WOSINC – Varios emplazamientos (Santiago de Compostela)
Uno de los mejores festivales gallegos regresó a Santiago de Compostela durante los días 11, 12 y 13 de septiembre para ofrecernos durante tres días propuestas alternativas y de vanguardia con la música como motor principal aunque abarcando diferentes ámbitos, creciendo y consolidándose con una propuesta más atrevida y elaborada. Una año más, el WOSINC nos invita a sentir, descubrir, y disfrutar de artistas, sonidos y espacios que de otra forma solo podríamos imaginar.
Viernes 11
Aunque Daniel Knox tenga tres discos en el mercado, no había tenido el placer de verlo en vivo y en directo. Nada más entrar en la Zona C nos lo encontramos colocando su propio merchandising y bromeando con los allí presentes. Nos invitó a entrar porque el show iba a comenzar y obviamente le hicimos caso. Con toda la artillería preparada sacó unas hojas arrugadas y las colocó en un atril improvisado. El espectáculo ya había comenzado antes de que su intensa voz inundara la sala , que se hacía cada vez más pequeña con la llegada del público más madrugador. En directo, canciones como «Don´t touch me» o «Blue Car» no parecen un camino de retorno al pasado sino más bien lo contrario, una vía de escape de su propio yo. Se presentó como un sencillo y humilde trovador que entre sarcasmo e ironía nos habló de amigos imaginarios y nos dio a elegir repertorio.
Con una sensación de armonía y bienestar recogí a los amigos rezagados para dirigirnos a la Iglesia de la universidad donde seguramente nos esperaba otro emotivo concierto con Trilitrate. Tres músicos en acústico y Laura Iturralde a los vídeos, consiguieron envolver la preciosa iglesia con el sonido de sus instrumentos y, a veces, de otros objetos inesperados que incorporaban a las canciones. Cuando entró en juego Francisco Contreras, el Niño de Elche, melodía y voz se fusionaron de una forma brillante en el mejor entorno posible. Volvemos a la Zona C para ver a los compostelanos Vozzyow, que después de lidiar con los típicos problemillas del principio, (rotura de cuerdas, sonido descompensado), arrancaron llenos de energía. Intensidad melódica, agresividad punk e incontinencia hardcore al servicio de los mejores minutos locales del festival hasta el momento. Salí pitando para el teatro principal porque no me quería perder ni un segundo de Cró! Estos vigueses son una auténtica maravilla en cuánto a sonido y composición. Su propuesta es sobretodo original y alternativa, con proyecciones hechas en el mismo momento que fueron puro espectáculo. Tocaron sus temas más conocidos , y otros temas menos habituales como «32» acompañado de una curiosa explicación. Impecables en todo momento decidieron acabar con «The Pyramid Song» de Radiohead, que nada tuvo que envidiar a la versión original. Muy buenas vibraciones que dejaron con ganas de verlos en futuras ocasiones.
Ya instalados en la Sala Capitol nos esperaban tres grandes conciertos, que empezaban por los paisanos Cuchillo de Fuego.
Sus intensas guitarras y los explosivos riffs que se marcaron, destacan por ese Noise Rock tan fuertemente arraigado en el Punk Rock o en el Post-Hardcore. La naturalidad de sus composiciones contagian su rabia a todos los que asisten a su increíble directo. Para quien no los haya visto nunca, son altamente recomendables. No Joy tenían el listón bastante alto, pero tampoco se preocuparon mucho en alcanzarlo. Quizá las comparaciones son odiosas, pero conectaron tan poco con el público que parecían estar tocando para ellos mismos.
El sonido era de todo menos agradable, por lo que aprovechamos para ir a cenar algo y volver rapidito para The Octopus project, mucho más amenos y encantados de estar entre nosotros que los anteriores. Gran pop electrónico con psicodelia bailable y transgresiva, con intercambio de instrumentos incluído. Muy apropiada para la hora en la que nos encontrábamos. Decidí retirarme temprano para asistir al día grande con todas las de la ley, y así fue.
Sábado 12
El sábado empezó muy movido teniendo que elegir desde el primer momento entre dos grupos locales con ganas de disfrurar: Fluzo y The Vog. Nos decantamos por los primeros y no defraudaron. Pocos grupos pueden presumir de tener un mundo propio, personalidad y las ideas bien claras como las tienen ellos. Una electrónica noventera mezclada con instrumentos inusuales, con un solo micro intentando evitar el rap más clásico abrieron boca ante un público tan entregado como sorprendido. Al acabar nos apetecían unas buenas risas y decidimos asistir al monólogo de Ignatius Farray, otra de las actividades que engloba este festival urbano multidisciplinar. No todo iba a ser música. Un planteamiento original lejos del típico monólogo y la forma de interactuar (o increpar) al público nos hicieron llorar de la risa. Volvimos a la Fundación Granell para asistir a The Vickers instándonos a disfrutar de sus poderoso rock psicodélico. Del Niño de Elche ya teníamos referencias del día anterior, pero el concierto en solitario fue mucho más sorpendente con un Teatro Principal casi lleno. Su flamenco es arriesgado, comprometido político y socialmente, tan lleno de experimentación sonora que impacta desde el primer momento. A tan singular actuación también se sumaron Pablo Peña (Fiera), apoyando en las bases sonoras, y el reputado guitarrista flamenco Raúl Cantizano. Sin embargo su propuesta no contentó a todos los asistentes, que abandonaron el teatro antes de que finalizara la actuación, quizá para no perderse ni un ápice de Sudakistan a los que escuché desde la distancia. Sus potentes percusiones invitaban a bailar a pesar de que la lluvia no diera tregua alguna. Ya en la Sala Capitol salían los franceses Turzi, con un gran sonido y una cantante lírica que rebosaba talento. No me gustó especialmente la combinación, digamos experimental, pero reconozco que fue divertido sobre todo para empezar la noche.
Un par de horas antes coincidíamos cenando con The Girl band y comprobamos de primera mano lo incómodo que se sentía el cantante con su lesión y lo mucho que le fastidiaba no poder darlo todo en el escenario como de costumbre, aunque llegada la hora apareció poseído por el ruido y no paró quieto un solo minuto. Con un sonido tirando más al postpunk con ciertos toques de noise, los aullidos sonaron de lujo a través de los amplificadores que parecían estar a punto de reventar. Tenía muchas ganas de volver ver a Michael Rother recordando lo mejor de Neu! y Harmonia. Su electrónica volvió a hacernos bailar como hace unos meses y comprobamos que por algo es un referente del mundo electrónico a todos los niveles. Sin desmerecer a su guitarrista Franz Bargmann, y al batería, Hans Lampe que dieron literalmente todo de sí. Un fin de fiesta memorable, al menos para mí, porque la mayoría de la gente corría rauda y veloz hacia las salas de la Sgae para continuar la fiesta.
Me gustaría acabar haciendo una breve reflexión a propósito de ésta crónica. A pesar de que cuando se habla de los aspectos más técnicos de la música, muchas veces no sepa más que escuchar con atención para intentar aprender algo y no parecer muy ignorante, creo que también es importante percibir las sensaciones que produce un sonido o un artista en el escenario mediante otro tipo de técnicas que tampoco domina todo el mundo. Al igual que los festivales, no todas las personas somos iguales. Dicho esto, larga vida al WOSINC, a su maravillosa organización y a su forma de entender la cultura.