Circuit Des Yeux – -io (Matador)
Posiblemente no venga al caso (o sí), e incluso no entiendan este arrebato de sinceridad o exhibicionismo (llámenlo como quieran), pero la música de Haley Fohr me acompañó en uno de los episodios más terribles y traumáticos de mi vida. Mi madre agonizaba en un hospital. Le habían detectado un repentino tumor pulmonar que estaba arrasando todo a su paso. Mi madre y yo teníamos una relación muy especial, de esas de apego emocional que rayaba lo enfermo (no, no hablo de síndromes patológicos, hablo de conexiones extrañas). Mi madre le quedaba poco tiempo de vida, y lo sabíamos. Ya su mirada estaba ausente, y solo balbuceaba inaudibles sonidos que en el intento de emitirlos la hacían toser. Quedaban horas y quise pasarlas a su lado. Era lo mínimo que podía hacer. Y llegó la noche, la última. Yo estaba sentado a su vera, escuchando música para aislarme de esa sinfonía de muerte que planeaba en la habitación. Ruidos que se te calaban hasta en los huesos. No recuerdo la hora, pero no se me borrará de la mente jamás, que a una hora de la madrugada indeterminada mi madre se incorporó un poco y me lanzo un beso. Se lo devolví desde la distancia. No escuche bien lo que me dijo, pero creo que fue un te quiero. Era un adiós aunque no era plenamente consciente de ello. En aquellos momentos en los que esperaba el ocaso, hubieron dos mujeres que me acompañaron (musicalmente) en aquella noche: Bea Benjamin y Haley Fohr. Con sus sonidos alcancé lo más parecido a los que muchos llaman la paz interior que necesitaba. No sé qué coño es eso de la paz interior, pero debe ser algo muy parecido a sentir el fluir de tu ritmo biológico totalmente ajeno a la fenomenología que nos perturba. Bien, se cierra el telón. Un suspiro de alivio.
Circuit Des Yeux es uno de los alter egos de esta mujer de Indiana (el otro es Jackie Lynn) cuya carrera musical es arrebatadora. Con -io (Matador, 2021) vuelve despues de casi cinco años de inactividad. Cuando abre la boca esta mujer es como entrar en un ritual iniciático
Como un acto de exorcización que interpela al inconsciente, y en cuyos sonidos hallar múltiples capas de significados hecho carne y espíritu. Su voz es carne, y su voz es su alma. Embriaga con su forma de modular los sonidos y los silencios. Y acompañándola en los meandros que forman su respiración se encuentran unos músicos excepcionales de la escena de Chicago como Cooper Crain de los Bitchin Bajas, Joshua Abrams, o Whitney Johnson. Su voz y unos arreglos de ensueño que multiplican el efecto devastador de gemas de orquestración suntuosa como «Vanishing» o ribeteandas de barroquismo «Sculpting The Exodus». Sus juegos vocales recuerdan a Diamanda Galás y a Meredith Monk. Es blues cinético que proviene de un lugar extraño, pero seguramente más bello que esta mierda de realidad en la que vivimos.
Su voz se arremolina entre la belleza silvestre y cósmica de la primorosa «Walking Toward Winter», que le sigue la fanfarria de «Argument», hasta llegar al folk estrtemecedor de «Neutron Star». Esto es una jodida maravilla.
Escucha Circuit Des Yeux – -io