Josh Rouse – El Turista (Bedroom Classics)
Hay dos maneras de enfocar este disco. La primera es ¿pero chaval, qué es esto? Y darle palo al disco. Y se lo merece, por supuesto, se lo merece por un tema como “Valencia”, aunque también por “Duerme, Mobila”, “Las voces” o incluso “Mesie Julian”. Y por las rimas grotescas con falleras y paellas, con artistas mundiales y cha-cha. Se lo merece porque en ese cambio de idioma incluso la voz parece impostada, como de otra persona, y los temas cantados en español acaban teniendo un tufo a chringuito verbenero impropio de la clase que gasta(ba) el americano. Así que en vez de agradecerle que haga el esfuerzo de utilizar el español en sus canciones, cosa que tal vez debiéramos, le podríamos pedir mejor que no volviera a hacerlo: ni siquiera como experimento esas canciones tienen pizca de gracia.
La segunda manera de enfocarlo es volver a la estantería, revisar los trabajos anteriores de Rouse y después volver a El Turista con afán de encontrar algo de aquel que no hace tanto creó 1972 o Nebraska. Y sí, parece que algo de ese Josh Rouse sigue estando ahí. Está en “Lemon Tree” y la facilidad para la melodía pop, los arreglos juguetones (esa flauta sesentera!), la magia instantánea. Está en “Cotton eyed Joe” y la forma en que la voz susurra la letra y los arreglos pasean allí al fondo por un decorado de película en blanco y negro. Y está, sobretodo, en “Sweet Elaine”, un tema comparable a los mejores de Josh Rouse, de una elegancia y una suavidad abrumadoras, las guitarras de siempre, la voz aflautada de siempre y unas bonitas cuerdas que le dan un aire también muy cinematográfico.
Pero ese Rouse de antes ha decidido entretenerse y experimentar con los ritmos sabrosos de la música brasileña y cubana y allí es donde patina. “Bienvenido” como intro, tiene hasta su gracia, pero en “I will live on islands” parece estar revisando a Paul Simon y hay que volver a mirar la carátula del disco para cerciorarse que es El Turista y no Graceland. Así pues, entre los temas en español que no se aguantan ni con pinzas y los que canta en su idioma, pero que tampoco están a la altura, no queda más remedio que reconocer que este nuevo trabajo de Rouse es un disco más bien mediocre. Con puntadas de lo que fue, sí, pero que no son más que anécdotas en un álbum demasiado auto indulgente y bastante decepcionante.
Así pues, vale, amigo Rouse, te agradecemos que te diviertas y pruebes cosas nuevas, pero preferimos aquel Rouse que un día nos dejó “Winter in the Hamptons” y luego hizo el hatillo y atravesó de un salto el Atlántico para dejarse parte de su inspiración al otro lado. ¿Volverá algún día? ¿O seguirá agotando un crédito que poco a poco va menguando?