciones sonoras con las que edifican sus canciones para llevar al oyente a hacia un estado de suave ensoñación.
En definitiva, no estamos ante una banda que arrastre gente hacia los festivales de verano; su propuesta intimista y pausada, pide de la concentración del oyente, de la quietud ambiental, de una predisposición anímica que pocas veces tenemos el lujo de poseer. Si se da el caso, disfrutar de este disco puede ser una excelente decisión.