León Benavente (Sala Hangar) Córdoba 14/05/2016
Nadie debería llamarse a engaño con esta crónica. Esto es un concierto de heavy metal y lo demás son tonterías. Cuatro músicos en estado de ebullición, conscientes de sus poderes y con la experiencia de haber pasado muchas noches ante públicos de número y aspiraciones variables, con las armas bien enhiestas en señal de batalla y plantando cara a cualquier adversidad sonora y circunstancial. No fue el caso, pues afortunadamente en la sala Hangar de Córdoba el cuidado en estas lides suele ser habitual, sobre todo si los protagonistas también demuestran estar avezados en lides de diverso calibre. La de esta noche, previa a otro concierto a cuatro centenares de kilómetros como acompañantes del jefe Nacho Vegas (no olvidemos que el proyecto de León Benavente surgió como complemento paralelo a la guardia del asturiano), fue disputada con encono y satisfactoria en la victoria final, algo a lo que ya nos tienen –y se tienen- acostumbrados desde que formaron el grupo con aspiraciones mucho más humildes. Ahora que se pasean por festivales encabezando los objetivos de centenares de asistentes, ya saben que de la casualidad suelen surgir las mejores oportunidades. Ni que decir tiene que las aprovechan bolo a bolo, y lo seguirán haciendo sin el menor asomo de duda.
Se espera que en la actual gira de presentación de 2, escueto título para un segundo álbum mucho más continuista de lo esperado, caigan varias de las canciones de su alucinante debut, sobre todo las más aclamadas en directo, léase “El rey Ricardo”, “Ánimo, valiente”, “Estado provisional”, “Década” o “La palabra”, solo una pequeña muestra de lo grande que fue un disco que sigue dando juego, y mucho, en su actual recorrido en directo. Abraham Boba se ha transformado en un líder gigantesco, inversamente proporcional a su estatura, turnándose en los teclados, cencerros y guitarras, y aglutinando el concepto de banda, actualmente más cercano al kraut rock que a otras relecturas del pop independiente, en unos arreglos potentísimos e imaginativos ya en su estado original. A ello contribuyen Edu Baos, bajista multitarea que inunda de profundidad cualquier interpretación; César Verdú, batería hipertrofiado que marca el ritmo alejándolo del mínimo asomo de monotonía, y Luis Rodríguez, guitarrista conciso que ambienta atmósferas con la máxima discreción. En la nueva y más acústica intro de “Todos contra todos”, por ejemplo, hacen reconocible su pasión por las canciones sencillas que consiguen perturbar sin casi quererlo. Es solo una pequeña idea de por dónde van los tiros en León Benavente, como los ritmos industriales de “Tipo D”, la implacable base de “California” y la exquisitez de “La ribera”, uno de los nuevos e incontestables (también involuntarios) hits.
En la producción más reciente hay lugar para el tempo más reposado de “La vida errando” y “Nuevas tierras”, pero justo ahí se acaban las baladas (Boba dixit) y empieza lo duro. “Gloria”, un tema con el que ellos y nosotros sentimos una extraña euforia, y la gran coda de “Celebración (siempre hacia adelante)”, a su vez la previa contenida de la narrativa “Habitación 615”, un perfecto retrato casi en clave de spoken word sobre las desventuras de unos músicos en el D.F., y de “Aún no ha salido el sol”, más guitarras galopantes para la madera que alimenta el motor rítmico de la banda. Uno de los mejores momentos de esta nueva entrega, pero quizá lejos del éxtasis que sigue provocando la brutal despedida con “Ser brigada”, con el cuarteto completamente desbocado en un final abrupto y explosiones emocionales transmitidas desde el escenario. Generosidad (invitaron a una joven promesa de la batería, un niño de apenas ocho años, a demostrar su habilidad con la base de “Billy Jean”) y exhibición, palpables en todos y cada uno de los momentos compartidos en un concierto de estos tipos. Impresionan, sí, y tocan, y sudan, y saludan, y se van, y prometen volver. Y todos tan contentos.