León Benavente (Sala M100) Córdoba 25/1/20
Si aún a algún despistado, incrédulo, escéptico o descreído (aplíquense los mismos adjetivos al femenino correspondiente) le cabe el menor asomo de duda sobre por qué una banda de cuatro miembros que empezaron una aventura musical conjunta casi más por entretenimiento personal que por verdaderas intenciones de trascender en el tiempo, solo tiene que asistir sin ideas preconcebidas a cualquier concierto de la nueva gira que estos señores han emprendido no hace muchas semanas. El concepto sonoro de León Benavente se engrandece en escena con una épica nada intencionada pero palpable a cada estrofa escupida por Abraham Boba, el frontman más minúsculo del rock español cuya mayúscula prosa convierte al grupo en algo realmente importante. En Córdoba, para mayor ilustración de lo aquí descrito, podrían haber llenado dos noches la amplia sala M100, pues lo vendieron absolutamente todo e incluso provocaron un overbooking impropio en un evento que en algunos espacios no resultó nada cómodo a la hora de disfrutar del concierto como sería menester.
No es necesario consenso alguno para afirmar que Vamos A Volvernos Locos, la entrega más reciente de la banda, está entre los mejores trabajos discográficos editados en nuestro país en la última década, ni para reconocer que de no ser por ellos gran parte del “hipsterío” patrio ignoraría lo que fue y significó un movimiento tan importante para la transformación de la música popular como el kraut rock, etiqueta que sin provocarlo en absoluto la mayor parte de la crítica les ha adherido como seña de identidad. Pero no es la única de la que pueden sentirse orgullosos de lucir, porque básicamente estamos ante unos músicos bragados en mil cuitas tanto en estudio como en directo, desde la locomotora del también productor César Verdú en la batería hasta las máquinas y la extrema gravedad del bajo de Edu Baos o las guitarras furtivas de Luis Rodríguez, que parece que no están en varias ocasiones pero que se echan de menos en cuanto dejan de sonar. El muro sónico que han logrado levantar tras varias giras casi seguidas se erige cada vez más rocoso y subraya la belleza de temas enormes como el inicial “Cuatro monos”, con el que se autoparodian en un magnífico ejercicio de afirmación artística; la brutal “Amo”, a la que Eva Amaral le puso el contrapunto vocal en la versión original, o la no menos explícita “Como la piedra que flota”. Un trío demoledor al que solo podría superar otro tridente final en el que engarzan, ya en los bises, una preciosa “La canción del daño”, la imprescindible “Ser brigada” y la orgásmico “Gloria”, para que la individualidad y la falsa felicidad sean dos de las bases sobre las que levantar y tumbar un edificio musical lleno de recovecos y dobles sentidos.
En solo tres discos largos y un EP intermedio menos reconocido por sus seguidores de lo que debería (para la ocasión recuperan “Se mueve” para recordar la gran canción que es), casi han conseguido convertir en clásicos temas contundentes como “La Ribera”, “Estado provisional”, “Tipo D” o “Ánimo, valiente”, tal vez el tema con más poso emocional en la memoria de muchos que descubrimos al grupo gracias a su estribillo. Un Boba desatado, sudando el oficio sin descamisarse y vociferando lo que en el estudio apenas susurraba, y una banda que tiene claro lo que tiene que hacer para sonar como debe y necesita. Entre “Aún no ha salido el sol” y “Volando alto”, pasado inmediato y presente espléndido, hay tanta diferencia como entre “California” y “Mano de santo”, lo que viene a significar que en la música de León Benavente hay muchos más ángulos de los que sus detractores quieren ver. Obviando la mayor parte de su producción intermedia, dando saltos atrás y hacia adelante y saltando con la incursión entre el público del líder, se disfruta hasta el final del ritmo maquinal de “No hay miedo” y se llega al éxtasis con dos auténticas bombas de relojería: “Disparando a los caballos” y “Ayer salí”, esta última con muchas posibilidades de ser la mejor pieza que han grabado hasta el momento.
Con tantos picos de energía y sin un solo momento de bajón evidente, el directo de León Benavente es un rifle de recarga infinita que dispara ráfagas de intensidad escénica sin tregua ni fisura alguna. De seguir por la senda que han conseguido abrir, máxime teniendo en cuenta que ya su etapa como banda de acompañamiento de Nacho Vegas ha concluido, puede que tengamos la suerte de ser testigos de una de las carreras más sólidas e ilusionantes de los últimos lustros de rock hispano. Algo de lo que después de cada concierto estamos más convencidos.
Fotos: Raisa McCartney
Les vi en Almería y disfruté mucho, son un grupo de directo, de festivales. Además que se les ve cómodos en el escenario. Increíble la evolución de boba, de cantante atormentado a frontman