Silk Sonic – An Evening With Silk Sonic (Aftermath-Atlantic)
Les puso nombre nada menos que Bootsy Collins. Eso ya es algo, ¿no? Tampoco es moco de pavo que Silk Sonic sea un súper dúo formado por dos de los talentos más contrastados del r’n’b. Uno más consagrado -y ya totalmente mainstream, lo conoce hasta tu abuela- que lleva por nombre Bruno Mars y otro en puertas de convertirse también en muy famoso, al que se conoce como Anderson.Paak, así, con el puntito en medio. El segundo fue el telonero del primero en su gira de 2017 24k Gold World Tour. De la amistad que surgió y de una colaboración de ambos nada menos que con Nile Rodgers y sus Chic, nació la idea que ahora, potencial oyente, estás a punto de degustar.
Nos tenemos que remontar al pasado marzo para recordar el profundo impacto que tuvo el single de presentación del proyecto, un “Leave the door open” que capturaba todo el sabor de aquellas producciones de Gamble & Huff (con Thom Bell a los arreglos) que construyeron lo que se conoce como sonido Philadelphia, o Philly Soul. Encontrar a dos músicos tan orientados a la radio fórmula haciendo un ejercicio de reivindicación vintage tan elegante y bien pertrechado como este dejó boquiabierto a absolutamente todo el mundo. Por supuesto, la presentación de la música iba regada con un vídeo de lo más retro y su interpretación en vivo ante medio planeta en la gala de los Grammys de este año, como era de esperar, generó expectación a raudales.
En julio, con el calor sofocante, llegaba la tórrida pieza disco “Skate”. Toda una incitación al baile, un single absolutamente perfecto, que señalaba por fin al dúo como algo más que anecdótico. Empezaba a parecer que esto no era tan sólo un divertimento a manos de dos compadres en la cresta de la ola. Las canciones están bien pensadas, producidas con tino y sin olvidar su contexto actual, bombazos al asalto del streaming. Éxito rotundo en fase embrionaria.
El disco entero, por tanto, ha sido esperado por muchas y muchos como el maná. La pregunta ¿era realmente para tanto?, se impone. Y en fin, la verdad es que este disco no pasará a la historia como una catarsis en la historia del soul, ni tampoco lo pretende. Pero desde luego sí que supone un -corto- ratito de disfrute tanto para entendidos como para cualquiera con oídos que se aproxime a un artefacto que sí, da lo que promete. Más o menos. Una fiesta seventies con camisa de solapón, cadena de oro y taconazos bajo la colgante bola de espejos, amenizada por la mejor música hecha con retrovisor que dos compositores de gran talento pueden iluminar.
Las canciones de An Evening With Silk Sonic han sido cocinadas a fuego lento y además, a todo lujo. Paak y Mars han contado para su producción y composición con dos colaboradores de excepción, D’Mile y Christopher Brody Brown, ambos sepultados bajo innumerables premios Grammy, así como con una lista de colaboradores absolutamente apabullante: además del mencionado Bootsy, tenemos a Thundercat, Boo Mitchell, Charles Moniz o Babyface. Es un disco, por tanto, que no tiene nada de chascarrillo. Está hecho a conciencia. Una apuesta fuerte.
El resultado de todo ello se cifra en 9 canciones que duran exactamente 31 minutos y 19 segundos. Concisión -algunos lo llamarían racanería- que en mi opinión beneficia a un producto que no siempre acierta de pleno, pero mantiene un nivel notable. En ocasiones, excelente. Remarcables son, especialmente, los arrebatos funk, seguramente auspiciados por el siempre electrizante Anderson.Paak, como son “777” o “Fly as me”, de lo más disfrutable y bailable junto al single “Skate”, que manda por derecho propio.
El resto, “cae” en el medio tiempo y balada de tono romántico, terreno siempre resbaladizo que a ellos les propina desigual fortuna. La mencionada “Leave the door open” gana por goleada, el resto de temas de similar corte y factura parecen sus hermanos pequeños. “After last night” -en la que colaboran Bootsy y el muy de moda Thundercat– parece una especie de homenaje a las tórridas canciones que hacían los Ohio Players, eso sí, con toque actual. “Smokin out the window” acelera algo el pulso y es efectiva en esa especie de maridaje philly soul con fraseo cercano al hip-hop. Más cercana al primero de esos elementos está “Put on a smile”, con un exceso de azúcar que la vuelve empalagosa, algo de lo que tampoco se aleja demasiado la final “Blast off”, pese a que Paak le da algo más de mandanga con su interpretación.
En general, quizá el disco queda un poco a medio gas respecto a lo que prometían sus adelantos, pero de lo que no hay duda es que es un producto lo suficientemente bien hecho para ser tenido en consideración como lo que es: una traslación del pasado al presente sin nostalgias ni imitaciones que propone un liberador hedonismo que, eso sí, se consigue en plenitud sólo a veces a lo largo de su corto minutaje. A lo mejor -esperemos- si hay nuevos capítulos de esta historia este peculiar dúo conseguirá al fin dar el do de pecho.