The New Raemon (Sala María Cristina) Málaga 15/11/24
Después de unos días que también fueron revueltos por la capital malagueña, la calma tras la tempestad se hizo música de la mano de The New Raemon, que para la ocasión vistió sus cálidas melodías otoñales con el piano de Marc Prats, habitual escudero en dichos menesteres tanto en este proyecto como en Madee. El imponente escenario de la Sala María Cristina los recibió dentro de su ciclo Ventana Futura organizado por Fundación Unicaja.
Ramón Rodríguez, ese hombre tranquilo que lleva haciendo canciones importantes varias décadas, se presenta tímido y humilde, dejando que la música hable por sí sola, que tome la palabra y diga bien alto lo que hace falta oír. Nada de marketing, imposturas o artificios. Sólo él, con su imponente voz, su acústica como fiel escudera, y el abrazo sentido de las notas de piano, marcando el paso para ese desfile de historias capaces de detener el tiempo y aparcar el ruido de la calle para transformarlo en una hermosa sinfonía caracterizada por la honestidad y la emoción que brota de sus entrañas.
El delicioso recorrido trazado por toda su discografía planteó agradecidas paradas en clásicos imperecederos como “Caen Los Árboles” o “Ropa Mal Colgada”, guiños a sus diferentes pieles como “Todas Esas Palabras” de su trabajo Así Caen Los Días (Cielos Estrellados, 2022) junto a Marc Clos y David Cordero o a su aventura con Ricardo Lezón, aka Mcenroe, con ese reciente y brillante Nuevos Bosques (Cielos Estrellados, 2024) aún fresco en la retina: “Niño Aún”, “Lluvia Y Truenos”, “El Saltillo” o la desarmante “Era Amor”. Y es que como él mismo reconoce, componer es su vida, tan prioritario como respirar. Su interpretación resultó como ya es habitual creíble y cercana, incitando a cerrar los ojos y dejarse llevar sin importar el mañana. Reclamando el peso del ahora, construyendo el presente tras aceptar el pasado.
En tiempos de fracturas y grietas, de lejanía y desazón, urge con imperiosa necesidad el aferrarse a esas líneas con las que reencontrarse con los sentimientos más genuinos. Aquellos que nos definen y acercan a lo que nos mantiene vivos. Y esa mecha sabe prenderla como pocos un artista que hace de su proceder, entre lo confesional y lo pasional, un arte de incalculable valor, capaz de mecernos con unos simples acordes y un timbre vocal sanador. Fue poco más de una hora de celebración de la supervivencia de un alquimista de las emociones, que sabe combinar las proporciones justas de cada elemento de su fórmula para tocar la fibra sin caer en el drama o la épica vacía. Sus textos rezuman realidad, dibujan contextos que a muchos nos resultan familiares o nos despiertan recuerdos activando el filtro que proporciona la perspectiva adquirida con el paso del tiempo, radiografiando su existencia y de paso la de otros muchos con tiento y sabiduría.
El broche de oro lo puso la improvisada toma de “Agosto del ‘94” tras la insistencia del público, presentada con humor e ironía como una de las pocas canciones de McEnroe que no es autobiográfica, y que es a la vez una de sus favoritas. Fue entonces cuando partió sin emplazarnos a vender discos, sin hacer promo. Este gesto vino a redondear una plácida noche de noviembre en la que The New Raemon nos obsequió con lo que sabe hacer como pocos: entregando una dosis de quietud y cotidianidad con la que parapetarnos ante lo que ha de venir.