Fontaines D.C. (WiZink Center) Madrid 02/11/24
Ha sido cosa de un lustro lo que le ha tomado a Fontaines D.C. convertirse en la banda más influyente de su generación, tomando el relevo de unos Arctic Monkeys últimamente empachados de glamour. Parece que fue ayer cuando lanzaban Dogrel (2019) y pasaban a formar parte importante de esa nueva hornada de artistas post-punk que emergió frente a la precariedad, el Brexit, las desigualdades o el auge de la extrema derecha. Sin abandonar ese compromiso, han ido creciendo y evolucionando artísticamente, dejando cada vez más arrinconados los temas fieros e instantáneos de sus inicios. Más o menos desde Skinty Fia (2022), cuando iniciaron una inquieta exploración que ha terminado de explotar en el sobresaliente Romance (2024), donde se abren con acierto hacia distintas direcciones.
Hace nada actuaban en la sala Caracol y de ahí a La Riviera donde ya avisaba mi compañera Amaia Prados en 2022: «Su paso por La Riviera y lo que seguro ocurrirá hoy en Razzmatazz, será recordado como una de esas noches memorables de las que en unos años, cuando asalten los cielos y sea difícil verles fuera de grandes formatos o encabezando festivales, podamos decir eso de ‘yo estuve ahí'». La predicción se ha cumplido y antes de que acaben llenando estadios, se han presentado en un WiZink Center ante unas 8.000 personas (las gradas laterales no se usaron) donde se constató su peso con un contraste generacional en el que se mezclaba gente entre los 20 y los 50 años con total naturalidad. Para los primeros son los inventores de la pólvora, a los segundos les gustan porque sus canciones les recuerdan a todos los que verdaderamente la inventaron.
Fue una hora y media escasa, pero supo a mucho. Desde ese teatral inicio tras una lona con los sintetizadores de la oscura «Romance» atronando, nos dejamos atrapar por su abanico de influencias bien asimiladas y caímos ante momentos como su popular «Jackie Down the Line», la obsesiva y retorcida «Televised Mind» y la directa «A Lucid Dream». Ver cómo Fontaines D.C. abordan en vivo registros tan alejados de sus inicios como la mayúscula «Roman Holiday», su «The Killing Moon» particular, nos hace entenderlo todo. Pueden haber perdido esa chispa macarra e inocente de otras épocas y que todo suene demasiado profesional, pero esto también forma parte de su actual estatus como la gran banda que son. Resultaba curioso el ímpetu de parte del público que cuando una canción tardaba más de 10 segundos en empezar, gritaba reclamando su dosis.
Su último disco sonó casi al completo, y fue complicado no caer absolutamente rendidos ante esa sucesión de contrastes que continuaba pasando de la hipnótica «Sundowner» a ese spoken word gritado de «Big». De la enmarañada «A Hero’s Death», a la intrincada «Here’s the Thing» cuyo vídeo se rodó en Madrid como bien recordó Grian Chatten. De hecho, su guitarrista Carlos O’Connell es medio madrileño y se atrevió a cantar unas pequeñas estrofas de «Tesoros» de Antonio Vega antes de dar paso a ese prodigio melódico llamado «Bug» y la sentida «Horseness Is the Whatness».
El tramo final dejó la siniestra «Navokov», esa esperada «Boys in the Better Land» que asociaremos siempre a su eclosión y el pop de otra de sus nuevas perlas, «Favourite». Ya el bis con la melancólica «In the Modern World», una impetuosa «I Love You» con un inicio muy The Cure y un desarrollo que termina explotando, quedó todo listo para despedirse con el incendio mutante de «Starburster» y poner fin a un gran concierto que quedará en nuestra memoria como el paso intermedio antes de asaltar definitivamente los cielos.
Fotos Fontaines D.C.: Sebas Muriel